Delumeau, Jean. El miedo en occidente.


La sociedad Occidental (es decir, la europa moderna) tiene su fundamento en el miedo, nació y se desarrollo en medio de los horrores de un mundo consumido por la ignorancia, la peste y la guerra y esos valores constituyeron el nervio de su filosofía.
El miedo es el elemento que a logrado cohesionar a este tipo de sociedades en torno a la lucha contra sus enemigos: Satán, la noche, los judíos, los brujos. Es la misma filosofía que hoy toma cuerpo en la cruzada contra el mal que han emprendido los estados occidentales, como Estados Unidos (hija dilecta de Europa) a la cabeza.

Jean Delumeau nos ofrece un fabuloso estudio de 640 páginas acerca de éste sentimiento llamado Miedo: cómo nació, cómo se desarrollo, cómo tejió el rostro íntimo del mundo moderno.
Delumeau nació en Nantes (Francia) en 1923 y ha sido profesor del College Francaise (1975-1994) y ha escrito unas 30 obras. Ha sido galardonado con el título de Caballero de la Legión de Honor y con doctorados Honoris
Causa en varias universidades europeas.
"El miedo en Occidente" fue publicado originalmente en 1978 y ahora aparece en español editado por Taurus, que lo incluye en sus clásicos.



Análisis del Doctor Francisco Escobar sobre la obra.

El observatorio intelectual de Jean Delumeau se dirige al período que va de 1348 a 1800, al territorio de la así llamada humanidad occidental. El objeto de observación y de análisis científico es una de las pasiones más universales y centrales de la mente humana, el miedo. "...no sólo los individuos tomados aisladamente, sino también las colectividades y las civilizaciones mismas, están embarcadas en un diálogo permanente con el miedo." El miedo, oculto tras la valentía y el heroísmo, cubierto por el velo de la temeridad y el orgullo masculino, fue conceptual izado por la cultura mucho más allá de su experiencia psicológica inmediata. Se le asignó a las clases inferiores y se les prohibió a los guerreros y a los
nobles. Sin embargo, independientemente de su definición social, la experiencia escalofriante y aterradora del miedo ha sido siempre una pura experiencia personal.
Asociado con la necesidad de seguridad como requisito de la vida, el miedo apunta a la inseguridad asociada con la muerte. Biológicamente es una muralla esencial frente al peligro, un reflejo que permite al organismo escapar a la muerte. Los antiguos lo veían como castigo de los dioses. El dios "Phobos" del miedo, luego daría nombre a las fobias de la psiquiatría
y a los traumas y terrores inconscientes del psicoanálisis. Las máscaras aterradoras, ejemplifican la presencia del miedo en la conducta de los grupos humanos, usadas en las ceremonias desde los pueblos llamados primitivos hasta nuestros modernos carnavales.
En el organismo del individuo, el miedo es una emoción precedida de sorpresa, provocada por la conciencia de un peligro que amenaza nuestra conservación: acelera los movimientos del corazón, hace rápida o lenta la respiración, contrae o dilata los vasos sanguíneos, cambia la secreción glandular, provoca constipación o diarrea, y hace el comportamiento
paralizante o violento. En la multitud, colectivamente el miedo se propaga por el fenómeno dela influenciabilidad, el carácter absoluto de los juicios, la rapidez del contagio, la pérdida del espíritu crítico, desaparición de la responsabilidad personal, subestimación de la fuerza del adversario, paso del horror al entusiasmo y de la aclamación a la amenaza de muerte. La suma de estas condiciones crea el clima de miedo.
Miedos repetidos crean una inadaptación profunda y conduce al malestar profundo que gesta la angustia, esa característica de la condición humana, el oscuro recinto psíquico donde se crea sin cesar el propio ser. Cuando esta angustia es culpable, el sujeto vuelve contra sí las fuerzas que deberían movilizarse contra las agresiones exteriores y se convierte así mismo en su principal objeto de temor. Si la naturaleza social del ser humano se hunde en el hecho biológico dela dependencia emocional del bebe respecto de su madre, sería en la vinculación social donde se hunden las raíces de su afectividad.
Los grupos humanos privados de la afectividad amorosa que el niño obtiene de su madre, los que son apartados y segregados con odio, indiferencia o rechazo por otros segmentos de la sociedad, y este miedo mutuo, provoca la violencia. Así ocurrió con el apartheid en Suráfrica, y así está ocurriendo con la guerra entre israelíes y palestinos en el Oriente medio.
Las inhibiciones, carencias de afecto, represiones y fracasos sufridos colectivamente por los individuos de un grupo, acumulan cargas de rencor susceptibles de explotar, liberando tanto en el individuo como en el grupo
fuerzas inhabituales y desconocidas. El arte religioso occidental popularizaron los refinamientos crueles de la flagelación y la agonía de Jesús, la degollación del Bautista, la lapidación de san Esteban, la muerte de san Sebastián a flechazos y de san Lorenzo asado en una parrilla. En las iglesias, las escenas de los martirios crearon un gusto por la sangre y la violencia.
Las escenas expresan un discurso de violencia sufrida y venganza soñada.
El miedo a la violencia, hace que el espectador, en vez de luchar o rehuir la violencia, se satisfaga con mirarla desde fuera y desde lejos. Asiste con pasión a las corridas de toros, a las carreras peligrosas, a los combates de boxeo y se sienta frente a las pantallas del cine o de la televisión a disfrutar de lo que lo horroriza.
Algunos miedos han sido permanentes, como el miedo al mar, a las estrellas, a los presagios, a los aparecidos, a la peste o la hambruna.
Algunos miedos se han alojado en algunas sociedades bajo ciertas coyunturas históricas. El miedo a la muerte, a Satán y a quienes los representaban, percibidos como enemigos de la sociedad, hicieron surgir listas de los males que podían provocar y de los agentes que se encargarían de perpetrar esos males. Los directores de conciencia sustituyeron la pesada angustia colectiva resultante del estrés acumulado, por los miedos teológicos, que condujeron a la mentalidad de asedio, a la
sensación de estar en estado de sitio permanente. Los caminos utilizados para salir del miedo, los olvidos, los remedios y
las audacias, incluyeron países de jauja y utopías, fervores místicos, ángeles de la guarda, santos de la buena muerte, y todo lo que pudiera crear un universo tranquilizador, donde el ser humano se libera del miedo y se abre a la alegría y a la paz espiritual.