NI SU GUERRA NI SU PAZEL FIN DE LOS BLOQUESCon la destrucción del muro de Berlín, la bipolaridad Este-Oeste ha estallado. El sistema basado en la oposición de dos bloques, de dos modos de gestión del capital ha sido sustituida por un modo de gestión único, la economía de mercado domina desde ahora el mundo. La mundialización, propia del capital, no es un fenómeno nuevo pero experimenta una aceleración desde estas últimas décadas. El fin de los bloques deja paso a este "nuevo orden mundial". Si antes la intervención capitalista del "mundo libre" estaba justificada por la defensa de la democracia contra el "comunismo", después de 1989 ha hecho falta encontrar nuevos pretextos. Uno entre otros fue la guerra declarada a la droga (Panamá, Colombia...), y hoy lo es la guerra al terrorismo, que cada vez se parece más a una "operación policial" a escala mundial. La guerra no es una disfunción del capitalismo, al contrario, es lo que le permite regular sus desequilibrios y contradicciones propias. La barbarie es intrínseca a este sistema, no es un accidente ni un hecho necesariamente provocado por responsables malvados. DÍA A DÍAEl 11s 2001 no habrá estado marcado por el 28 aniversario del golpe de Estado chileno y sus manifestaciones anuales en Santiago de Chile, sino por el hundimiento del World Trade Center, símbolo del capital norteamericano, y por la destrucción de parte del Pentágono (una especie de comisaría planetaria), símbolo de la potencia militar yankee. Así ha nacido la primera guerra del s. XXI, una guerra singular que no tiene por adversario a uno o más Estados sino que se presenta como la lucha de casi la totalidad de los Estados del mundo contra el terrorismo ("nos apoya la voluntad colectiva del mundo" Bush). Esto es, contra un "espacio vacío" en el que es posible colocar, en el momento oportuno, todo lo que el poder quiera calificar de "terrorista". NADA NUEVO BAJO EL SOLLa guerra contra el terrorismo no tiene en sí una gran novedad, nunca ha habido paz con lo que el Estado ha calificado de "terrorista", pero hoy constatamos la intensificación de un proceso que ya estaba en curso. Las leyes de excepción (leyes anti-terroristas), que han sido emuladas en todo el mundo, son su ejemplo más flagrante. El Estado se reserva el monopolio de la violencia. Ayer era Al Qaeda, pero ya hoy Europa, como el resto del mundo, hace sus listas negras de grupos designados como terroristas. En el marco de una colaboración anti-terrorista, acelerada desde el 11s, especialistas informáticos del FBI llegaron a España para ayudar a la policía local a investigar acerca de ETA y de otros grupos como Haika o Gestoras pro amnistía. Después de Génova, numerosos "especialistas" han escrito en la prensa que el movimiento anti-globalización se había convertido en el terreno del futuro terrorismo internacional. Pero estamos lejos de Afganistán y de Bin Laden, este gran empresario, que ha hecho su fortuna con la explotación de obreros de la construcción, especialmente palestinos, y que defiende un nacionalismo anti-imperialista no fundamentado en una comunidad nacional sino en la UMMA, la comunidad musulmana. Cuando ningún Estado parece osar enfrentarse a las potencias occidentales, éstas concentran su genio militar contra el enemigo interior, y en la intervención en Estados que rechacen colaborar ("hoy nos centramos en Afganistán, pero la batalla será más amplia. En este conflicto no hay territorio natural" Bush). Según las declaraciones de Washington, la guerra actual se distingue de las precedentes porque se desarrolla en la totalidad del globo y por lo que designa como enemigo. "Una lucha monumental del bien contra el mal" (Bush). Cuando la Casa Blanca decreta el Estado de Guerra, afirma que es una nueva forma de guerra que durará por lo menos diez años, que utilizará todos los medios, incluido el asesinato, la mentira y la tortura. ¿Qué diferencia se establece con el pasado? Se matará como antes, se mentirá como siempre, se torturará como en cada guerra. Sólo que ahora se dice a la luz del día. Como si la máscara ya no fuera necesaria, la democracia ostenta su verdadero rostro. Asistimos a la ofensiva excepcional de una sociedad de control en periodo de "paz social". Un arsenal de leyes cuyo uso preventivo consiste en instaurar el miedo y preparar los ánimos hacia la búsqueda permanente de un enemigo tan lejano y sin embargo tan cercano. En cuanto a los medios del anti-terrorismo, servirán para reprimir las contestaciones no-integrables (ciertas huelgas, movimientos de okupación, etc). PARANOIA DURADERAEn esta ocasión, las paranoias de todo tipo han estado a la altura del acontecimiento. Pensar que los atentados han tenido que ser obra de un Estado o que éste habría dejado hacer, le otorga al Estado un (super)poder, como si nada pudiera escaparle. Es engañarse respecto a la comprensión del movimiento contradictorio capitalista, que atraviesa al Estado. Igualmente, pensar que la situación actual sirve forzosamente al poder, significa creer que cada acontecimiento acaba siempre sirviendo a los grandes de este mundo. Podríamos leer así todas las luchas del movimiento obrero. La herramienta de control más eficaz es la estrategia del miedo, ofrecer la ilusión de que el Estado lo puede controlar todo y que la frontera de la legalidad no puede ser franqueada. De esta forma, todo es reconducido al marco del debate democrático. El diálogo es la ideología de los poderosos. Sin embargo, con medios relativamente débiles, el mito de la invulnerabilidad estadounidense se ha hundido al mismo tiempo que las torres gemelas. El consumo de antidepresivos de los estadounidenses se ha más que doblado después de los atentados ("sé que muchos americanos sentirán miedo hoy" Bush). ¡Se puede imaginar el estado de psicosis colectiva! Y a pesar de ello, la intención ha sido hacer de la carnicería algo higiénico (¿quién ha visto los cadáveres americanos?) y casi estética (las imágenes se parecían más al cine de Hollywood que a una realidad de carne y hueso). Todo se ha hecho para transformar la realidad en espectáculo, para hacerla virtual. En Afganistán, aunque los intereses por los hidrocarburos sean importantes, la intervención del los EEUU se parece más a una respuesta urgente después del 11s que a un plan preestablecido ("Aquí no hay objetivo de valor, no hay barcos que atacar no hay territorio que ocupar" D. Rumsfeld, secretario de defensa de EEUU). Aunque hace tiempo que hay esfuerzos de coordinación internacional en la lucha anti-terrorista, parece poco probable que tuvieran necesidad de hundir las Twin Towers para poder intervenir como y donde les pareciera. El Estado de Guerra decretado hoy hace las cosas un poco más claras, la política se polariza en amigo-enemigo, se entra en un periodo de relación de fuerzas más agresivo. Pero lo que nos interesa saber es en qué medida les será posible aplicar este arsenal represivo, pues tanto la redacción de las leyes como su aplicación sólo dependen de la relación de fuerzas social. Como se constata en lo cotidiano, a través de la okupación, la reapropiación, etc, las leyes traducen en forma legal el estado de las relaciones de dominación. No pueden definir las relaciones sociales existentes, y no podrán más que adaptarse al estado de guerra social. ¡Ni su paz ni su guerra! |