EL CANTO A LA CULTURA... Y LAS MENTES RETORCIDAS


Cuando el Estado saca a la calle sus variopintos uniformes resulta odioso, por lo menos para algunos, aunque tampoco resulta muy amable cuando pone cara de impreso administrativo y nos atrapa en la tela de araña de su infinita burocracia, pero qué lindo es el Estado cuando cultiva amorosamente la Cultura...

Lo hará bien o no lo hará tan bien, dedicará esfuerzos notables o insuficientes, pero ¿quién no se va a alegrar de que por lo menos haga eso? Se le criticará por la forma o por la intensidad, pero nunca por el propósito, que es simplemente santo. Porque, claro, es bien sabido que si expulsamos el atributo "cultural de la definición del ser humano como "animal cultural" nos quedamos en simples "animales", bestias rugientes que se lanzan unas contra otras con la ley de la jungla como única norma.

Cultivar, intensiva y extensivamente, la Cultura, qué noble y loable actividad. Algunos dirán que quizás los variados abonos, fertilizantes, pesticidas, y fumigaciones que utiliza el Estado para que la Cultura crezca sana y vigorosa deberían preocuparnos seriamente, otros irán más lejos y esbozarán paralelismos metafóricos con los efectos de los transgénicos, pero qué le vamos a hacer, ya sabemos que algunas mentes son increíblemente retorcidas.

Sin duda, el Estado se honra cuando invierte nuestro dinero y dedica su poder al cultivo de la Cultura; al fin y al cabo no podemos olvidar que la Cultura tiene mucho de escultura. Somos como una materia bruta, valiosa quizás, pero que no alcanza su plenitud hasta tanto, ella, la Cultura, no ha pulido nuestras asperezas y no nos ha dado forma. Las mismas mentes retorcidas a las que antes aludía saltarán alegremente del sustantivo "forma" al verbo "formatear" e ironizarán sobre el desinteresado interés del Estado por cultivar la Cultura. Mentes retorcidas, ¿no os lo decía yo? ¿cómo vamos a alegrarnos de dar nuestro dinero para que con él se nos formatee, a quién se le ocurre tamaña ingenuidad? Mentes retorcidas.

Cultivar nuestra propia Cultura está muy bien, claro, pero qué grandeza la del Estado cuando echa mano de la "s" y se preocupa también por las Culturas, no sólo la propia sino, además, las "otras", qué generosidad y cuánta sensibilidad. Se piensa incluso en tomar medidas para hacer cultivos, esta vez ya no en el sentido de la agricultura sino en el de la biología, a fin de que ciertas Culturas en vía de extinción no acaben de morir y sigan alegrando nuestra vista. Por cierto, ¿quién las estará matando? Cuestión de debilidad congénita probablemente, pero no nos torturemos con preguntas necias y celebremos más bien esa prometedora Barcelona 2004, forum de las Culturas, una verdadera fiesta de las Culturas...

No sólo respetar las otras Culturas, sino protegerlas, darlas a conocer en el seno de cada Cultura, y, sobre todo, ir más allá de la simple tolerancia, hacer posible el intercambio, el diálogo, la coexistencia harmónica, e, incluso, por qué no, cierta hibridación...¿Se puede soñar con algo más hermoso y más alentador?

Algunos, siempre los mismos, insinuarán descaradamente que sí. Posiblemente evocarán a Debord y a su sociedad del espectáculo para mofarse del gran show circense que se está preparando, de la gran feria en la cual las Culturas sustituirán a las máquinas de la exposición universal o a las jabalinas de los juegos olímpicos, con el mismo deleite visual y consumista; otros, pero igual son los mismos, se extrañarán de que para preparar el 2004 nuestras autoridades se apresuren a invisibilizar de forma contundente la presencia de inmigrantes a los que sólo se les puede reprochar que se hayan adelantado un poco a ese 2004 en el que se les rendirá homenaje. Mentes retorcidas, incapaces de valorar la importancia histórica que tiene en este momento, y más después del 11-S, cualquier iniciativa que aleje de nosotros el temible retumbar del choque de las Culturas.

¿Pero quién habla de choque de las Culturas?

¿Acaso no se nos ha explicado por pasiva y por activa que lo único que hay es un problema de terrorismo, y acaso no se ha exorcizado con suficiente ardor cualquier preocupación por unas supuestas divergencias culturales? Además, ¿cómo puede ser que cosas que son cada una de ellas intrínsecamente valiosas, las Culturas, puedan engendrar algo tan horrendo cuando colisionan?

¿Conflictos entre culturas? Por Dios,¡Vade retro Satanás! Después de tantos y tan denodados esfuerzos para erradicar la memoria de los conflictos y para socavar las ideologías del conflicto a favor de la sana práctica del consenso, he aquí que estas ideologías se desplazan desde el campo de lo social hacia el ámbito de lo cultural. Será preciso volver a engrasar la maquinaria de la lógica del consenso, volver a mostrar que es bueno aparcar las diferencias, o, cuanto menos, compatibilizarlas para acallar la insensata voz del conflicto. Habrá que volver a rodar esa película donde el malo es siempre aquel que provoca el conflicto, y el bueno aquel que se limita a hacerle frente, aunque para ello deba convertirse en Rambo.

Porque, si se nos apura, todas las Culturas son intrínsecamente valiosas, claro que sí, pero con la expresa condición de que se plieguen al manual de buenos modales que ha escrito la nuestra. Por suerte Barcelona 2004 se presenta como una maravillosa ocasión para ayudar a exorcizar los demonios del conflicto y para avanzar harmoniosamente hacia el gran consenso de las Culturas... ¿O no? Qué suerte que la falta de espacio nos ahorre volver a oír aquí las sórdidas imprecaciones de las mentes retorcidas...