Bajo la suela del zapato del poder se oye una voz que dice:

¡QUE OS DEN MORCILLA!

Parece ser que Kan Kadena tiene los días contados, ya los tenía desde Noviembre de 1997, cuando un grupo de jóvenes y no tan jóvenes okupó esta masía del s.XVIII para abrir un espacio donde reinventar eso a lo que llaman vida, pero que cada día se asemeja más a un vía crucis para llegar a ser lo imposible: el protagonista de un anuncio de Gas Natural en el que aparece un hogar cálido, lujoso, seguro y con la parejita de hijos felices y rubios, por supuesto.

Lo que hayamos creado en Kan Kadena en estos 4 años de okupación no tiene lugar en esta carta, eso queda para las que hemos tenido la suerte o la desgracia de vivirlo, es decir, de arrancar un pedazo de vida a este vivir muertos que nos impone el sistema. Lo que sí tiene lugar es explicar que en las cuentas de las inmobiliarias, el ayuntamiento y Trammet, nuestra masía, como muchas otras viviendas "legales", quioscos y comercios tradicionales, no son rentables y por lo tanto deben ser eliminados del mapa.

Y así son las cosas, el tranvía que un día empresarios y políticos se sacaron del bolsillo pretende pasar por nuestra huerta; y Promociones Ruve, promotora inmobiliaria a la que el ilustre señor Antoni Pérez Garzón también prestó sus des-interesados servicios, busca ya contratista para empezar las obras del Plan St.Llorenç, que acabará con uno de los últimos espacios de uso agrario que quedan en Esplugues.

Ante tales razones de peso somos conscientes de que formamos parte de ese numeroso grupo de personas, chusma para ser más exactos, que no tienen lugar en esta "Esplugues com mai" del s.XXI. Desde aquí partimos para afrontar un inminente desalojo; pensamos en ello e instantáneamente se nos aparece ese eslogan tan de moda últimamente de "Otro mundo es posible". Sin embargo no somos tan ingenuas, pues sabemos con certeza que otra Esplugues no es posible. Si lo fuera, habría que hablar de que es más sostenible, la hipocresía de la agenda local 2001, o de las huertas urbanas. Podríamos hablar de aquello que los intelectuales de izquierda han bautizado como economía social y nosotros llamamos autogestión, incluso preguntamos por qué hay quién se empeña en proteger el patrimonio de las piedras sin tener en cuenta a las personas que habitan en ellas. Para finalizar, también sería posible destapar abiertamente ese fraude intragable de la participación ciudadana, que se ha inventado la verborrea institucional para disimular la perdida de legitimidad absoluta que tienen los ayuntamientos ante la población.

Quizás algún lector/a se pregunte ya: ¿pero entonces qué quieren éstos? Querer, no queremos nada. Sabemos que el "Otro mundo es posible" y los puentes de diálogo son la gestión de las migajas, y la verdad es que al panadero las migajas le saben a poco. A pesar de todo, agradecemos el desafío que supone un desalojo, esperamos estar a la altura, no a la de la suela del zapato sino a la del rostro, para poder escupir fuertemente en la cara de los gestores de la miseria, las migajas y la calidad.