El pensamiento es una piedra
El pensamiento es una piedra, de ti depende dar o recibir.
Cuidado con la cabeza.
La violencia de las piedras puede irrumpir en la lógica dominante de al
menos dos maneras, esto es, con al menos dos tipos de piedra: las
piedras fosilizadas, las piedras tocho, los adoquines de la calle: piedras a
veces y puntualmente eficaces pero que incrementan los deseos de venganza y
de represión; y las piedras del desierto, aquellas que al estallar en
pequeñísimos granos de arena aspiran a ofuscar cráneos y confundir cuerpos
sembrando el desorden en lo establecido.
Así las cosas, las piedras lanzadas para romper cristales y parar
policías, sólo irrumpen en el orden establecido para afirmarse en
la batalla del cara a cara, posicionándose y definiéndose contra otras
entidades igualmente claras, representantes del orden.
Normalmente, la violencia de estas piedras no cortocircuita la lógica
imperante, sino que ayuda a afirmar(se) identidades contrapuestas dentro de
la misma. Sólo a veces aspiran también a cortocircuitar el sistema, esto es, a
romper lo que nunca ha sido roto. Pero quizá lo primero que deba romperse es la
piedra misma: quizá la piedra deba estallar en mil pedazos. Será entonces
cuando, adquiriendo el carácter de piedra arenisca, resulte más difícil
capturarla y codificarla. Pues no se encierra en una identidad, sino que,
esa multitud de granitos de arena es arrastrada por el viento: coge fuerza y
se disgrega. Su rabia se dirige hacia el funcionamiento del sistema, no
hacia sus representantes. Son piedras lanzadas hacia todos los sitios, desde
ningún sitio.
El asco no se articula desde ninguna alternativa.
Más aún, las piedras fosilizadas siempre tienen un objetivo claro, siempre
son lanzadas para romper objetos, escaparates o agentes escaparates del
orden. Su consistencia, su origen y su dirección es sólida y por tanto
codificable, siempre se dirigen a destruir algo. Pero cuando la piedra
estalla en aquel extenso cúmulo de finísimas piedrecitas que provienen del
desierto, no tiene objetivo claro alguno pues se dirige hacia todos. En su
dispersión, las minúsculas piedrecitas impulsadas por el viento se cuelan en
los ojos y ciegan, se convierten en nubes de arena que abren guerra a todo
sin necesidad aparente de destrozar nada, sino más bien nublando la vista a
todo aquel que se ve de repente inmerso en ellas.
El viento sopla hacia todos los lados.
Las piedras fosilizadas tienen su origen en un tirachinas, en un brazo
exaltado fruto de la represión y del miedo. El torbellino de granitos de arena
viene impulsado por el viento del desierto, en él se hace y se desvanece, él
es su verdadera fuerza motriz y de él toma su fuerza arrasadora. Proviene
de ese huracán llamado asco que es fruto de estar tan secos y solos.
Algunas voces dirán que frente a la violencia del Estado, del aparato
represor, de la imposición de la autoridad, esto es, frente a la violencia
que reprime y hace sufrir al pueblo, la única fuerza de choque eficaz es la
ley de las piedras fosilizadas. Sí, pero ¿y contra la violencia cotidiana?
¿qué eficacia tienen las piedras fosilizadas contra esa violencia más sutil
y más cruda que vivimos todos cada día desde el desayuno hasta la cena sin
contar con las pesadillas nocturnas? ¿cómo atacamos esta violencia con
piedras tocho? ¿cómo delimitamos donde está el enemigo? ¿quién es el enemigo
que nos reprime las 24h?
Que cada soledad individual lance su grano de arena, que cada pequeño
granito -poco ofensivo por sí sólo pero impulsado por el asco hacia lo
existente- encuentre a los otros para gestar una soledad mucho más grande
que adquiera el carácter de roca. Que de la desolación general se pueda
esbozar una piedra-difusa, una máquina de guerra capaz de cortocircuitar la
violencia que todos padecemos cotidianamente.
La calle está llena de adoquines y arena. Llega la fría noche. Empieza a
soplar el viento.
Volver a Indice