Ironía

Si en la tragedia la altura del héroe transforma en aventura el temor a lo desconocido; el acontecimiento, en maravilla; la angustia ante la finitud, en melancolía por el destino de los mortales; y si es a la vista de los dioses, ante sus ojos, que se hace posible esa transfiguración heroica, entonces, en ese caso, la muerte de Dios degrada nuestro destino más bien al rango de la ironía: somos víctimas de una suerte inevitable y absurda. ¡Si ni siquiera tenemos espectadores!
Llegados aquí solo queda una salida: enterrar a Dios, cancelar la representación y disponernos a una muerte sin escena.

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