LOS MOVIMIENTOS SOCIALES: ENTRE EL FRAUDE Y LA ILUSIÓNLOS NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALESRecientemente, una revista hacía una entrevista a representantes de lo que denominaba "novísimos movimientos sociales". Éstos estaban constituidos según dicha revista por El Movimiento de Resistencia Global, la Red Ciudadana por la Abolición de la Deuda Externa, el Colectivo Zapatista, ATTAC y el Movimiento Okupa. Hace tan sólo unos pocos años los nuevos movimientos sociales habrían sido otros: el movimiento ecologista, el feminista, el homosexual... y los restos del movimiento obrero. Ante su proliferación, a veces institucionalización, en otros casos lenta desaparición, se plantea una cuestión interesante: ¿Quién da nombre a un movimiento social? El nombre viene casi siempre puesto desde fuera. Desde fuera quiere decir que un movimiento social se da un nombre como propio cuando, a la vez, está dispuesto a recibirlo. Esta conjunción no es casual. Tener un nombre reconocido es aceptar que la división del trabajo capitalista se interiorice como especialización. Así, cada movimiento social se hace portador de una reivindicación. Y la reivindicación reconocida es lo que determina la identidad del grupo. Las consecuencias de este proceder son dos: 1) El movimiento social se construye como efecto del poder: buscando una adecuación en el espacio político. 2) Asumir una reivindicación como propia evita tener que preguntarse por el sentido y las posibilidades que la reivindicación (en general) posee hoy día. Después de lo dicho podemos empezar a preguntarnos: ¿A quién sirven los (nuevos) movimientos sociales? Si no queremos responder de manera simplista es necesario profundizar en la problematicidad misma inherente a ellos, y a la que nos referíamos anteriormente. Antes que nada hay que afirmar que "lo social" poco tiene que ver con los partidos políticos y los sindicatos. No hace falta perder mucho tiempo para probarlo. Pero "lo social" tampoco puede ponerse como sinónimo de los movimientos sociales. Porque los excede. Y este exceder es lo que hay que pensar.
Si hiciéramos una breve historia de los nuevos movimientos sociales encontraríamos que: Dicho esto, habría que añadir: los nuevos movimientos sociales, a pesar de todo, no han hecho más que favorecer la estabilidad a largo plazo del orden político vigente. La introducción de cambios promovidos por ellos en la sociedad no ha tenido otro resultado que fortalecer esta misma sociedad. El ejemplo paradigmático sería el partido verde alemán que ha acabado apoyando todo tipo de guerra humanitaria, e incluso, la intervención del ejército alemán fuera del país. ¿POR QUÉ SE HA PRODUCIDO ESTA EVOLUCIÓN?Más en general: ¿Está abocado todo movimiento social a formar parte ineludiblemente del Estado de los Partidos? Por supuesto que no es fácil responder a esta pregunta. Intentemos responderla teniendo presente especialmente las enseñanzas del movimiento de las okupaciones. Todo movimiento social - considerado en abstracto y en el momento de debilidad que es su origen - debe ganarse su propio espacio político. Con esto se quiere decir que, como tal, en tanto que movimiento inserto en la sociedad, está sometido a una lógica de la exclusión. Esta exclusión tiene la forma de un proceso de guetización. Proceso de guetización significa - como es sabido - que el movimiento quedará encerrado en su mismo interior. Es decir: en las casas okupadas, en los bares donde se permiten los encuentros... en los reductos donde se permite al movimiento sobrevivir a cambio de no contaminar. Ante esta situación caben dos actitudes. La primera consistirá en acentuar el proceso mismo de guetización, avanzando directamente en el camino que conduce a la marginación. Marginación en la autodestrucción, como tribu urbana... A pesar de lo trágica que pueda llegar a ser esa vía, no tiene mayor interés. La segunda consistirá en reaccionar contra la guetización mediante una estrategia de visibilización. La visibilización - en la medida que es la simple expresión de una reacción defensiva - se articulará como una demanda de reconocimiento.
La demanda de reconocimiento persigue siempre el mismo objetivo: ser admitidos. Y, para ser admitidos, no hay que renunciar a la diferencia contra lo que pudiera pensarse. Al contrario, la diferencia puede perfectamente intensificarse, únicamente tiene que ser normalizada. La normalización de la diferencia significa la renuncia a su poder de unilateralización. Más claro: para ser admitidos hay que ser admisibles. Pongamos algún ejemplo: Pero la forma más perversa de normalización de la diferencia es, paradójicamente, una estrategia de visibilización que usualmente se considera totalmente inocua para la propia diferencia. Esta normalización es la denuncia de la criminalización. La denuncia de la criminalización es una práctica habitual de los movimientos sociales cuando son perseguidos. Y a esta tarea se dedican la mayor parte de los esfuerzos. El sentido común parece decirnos que esa es la vía a seguir. Sin embargo, no hay que olvidar que por la voz del sentido común habla el tópico fácil y la costumbre que se ha impuesto sin discusión. LA DENUNCIA DE LA CRIMINALIZACIÓN¿Es verdaderamente una estrategia favorable para el movimiento social que se ve atacado? Aparentemente sí. Siempre se ha obrado de la misma manera. Pero la denuncia de la criminalización es problemática. Y lo es en un doble sentido. Por un lado, el concepto de denuncia - aunque útil y necesario a veces - tiene hoy día muy poca capacidad de crítica. En otras palabras: en una sociedad que no esconde su propia miseria económica, moral etc. porque la realidad ha llegado a identificarse con el capitalismo, no resulta muy efectiva la denuncia. La denuncia hoy no llega a herir esta realidad porque se hunde en lo ya sabido llegando incluso a ser una expresión de lo obvio. Por otro lado, la denuncia - en este caso - de la criminalización tiene además otro efecto importante: sitúa al movimiento social atacado totalmente a la defensiva. Esta posición defensiva - precisamente porque apunta a un derecho a la existencia - no puede sino tomar la forma de una llamada a la compasión. La denuncia de la criminalización, en última instancia, es pedir perdón por existir. En este sentido acaba comportando casi siempre un debilitamiento de los objetivos políticos, un rebajamiento general del discurso crítico como modo de encontrar aliados. LA LÓGICA DE LA SEGURIDADA partir del 11 de Septiembre se abre una situación nueva. Recordemos únicamente un aspecto. En el escenario que abre el acontecimiento 11 Septiembre, la permanente invención de un enemigo (el enemigo se definirá precisamente como lugar vacío) convierte la normalización de la diferencia - que habíamos descrito - en una necesidad absoluta. No cabe otra posibilidad. En nombre de la seguridad: todos los deseos son reconducidos a un deseo de más seguridad. El círculo es perfecto. Lo que tiene una consecuencia inmediata: redefinir la relación entre legalidad e ilegalidad. Si se aceptan estas consideraciones es claro que toda estrategia de visibilización (incluso si es ofensiva) impulsada por un movimiento social está condenada al fracaso porque, en último término, no hará más que reforzar la propia dinámica del Estado-guerra. ¿QUÉ HACER?No parecen existir salidas fáciles y menos en este nuevo escenario. Hemos dicho al principio que los (nuevos) movimientos sociales persiguen construirse como sujeto político y ya hemos visto como intentan hacerlo. Pues bien, en tanto que "sujeto político", son eso sujetos: sujeto sujetado al poder. Y es así: porque - como ya hemos mostrado - son una diferencia normalizada. Son un poder de unilateralización neutralizado. Pero: ¿Es ese su destino inevitable? ¿No tienen - los movimientos sociales - otra salida que reproducir siempre una política de la identidad que les pone indefectiblemente dentro del Estado? Ese destino no es inevitable. Y no lo es porque "lo social" excede siempre a los movimientos sociales.
Tomemos el movimiento de las okupaciones que - con todas sus limitaciones - ha sido el que quizá ha tenido una repercusión política y, a la vez, mediática más constante. Como movimiento social que es, articula su discurso político en torno a dos puntos: En el interior del movimiento el discurso es, sin embargo, usualmente mucho más radical: contra el capitalismo, defensa de otras formas de vida, antiautoritarismo... Este doble lenguaje está dirigido a ofrecer la imagen pública de "buenos chicos" y, así, poder ganarse el anhelado "colchón social" de apoyo que permita superar el aislamiento social. El efecto a la larga es, con todo, casi siempre contraproducente. Los vecinos pocas veces entran en los Centros Sociales Okupados, en las reuniones que intentan extender la denuncia de la especulación difícilmente asisten las Asociaciones de Vecinos (que por lo demás no son ejemplo de instituciones demasiado vivas). El resultado es, pues, un debilitamiento político del movimiento social que cuanto más trata de hacerse admisible tanto más neutralizados son sus (verdaderos) objetivos y, a pesar de todo, el aislamiento sigue aumentando. Pero en ocasiones el movimiento social deja de ser un sujeto sujetado (a una política de la identidad). En ocasiones: el movimiento social se construye como sujeto imposible. Sujeto imposible es aquel sujeto que se muestra como insoportable. Insoportable para el poder y para sí mismo. Cuando el movimiento social es un sujeto imposible entonces: ya no importa lo que dice sino sólo lo que hace. Entonces pasa de ser un sujeto sujetado a ser un sujeto imposible. POR UNA POLÍTICA NOCTURNA
Cuando ocurre esta mutación interna en el movimiento social se puede afirmar que empieza una política nocturna. Una política nocturna es aquella que cumple tres condiciones: La política nocturna deshace los confines que separan a los diferentes movimientos sociales. Sólo los sujetos sujetados (a una política de la identidad, al poder) se distinguen entre ellos. En cambio, los sujetos imposibles son radicalmente distintos y, a la vez, forman parte de un único movimiento de subversión. Porque ellos ponen en el centro lo que es común. Y lo que es común - y que cada gesto expresa a su modo - es el querer vivir. ¿Dónde conduce todo lo anterior? Muy sencillo. Lo que realmente cuenta no es lo que el movimiento social dice de sí mismo. Lo que cuenta es lo que hace. Lo que hace es el gesto radical. Y el gesto radical - como ya hemos adelantado - está a disposición de todos. Basta repetirlo. Cada uno de nosotros puede ser, por tanto, un sujeto imposible más allá y contra la diferencia normalizada que se enraíza en cada movimiento social. En otras palabras: no resulta interesante pensar en términos de movimientos sociales. Más bien es enteramente engañoso y, a menudo, consiste en golpear a la puerta del Estado pidiendo permiso para entrar. La cuestión verdaderamente importante es: ¿Cómo hacer de mí un sujeto imposible? ¿Cómo hacer de mi querer vivir un desafío? No tenemos que partir de los movimientos sociales sino de la vida de cada uno de nosotros. De nuestros miedos, de nuestras renuncias y también de nuestras ganas de vivir. Para así dejar de ser lo que somos. Para vomitar el ser que somos. Para desokupar el orden. En definitiva: para ser un sujeto imposible dentro de un único movimiento de sujetos imposibles. O por lo menos intentarlo. |