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nº
28 octubre 02
Puchero:
las iniciativas contra la Europa del capital y la globalización
5
de octubre, 2º round: la periferia del trabajo asalariado
al asalto del cielo
Sean
Mallory
Se ha dicho, no sin cierta razón, que en Génova se cerró
el primer ciclo de las luchas globales. Un ciclo demostrativo, espectacular,
simbólico, en el que el movimiento global consiguió vencer
en toda regla la guerra de metáforas y reflejar al
mundo entero, con un juego habilidoso de enormes espejos reflectantes,
la realidad intolerable de unos poderosos encerrados en sus castillos
y sus zonas rojas decidiendo el contenido y la calidad de la vida de todos
y cada uno, mientras en las afueras se congregaba una multitud airada
que luchaba e imaginaba otro mundo posible. Pero ese ciclo
se cierra justo en el momento en que dos tiros atraviesan la nuca de Carlo
Giuliani en Piazza Alimonda y la policía tortura salvajemente a
decenas de manifestantes reducidos a simples cuerpos que lacerar.
Desde todos lados, se afirma que el movimiento debe arraigarse ahora en
las realidades locales, enriqueciéndolas con los contenidos y los
estilos globales, pasando de ser un movimiento de opinión
a uno de transformación, que practique la desobediencia
cotidiana, que abra espacios de contrapoder en los que tejer un lazo social
alternativo a la desocialización capitalista. Por supuesto, esta
apuesta, muy justa, tiene enormes implicaciones que los militantes del
movimiento global todavía están lejos de captar teóricamente
o aferrar prácticamente: ¿cómo intervenir en territorios
estallados como los barrios populares, que guardan sólo un vago
parecido con el espacio en el que se desenvolvieron las luchas vecinales
de los setenta? ¿cómo inventar luchas junto a los inmigrantes
que atraviesan el planeta, desposeídos de derechos por todas las
leyes de apartheid capitalista que segmentan étnicamente la fuerza
de trabajo? ¿cómo reinventar la huelga general en el mundo
de la precariedad, cuando los trabajos duran tan poco, los chantajes son
tan grandes y las posiciones de resistencia no tienen suelo bajo los pies
que defender (los derechos de los precarios, por ejemplo)?
El segundo ciclo del movimiento global afronta todos esos problemas inmensos,
agravados por la guerra global permanente que pretende liquidar pura y
simplemente a todos aquellos que no comprendan que la historia ha terminado,
los bárbaros precisamente, los que no hablan correctamente
la lengua del Imperio.
Durante la última primavera, entre otras cosas con la vuelta a
la escena política combativa de los sindicatos oficiales, en el
estado español se empezó a asumir tímidamente el
desafío de inventar modalidades de contestación a la altura
de ese segundo ciclo de luchas globales. Con el tema del trabajo en el
centro. La huelga general del 20 de junio, el encierro de inmigrantes
en la Universidad Pablo de Olavide en Sevilla y la contracumbre sevillana
coincidieron en el tiempo. La ruptura (efímera o no) de la concertación
social que supuso el decretazo, que agrava las condiciones
de precariedad que empezaron a gestarse y desarrollarse con el gobierno
socialista y sus propios decretazos de 1992 y 1994, llevó
directamente a una huelga general el 20 de junio, convocada por unas centrales
sindicales ofendidas por no poder gestionar esta vez los procesos de precarización
de la fuera de trabajo. La importancia de esa huelga reside menos en su
significación que en los efectos de redundancia, de condensación
y de proliferación de una multiplicidad de conflictos y de subjetividades
que el 20-j contribuyó a reforzar y cuya composición, lenguaje
y reivindicaciones no encajan ni mucho menos en el marco corporativista
y tradicional de la convocatoria oficial de huelga.
Esa riqueza que excede muy mucho la estrechez de miras de los sindicatos
se expresó durante el 20-j en los piquetes metropolitanos y de
barrio, compuestos en su mayor parte por jóvenes precarios, en
las acciones de reapropiación de la riqueza llevadas a cabo por
los colectivos que promueven el dinero gratis (www.dinerogratis.com),
en el piquete-encuesta de mujeres de Madrid, que combinaba las funciones
típicas de un piquete con momentos de comunicación en tiendas
y empresas madrileñas sobre las condiciones de vida y de trabajo
de las mujeres, en la desobediencia comunicativa de weblogs como acp.sindominio.net
o, en la denuncia práctica de la Ley de Extranjería como
modalidad de división étnica de la fuerza de trabajo por
la CGT o el SOC y un larguísimo etcétera. El marco oficial
fue agujereado aquí y allá por las reivindicaciones sobre
los derechos a la movilidad no forzada, al espacio, al salario y a la
ciudadanía de los sujetos productivos precarios en toda su extensión
(por supuesto, también las mujeres que ponen a trabajar cotidianamente
afectos, atención y cuidados y no son remuneradas por ello, por
supuesto también los inmigrantes sometidos a condiciones de neoesclavitud,
etc.).
Pero aunque la huelga general conserve estupendamente, a pesar de los
años, las capacidades mitopoiéticas que le asignó
Georges Sorel, que arrastraron a la movilización a multitud de
militantes no sindicalizados o escépticos con las consignas dominantes,
la huelga general del proletariado invisible está todavía
por inventar: quizá no tenga que pasar por una congelación
total de la actividad social, sino por su desvío y reapropiación
(trabajadores de la comunicación que no dejan de trabajar
sino que cambian el sentido de su quehacer laboral como teleoperadores,
mensajeros, diseñadores, periodistas, etc., saturando el sentido
de los flujos de información y recombinándose
políticamente).
Pero en todo caso, el conflicto difuso abierto en torno a la huelga general
puede deslizarse hacia su explosión en lo social si el proletariado
invisible sabe aferrar las inmensas transformaciones sociales y
psíquicas que componen el trayecto del fordismo al
posfordismo. En ese sentido, los procesos de coinvestigación
política sobre las formas de vida precarias puestas a trabajar,
la desobediencia generalizada frente a las medidas de excepción
que pretenden reducir la materia social a moléculas trabajadoras,
aisladas, mudas y obedientes, la guerrilla comunicativa que intervenga
sobre los códigos simbólicos dominantes que no dejan ver
la posición propia de los precarios más que al trasluz de
la perspectiva oficial de los sindicatos, la intervención sobre
el territorio como espacio fragmentado de reproducción del lazo
social, el trabajo en red para conjugar las luchas de los inmigrantes,
los trabajadores del cerebro y los afectos, el mundo del trabajo garantizado,
etc., pueden ser herramientas que permitan lanzar una nueva ofensiva sobre
el trabajo asalariado sin que haya posiciones hegemónicas que vuelvan
invisibles o formateen la multitud de sujetos productivos en juego. Y
de paso resolver así sobre el terreno el impasse del movimiento
global a las puertas de su segundo ciclo de luchas.
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