AL COMPÁS DE LA GUERRA
A veces, el mundo se pone de acuerdo.
Con el estreno del nuevo enemigo, queda inaugurado el siglo.
Para celebrarlo hay una gran fiesta en los locales de la comunidad internacional. Es el mismo
baile de siempre, acelerado por los ritmos trepidantes del momento.
Todo el mundo va ocupando su sitio.
Los lobos han salido de cacería.
La bolsa sube.
El pueblo aplaude y contesta encuestas.
Las mentiras de la guerra desnudan las verdades de la humanidad.
Los pobres se disfrazan de población civil para morir de colateralidad.
¡Las mujeres y los niños primero!
Los solidarios advierten que los conflictos bélicos traen graves consecuencias de
carácter humanitario.
Las bombas matan.
Los medios, fines y afines, retransmiten la guerra y le ponen música.
A Occidente le crece la miseria entre las uñas.
Aerolíneas cae en picado.
Armamento sube vertical.
Los sindicatos proponen bajar los salarios para prevenir el paro.
La gente normal continua haciendo normalidades y no le queda tiempo para nada.
Los empresarios, subir el paro para prevenir los salarios.
Unos cuantos inconformes se despiertan desconcertados, desempolvan las pancartas de la
penúltima guerra y gritan el sonsonete: ¡no a la guerra, sí a la paz!
Los cristales de los bancos se ríen.
Por un problema de seguridad quedan suspendidas todas las libertades, el resto de nuestras
plantas continúa su funcionamiento con toda normalidad. Hagan sus compras y perdonen las
molestias.
La mayor compañía de seguros del planeta, ante la imposibilidad de evitarlos, ha prohibido los atentados, la competencia se queja.
Los accidentes se pagan cada vez más.
El sonido del despertador a las seis de la mañana y el de una bomba al caer, testifican que las verdades absolutas, no existen.
En un extremo del local se lee: ¡Peligro! El miedo anda suelto.
La libertad duradera, el asco infinito.
Y es que a veces, como en el anuncio televisivo, el mundo se pone de acuerdo y como en una sinfonía comienza un proceso armonioso donde todo se complementa, se acopla, sigue un mismo compás, una misma canción de muerte.
La miseria y la sangre salpicando y salpicándonos.
La sangre siempre tan delatora, viene a anunciar que ya, nadie es inocente.
Paremos el mundo, otra guerra es posible.