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nº
32 febrero 03
Puchero:
Perspectivas para el movimiento contra la globalización
capitalista
Reflexiones para
un presente en construcción
Almudena
C.*
Planteo
hacer unas reflexiones sobre la construcción política de
nuestras comunidades y la organización de un sentimiento de rechazo
a esto que muchos conocemos como capitalismo, y que otros muchos no entienden
como palabra, pero que todas de alguna manera u otra sentimos en nuestras
vidas o en nuestras carnes.
Estas reflexiones parten de mi trabajo o contacto en organizaciones sociales
en Los Ángeles y en otras ciudades de Estados Unidos, donde se
está desarrollando un modelo de organización social fuerte
y esperanzador. El sistema de sindicato piramidal, cuya fama bebe de un
pasado lleno de indudables victorias sociales y que a menudo no confronta
directamente los intereses fundamentales de las patronales o del sistema,
está siendo sustituido de manera innovadora por espacios horizontales
de organización política y social de las comunidades (1).
Frente a los centros creados por activistas para activistas, surgen espacios
de organización, espacios donde los colectivos que sufren determinadas
situaciones se organizan para cambiar su propia situación. Desde
el Garment Worker Center en Los Ángeles, al CIW (Coalition of Immokalee
Workers) en Florida, pasando por el Centro de Derechos Laborales o el
Comité contra la violencia contra los Asiáticos en Nueva
York. En ellos, la función de los organizadores, muchos de los
cuales han tenido el privilegio de tener una educación formal o
una experiencia política previa, es servir de apoyo o guía
de un proceso transformador para estos colectivos, de manera que sean
ellas y ellos los que decidan las maneras de solucionar el conflicto que
sufren. El paso de activista a organizadora se basa en un cambio de planteamiento:
ya no es dar repuestas absolutas para solucionar los problemas de otros,
ni grandes discursos cargados de fechas, sino hacer preguntas para que
cada uno y cada una, en el día a día del trabajo organizativo,
responda su propia verdad y entre todos construyamos esa verdad
colectiva, ese algo que nos une en una comunidad.
El trabajo de estas organizaciones sirve de ejemplo de esta manera de
afrontar el conflicto. El Centro de Derechos Laborales en Nueva York ofrece
asesoría legal sobre inmigración y derechos laborales, al
tiempo que imparte talleres sobre temas menores (por ejemplo,
sobre nutrición). Estos servicios han atraído a muchas personas,
en su mayoría mujeres trabajadoras de la limpieza, que han acabado
formando una cooperativa. La gente nos estamos despertando y nos
estamos informando... hay que despertar la conciencia en el pueblo,
dice la organizadora del centro, que llego a él hace seis años
sin conocer sus derechos tras haber sido explotada como domestica interna
durante ocho.
El Committee against Anti-Asian Violence reúne a jóvenes
asiáticos del Bronx neoyorquino, un barrio donde los problemas
fundamentales son la drogadicción, la falta de escolarización
(2) y la falta de futuro para estos jóvenes, en su mayoría
hijos de emigrantes. Agrupados en diferentes proyectos, a modo de comisiones
que luego reportan a la asamblea general, han montado una cooperativa
de ropa, una escuela de inglés y un taller de vídeo.
La Coalición de Trabajadores de Immokalee organiza a los trabajadores
mexicanos, centroamericanos y haitianos que recogen tomate en este pueblo
de Florida, el más pobre de todo Estados Unidos. Aparte de sufrir
a menudo esclavitud en el campo (es decir, trabajar por un salario mínimo
sujeto a condiciones infrahumanas y sin posibilidad de huir), un campesino
jornalero debe recoger 10 toneladas de tomate al día para recibir
el equivalente del salario mínimo, por lo que su situación
económica se sitúa por debajo del umbral de la pobreza.
Estos trabajadores, desde la nada, montaron su organización, llevaron
a juicio a terratenientes sin escrúpulo y acabaron haciendo una
gira en autobús por todo Estados Unidos el pasado marzo del 2001
para exigir que se les pague un céntimo más por cubeta de
16 kilos (3).
Finalmente, el Centro de Trabajadores de Costura cubre un sector en el
cual los sindicatos no quieren o no pueden introducirse, puesto que sindicar
una fábrica supone verla desaparecer durante la noche para que
aparezca a la mañana siguiente bajo otro nombre en otro lugar.
El Centro tiene su mesa directiva, rotativa y compuesta por trabajadores,
que toma las decisiones contando con la opinión de todos los miembros
del Centro. En él se dan talleres abiertos a toda la comunidad:
derechos laborales, de inmigración, de derechos de vivienda, y
recientemente, a petición de las mujeres del centro, de autoestima
para mujeres... Todos estos centros usan el puerta a puerta, el reparto
de folletos en la calle, en las fábricas o en las escuelas y sobre
todo, el boca a boca, para hacer llegar a la gente la noticia de la existencia
de un centro para y por ellos.
Estos nuevos colectivos surgen pues como respuesta a un modelo fallido
de sindicatos, pero también como respuesta a un modelo fallido
de activismo político. No pretendo asociar éstos con el
fracaso de los movimientos revolucionarios tradicionales que de manera
precisa Javier Elorriaga identifica con la búsqueda de la toma
del poder (4). Sin embargo muchas y muchos nos hemos visto participando
y dando nuestro tiempo, nuestra energía y a menudo nuestras vidas
a movimientos de activistas o militantes, cuyas luchas eran
legitimas y cuyo trabajo se materializa en parte en nuestra historia presente
pero cuyas herramientas de trabajo eran (a la vista de los resultados)
erróneas.
Recientemente, en un taller sobre el Plan Puebla Panamá en Los
Ángeles, surgió la pregunta de qué hacer, cómo
impedir u oponerse a este modelo. El debate fue intenso y enriquecedor
y salieron argumentos muy clásicos en torno a las herramientas
de cambio tales como el derrocamiento del sistema opresor capitalista
por el apropiamiento de los modos de producción, el
aprendizaje de la historia y de las teorías económicas y
políticas y la expresión de oposición
a través de manifestaciones y actos públicos. Muchos
de los allí presentes eran jóvenes anarquistas (que en EEUU
se plantea como un modo de resistencia personal ante un sistema impuesto
pero que a menudo no encuentra respuestas a largo plazo que eviten que
estos jóvenes con espíritu rebelde se integren de nuevo
en el sistema) acostumbrados a ir de mani en mani.
A pesar de entender la necesidad de que se escuche nuestra voz, a pesar
de entender la necesidad del estudio de la Historia, base de nuestro presente,
a pesar de entender la necesidad de un análisis intelectual de
nuestra lucha, también entiendo que esa lucha se queda en la nada
si no va acompañada de una organización social de base,
de la construcción de un tejido social de autogestión. El
sistema puede absorber nuestras voces, al sistema se la repanpinplan nuestros
libros, a menudo destinados a una elite intelectual que vive en el sistema
o del sistema. El sistema ha probado que no se deja arrebatar el poder.
(..) Organizándonos en comunidades (no necesariamente rurales,
sino comunidades organizativas) podemos crear ese tejido. ¿Por
qué dirigirse a la punta de la pirámide si el poder esta
en la base? El sistema se cae si la base de la pirámide se organiza.
Si todo México estuviera organizado en comunidades autónomas
de espíritu zapatista, ¿sobre quien gobernaría el
gobierno de México? ¿De que sirve el poder de arriba si
los de abajo ya se organizaron y establecieron su propio gobierno? ¿Sobre
quien ejercer el poder cuando los ejercidos son libres, son autogobernados,
son autónomos, son auto-determinados...?
Es decir, aunque considero importante leer, analizar, discutir, también
veo que el intelectualismo de salón no lleva a ningún cambio.
Ahora más que nunca, necesitamos convertirnos de activistas a organizadores,
necesitamos pasar nuestra palabra a la gente que comparte con nosotros
esa vida que queremos cambiar. En ese mismo taller que mencionaba, un
compañero recién llegado de Oaxaca comentó que el
zapatismo ha traído una nueva manera de pensar la lucha por que
le habla a la gente en un lenguaje que puede comprender, en un lenguaje
que incluye sus problemas y los hace visibles y cambiables. Aunque (en
palabras del subcomandante Marcos) el zapatismo no es una ideología,
sino una intuición, es un pensamiento que incluye diferentes
análisis. Pero vete a un campesino de Chiapas, o a una señora
de South Central, o a un homeless de Madrid, Londres, Tokio, etc... y
háblale del marxismo, del situacionismo, o de la dictadura del
proletariado... El zapatismo recoge toda esta herencia analítica
y la coloca en el corazón.
(..) No pretendo rechazar un análisis intelectual (¿no son
estas reflexiones un ejercicio intelectual?) sino hacer un alegato de
la intuición. (..) Es un cuestionamiento constante, sin respuestas
absolutas, a asuntos centrales en nuestra vida, desde la necesidad de
una vivienda a la necesidad de establecer relaciones interpersonales honestas(..)
que no tenemos que pedir permiso para ser libres, que sólo desde
abajo podemos cambiar, con la práctica diaria, el control de los
que ejercen el poder desde arriba.
No hace falta ser indígena en Chiapas, o esclavo en Florida, o
joven marginado en Nueva York, o costurero en Los Ángeles, para
organizarse y reclamar nuestros derechos, los de todos y todas, los de
nuestras comunidades. Ya no más luchar sólo para un futuro
que se adivina difuso. El futuro, de hecho, se está construyendo
día a día en este mismo momento por mujeres y hombres que
buscan buscamos- la manera de cambiar, simplemente, lo que no nos
gusta. Porque tenemos derecho a decidir nuestro propio futuro. Eso que
llamamos autodeterminación, eso que no es sólo una palabra
sino una intuición y una práctica, nace del corazón
mismo de todas y todos los que construimos, cada día, nuestro presente.
Haciendo de cada día una victoria... ...
*Militante
del Colectivo de solidaridad con Chiapas de Los Angeles. (Resumen Pepín)
(1) Reclamo la palabra comunidad, entendida como conjunto
de individuos unidos en torno a algo que nos es común. Depende
de nosotros que eso que nos une sea la búsqueda (individual) de
la supervivencia diaria o la búsqueda (común) de un cambio
de raíz, de un cambio radical.
(2) En EEUU el sistema educativo perpetúa de manera
paradigmática una estructura social piramidal, donde una pequeña
elite social tiene acceso a la universidad (la población universitaria
en EEUU supone tan sólo el 30% de los jóvenes) y los puestos
de trabajo y la posición social están directamente relacionados
con la titulación obtenida, de manera que cada individuo se mantiene
en la posición social asignada... Para dar un ejemplo, tan sólo
la mitad de los hijos de emigrantes latinos terminan el instituto, y sólo
el 15% obtiene algún diploma universitario.(The Economist, Noviembre
2-8 2002).
(3) Actualmente reciben unos 40 céntimos (de dólar) por
cubeta de 16 k.
(4) De realidades y necesidades Rebeldía, número
1, Noviembre 2002.
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