La vaga de lloguers a Barcelona

El movimiento de la huelga de alquileres, un proceso de 1918 hasta 1936

En los últimos años de la 1ª guerra mundial se produjo en Barcelona un constante aumento en los precios de los artículos de primera necesidad. En todos aquellos relacionados con la subsistencia, la carestía continuó durante toda la Dictadura de Primo de Rivera, e incluso en la República. Agravándose esta situación a partir de 1929 por efecto del crack de Wall Street, de manera que a este proceso inflacionario, se uniría un fuerte incremento del paro y la caída de la peseta, lo cual aumentaría aún más la ya de por sí difícil, por mísera, situación de los obreros.

Desde el año 1910 hasta el 1931 la población de Barcelona prácticamente se doblaría, pasando de poco más de medio millón de habitantes a superar el millón (1.005.989). Entre 1920 y 1930 llegarían a Barcelona unas 300.000 personas, mientras que toda la provincia pasaría, en el mismo periodo, de 1.349.282 a 1.800.640 habitantes.

Barcelona durante la Dictadura se convirtió en un lugar de llegada para obreros en busca de trabajo, dada la fiebre constructora que en ella se desarrollaban a cubierto de la gran obra propagandística que pretendía ser la "Exposición Universal" de 1929. Esta realización de grandes obras, montando la "Exposición" como excusa, facilitó a la burguesía catalana una nueva oportunidad para un rápido incremento de sus riquezas, al poder apoderarse de todo el dinero que el Estado destina para estos eventos y de todo el negocio que en torno a ellos se desarrolla.

A pesar del gran incremento de población (que representó uno de los mayores de Europa), la construcción de nuevas viviendas asequibles a los obreros fue mínima. De hecho durante toda la Dictadura que publicitariamente se jactaba "de ser el gobierno que más viviendas para obreros había mandado construir en Barcelona", tan sólo se construyeron por el Patronato Municipal de Habitación las 2229 viviendas, divididas en cuatro grupos, de las Cases Barates de Can Tunis, típico ejemplo de urbanismo de control, muy alejado del centro de la ciudad, con calles rectas flanqueadas por las viviendas organizadas como los barracones de un cuartel militar y en el centro de cada conjunto una plaza con la iglesia y para ratificar su función disciplinar cada recinto rodeado por un muro. Tenía más semblanza de campo de concentración o cárcel perdida entre los cultivos y el mar al pie de Montjuïc que de conjunto de viviendas.

En estas circunstancias, los obreros se amontonaban en pisos excesivamente pequeños, frecuentemente divididos por sus propietarios de tal manera que de uno hacían dos; en muchas ocasiones una familia podía disponer de una sola habitación en un piso en el que se apiñaban unas junto a otras. La elección se reducía a esto o a tener que alquilar una barraca de las consruidas desde Montjuïc hasta Poble Nou y la desembocadura del Besós, del Poblet al Guinardó, de Sant Adreu a Santa Coloma o de la Torrassa a Hospitalet... Mientras que en el Raval y la Ribera y algunas zonas del Eixample eran los terrados de los bloques de pisos los que se llenaban de barracas.

En todo este proceso de encarecimiento de la subsistencia, fue en los alquileres de las viviendas que alcanzaron un incremento de entre el 100 y el 150% en el precio mensual a pagar. En 1922, un alquiler de una vivienda para obreros variaba entre 15 u 20 ptas. al mes. En 1931 el alquiler era de 50 a 60 ptas. en el Casc Antic; de 60 ptas. en la Barceloneta (donde más pisos se dividieron); de unas 70 ptas. en el Poble Sec; de entre 45 y 55 ptas. en las Cases Barates y de 30 o 35 ptas. por una barraca de 9 m2 sin agua ni luz en Santa Coloma. Paralelamente a este fuerte aumento especulativo de los precios se producirían toda clase de abusos y presiones por parte de los propietarios, siendo el estado de las viviendas mayormente deplorable. Por su parte los salarios obreros o bien permanecieron estables o incluso disminuyeron al final de la Dictadura. En este mismo año se aprecia una fuerte subida en el precio de los alimentos y un paro que en la provincia de Barcelona es casi del 12%, llegando en el sector de la construcción a un 50%

Era pues evidente una permanente crisis de subsistencia y la consiguiente miseria entre los obreros. Esto propicio que en estos barrios obreros los vecinos se organizaran para paliarla, llevando a cabo acciones, por ejemplo, de reapropiación de comida o negándose a pagar los alquileres de las viviendas, o los gastos de luz y agua si los tenían.

En 1918, ya se tienen noticias de vecinos que se organizan para exigir una rebaja de alquileres y que dejan de pagar el alquiler como medida de presión, este mismo año la CNT organiza un sindicato de inquilinos que fija una reivindicación de un 50% en la rebaja del precio del alquiler. En 1922, este sindicato de inquilinos, con el apoyo del sindicato de la construcción de la CNT, convoco la primera huelga de alquileres en varios barrios obreros.

Pero será en el año 1930, cuando el precio de los alquileres subió abusivamente, cuando en el barrio de la Barceloneta se inicie espontáneamente una nueva huelga de alquileres que pronto se hizo masiva y que se extendió a otros barrios, a las Cases Barates, a Sans, a la Torrassa y a muchas zonas de barracas hasta llegar a Santa Coloma. La decisión de la huelga, así como todas las acciones de protesta que la acompañaban, se decidieron entre los vecinos en un proceso asambleario de democracia directa que reforzó el aumento y expansión de la movilización. En 1931, la llegada de la República supuso algo de ilusión para los huelguistas, pero no les llevo a desistir de su actitud. Sólo hicieron llegar al nuevo gobierno de la Generalitat su reivindicación de una rebaja del 40% en el precio de los alquileres y la exigencia de mejores servicios. La lucha se enconó y continuó extendiéndose en los barrios.

A pesar de que esta lucha había nacido en y de las calles, la CNT como organización se dio rápidamente cuenta de la magnitud e importancia de este tipo de lucha urbana contra la carestía. Así un grupo de cenetistas del sindicato de la construcción, que ya había apoyado al movimiento en sus inicios, estableció un contacto permanente con los vecinos más activos de los que habían organizado la huelga, creando en una reunión de dicho sindicato (en abril de 1931), la Comisión de Defensa Económica (CDE) cuya función sería estudiar el coste de la vida en Barcelona y su constante aumento. Lo que le llevó a imprimir gran cantidad de octavillas que eran repartidas por todos barrios.

El 1º de Mayo de 1931, la CNT convocó su manifestación en Barcelona con el lema "1º de Mayo contra el paro, la inflación y por la rebaja de los alquileres". Unas 150.000 personas llenaron el paseo del Triomf. La huelga de alquileres, en su punto más álgido, se alargó durante todo el año de 1931. Ante las medidas represivas, como las de desahucio, tomadas por las autoridades, los vecinos optaron por la acción directa de volver a realojar a los desahuciados en la misma o en una nueva vivienda. O bien, se impedía por la fuerza el desahucio, o se asaltaban las camionetas de los alguaciles y policías antes que llegaran al lugar que tenían destinado, etc.

En este ambiente represivo y en un intento de destruir por la represión no sólo la CNT, sino las redes de solidaridad en y entre los barrios, el gobierno de la República aplicó la recientemente aprobada "Ley de Defensa de la República" que permitía la detención de cualquiera al que la policía o el juez considerasen que había llevado a cabo "un acto de rebeldía contra la República". Finalmente la represión y la detención sistemática de los vecinos que después de un desahucio volvían a ser realojados en pisos ocupados, así como la ilusión, que pronto se demostró ilusa, de los huelguistas por el prometido por la Generalitat "Decret de lloguers", consiguió un receso en el movimiento de la huelga de alquileres. Lo que llevo a las autoridades y a los "prohoms" de la "Cámara de la Propiedad" a dar la huelga como "virtualmente por terminada".

Y sin embargo en muchos barrios como las Cases Barates, la Torrassa, el Clot, en el mismo Raval y en las zonas de barracas, mucha gente continuó en el año 1932 y siguientes con la buena costumbre de no pagar el alquiler.

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