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nº
33 marzo 03
Puchero:
Perspectivas para el movimiento contra la globalización
capitalista
El movimiento anticapitalista
frente al triunfo de la socialdemocracia
Roberto
Delgado, Oscar Grácia y Carlos Rivadeva (La
Haine)
Las
movilizaciones masivas del 15-F, más allá de representar
una postura social mayoritaria contra la guerra en Irak, constituyen una
intervención política clara: mientras el sistema pretende
hacer creer que el espacio que tiene el pueblo para opinar son las urnas,
el 15F demuestra que el pueblo opina de hecho en las calles. Esa jornada
supuso un posicionamiento social contra la política del gobierno
-tanto en el ámbito puntual de la guerra como en muchos otros-,
contra la prepotencia de sus ministros, contra la catástrofe del
Prestige. La gente ha expresado masivamente su profundo descontento; y
desde amplios sectores se ha especificado que esto nos pasa por
haber votado a un gobierno facha.
Pero una vez apagado el triunfalismo de esas jornadas, como militantes
anticapitalistas debemos discutir y analizar lo ocurrido, y sacar conclusiones
para el futuro. Como aporte a esa discusión desde este espacio
lanzamos dos temas fundamentales:
1. La guerra va a producirse, más allá de haber logrado
sacar a 30 millones de personas a la calle; por lo tanto no se consiguió
el objetivo buscado.
2. La izquierda anticapitalista no ha desarrollado propuestas políticas
durante el 15F, por lo que debe crearlas con urgencia, para presentar
a la gente alternativas que posibiliten la consecución de las metas
de esta movilización coyuntural: parar la guerra.
No
se consiguió el objetivo buscado
En el plano organizativo, el 15F representa una victoria parcial del movimiento
reformista internacional, con sedes en Florencia y Porto Alegre, por un
lado, y de los partidos de izquierda, PSOE, IU, Refundación
Comunista italiano, Comunista francés, por otro. En el estado español,
el PSOE no sólo ha conseguido imponer sus criterios, pancartas
y cabeceras, sino que, a pesar de las permanentes ofensivas antiterroristas
y favorables a la guerra impulsados por sus medios de prensa como
El País-, ha sabido mostrar el apoyo a la expresión
democrática y ha cubierto ampliamente las protestas, influyendo
incluso en la canalización y organización de la participación
masiva, algo que en parte ha escapado a sus previsiones y a sus intereses
de controlar y contener el descontento social existente. En este ámbito,
cabe remarcar el alto peaje pagado por los movilizados a los intereses
del Gobierno en primera persona incluyendo su lema Contra ETA,
fuera de contexto y del problema planteado en las movilizaciones, respondiendo
a un claro chantaje político.
A pesar de que seguramente muchos aspectos contribuyeron a la decisión
de la gente de salir a la calle, el principal fue la repetición
hasta el hartazgo en medios pseudoinformativos y abiertamente
publicitarios del lema: No a la guerra. Y No a la guerra significa que
la gente no quiere que haya una guerra, venga ésta de los EE UU
o de las Naciones Unidas; la gente no quiere una guerra. Somos conscientes
de que muchos han participado en la movilización llevados por la
presencia de famosos o por otros motivos no políticos, pero también
hay seguramente un buen número que se va a sentir mortificado cuando
descubra la triste realidad: a pesar de los millones de manifestantes
en todo el mundo, la guerra seguirá y sigue adelante. Sin ir más
lejos, el imperio destruye Palestina y arrasa Colombia y lo tapa con sus
medios de difusión, que mientras en estos casos silencian, el 15F
publicitan y se ponen al servicio de un pueblo al que no respetan,
con intención de acaparar el discurso y reducir reivindicaciones
globales a movilizaciones anecdóticas.
En cualquier caso el objetivo de la socialdemocracia neoliberal no era
parar la guerra en Irak, puesto que no existen políticas orientadas
a este fin: el objetivo era sacar gente a la calle, y el PSOE se lleva
la palma, los votos, y sobre todo se llevará su objetivo más
próximo: ganar las elecciones sin necesidad de parar la guerra,
la cual apoyan. Parece claro que el poder económico prepara el
cambio de gobierno para contener un descontento social que va en aumento.
En cuanto a Attac y sus aliados, su objetivo era la manifestación
en sí misma: cuantos más millones, mejor. Que la gente demuestre
que no se amilana ante las ofensivas mediáticas y represoras; que
demuestre que es capaz de expresar sus opiniones. No importa si después,
cuando empiece la guerra, unos cuantos miles se sienten frustrados y piensan
que movilizarse no sirve para nada, ya que al final los que mandan
hacen lo que quieren.
La
izquierda anticapitalista no ha tenido propuestas
Repetimos una y otra vez que la socialdemocracia consigue que el pueblo
salga a la calle sacando a la superficie contradicciones sociales ya existentes,
creando subjetividad, pero sin conseguir en definitiva ninguno de sus
pretendidos objetivos políticos. En realidad si bien plantea en
el papel parar la guerra, se conforma con permitir que la
población se exprese, ya que constituye un acto de democracia
real (acto, en última instancia, delimitable ejercido bajo presión
mediática). Pero la cuestión esencial es que el proyecto
anticapitalista no sabe aprovechar estas situaciones de efervescencia
social para fortalecer una conciencia real y desarrollar un trabajo por
unas transformaciones profundas y estructurales.
Estas situaciones ponen de relevancia la incapacidad del movimiento anticapitalista
de dar una respuesta a la crisis del sistema, reduciendo su protagonismo
a la formación de bloques con lemas diferenciados dentro
de las manifestaciones unitarias, o lo que es lo mismo, corriendo
como ovejas detrás de la socialdemocracia y tratando de arañar
beneficio político de sus iniciativas. Las manifestaciones del
15F no suponen un ejemplo aislado. Han sido varias las situaciones en
que la socialdemocracia ha construido espacios de expresión y activación
de conciencias, y el movimiento anticapitalista ha tenido el único
papel de espectador inútil.
Si situamos el eje de las movilizaciones del pasado semestre europeo en
las tres grandes manifestaciones de Barcelona, Madrid y Sevilla (aunque
sin olvidar las destacadas movilizaciones llevadas a cabo en todo el Estado)
y le sumamos la Huelga General del 20J, tenemos todo un periodo de tiempo
donde la iniciativa global ha estado del lado de la socialdemocracia y
donde las expresiones más radicales de la Huelga General las protagonizaron
los piquetes de CCOO y UGT. El semestre europeo fue una oportunidad para
fortalecer el proyecto anticapitalista dado que se crearon buenas condiciones
para el desarrollo de trabajo político real y para la coordinación
de actividades en este sentido. Las movilizaciones estuvieron en mayor
o menor medida dentro del debate social. Pero las reivindicaciones realizadas
por los sectores disidentes han quedado en el vacío. Los puntos
esenciales del decretazo siguen en pie, las políticas contra los
inmigrantes, los terroristas y de explotación laboral,
profundizadas durante el semestre, siguen intactas.
Durante el semestre fue palpable el abandono de lo que hasta entonces
era la mejor estrategia de las luchas: el asedio de la población
al Poder económico o político y la visualización
de unos gobernantes electos obligados a encerrarse en búnkers militarizados
para protegerse de su propio pueblo.
En las asambleas de preparación de cada Cumbre se valoraron las
posibilidades de avance de una movilización hacia la zona donde
se reunían los representantes del capital. Pero estas opciones
se descartaron mayoritariamente por el miedo a la respuesta armada de
la policía y el ejército sobre los manifestantes, el ejemplo
de Génova y la histeria antiterrorista después del 11-S.
La tónica de las movilizaciones antiglobalización del 2002
fue la de relegar la iniciativa política a los sectores menos combativos.
Pero no siempre ha sido así en los últimos años.
En Seattle la izquierda transformadora hizo política y presentó
propuestas: demostraron que si los grandes no hacían caso a sus
manifestaciones pacíficas, había alguien que podía
ofrecer alternativas organizativas y políticas, que permitieron
conseguir el objetivo buscado: que la OMC no pudiera implantar su estrategia,
al menos en ese momento. En los meses siguientes a ese fin del año
1999, Washington DC, Filadelfia y Los Angeles vieron, a través
de la continuidad del movimiento y del surgimiento de expresiones como
Indymedia, los bloqueos de calles pacíficos o el Black Bloc, la
corrección de la estrategia aplicada por la izquierda anticapitalista.
El 15F nació en el Foro de Florencia y se mundializó en
Porto Alegre, liderado por Attac y el resto de sectores reformistas. En
el Estado español fue propagandizado por el PSOE, IU, los sindicatos,
los medios y la cultura del poder
sin dudarlo aparecieron millones
de personas en las calles. Sin embargo, ¿después del 15F
nuevamente nada?
Debemos
desarrollar alternativas
Ahora, una vez que hemos visto que la socialdemocracia ha permitido a
millones de personas alzar la voz en la calle diciendo paremos a
la guerra, comprobaremos que la guerra no la vamos a parar sólo
con manifestaciones multitudinarias.
Los sectores más combativos del movimiento pacifista, desobediente
y marxista libertario internacional, deberíamos lanzar una ofensiva
social ideológica, introducir un importante debate en la sociedad,
ahora que la gente ha empezado a hablar de política y a darse cuenta
que cuestionar al gobierno es posible.
Por una parte deberíamos situar el problema de la guerra como un
problema de clase; demostrar que mientras intentamos evitar la guerra
en Irak, los muertos se cuentan a montones todos los días en América
Latina o el Estrecho de Gibraltar. Y no solo por el hambre, la miseria
y otras consecuencias del capitalismo: mucha gente muere por
el enfrentamiento militar que los Estados llevan a cabo contra amplios
movimientos sociales que están cuestionando al gobierno y las relaciones
sociales existentes. Esta confrontación de clase no se produce,
por lo general, en términos pacíficos. Tampoco debemos olvidar
que la guerra también está en casa. Mientras todos exigen
la paz en Irak el 15F, en Euskal Herria se producen decenas de detenciones
políticas ilegales en apenas 2 semanas.
Por otra parte debemos discutir y presentar alternativas políticas
viables que desarrollar ahora y cuando quiera que el poder nos niegue
su atención y continúe con sus planes de guerra mirando
hacia otro lado como si no pasara nada. Hemos pedido paz al Estado. Y
si no nos la da debemos intensificar la lucha en todos los ámbitos,
pacíficos o violentos, contra ese Estado y sus estructuras de control
y opresión social, laboral, educativa, etc
porque queremos
y debemos imponer nuestros intereses irrenunciables e innegociables: los
intereses de la dignidad y la naturaleza humana, que son los intereses
de la mayoría del planeta. Y debemos imponer ese proyecto mediante
todas las formas posibles de lucha.
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