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nº
34 abril 03
Puchero
Marzo 2003: la
brecha
Colectivo
editorial IndyACP
Con más determinación si cabe que el jueves [20/3/3],
y desde luego con más rabia e irritación, miles de personas
atravesaron la ciudad, desde la embajada estadounidense hasta la Puerta
del Sol, interrumpiendo el tráfico, reclamando a los mirones que
se unieran, defendiéndose de la brutalidad policial (que ha incluido
botes de humo y pelotazos de goma a mansalva) con cualquier medio al alcance
la mano, gritando su ira contra el gobierno del Partido Popular y el régimen
estadounidense, etc. Y no sólo eso: el jueves, cuando se pasaba
frente al Congreso de los Diputados, se proclamaba a los cuatro vientos
¡que no, que no, que no nos representan! y en todas
las manifestaciones del viernes se ha coreado una y otra vez que lo
llaman democracia y no lo es. ¿No es significativo que éste
último grito, surgido en el pequeño cortejo organizado por
la FRAVM durante la manifestación que acompañó a
la última huelga general, encabece hoy el (algo gastado, ciertamente)
top ten de las movilizaciones contra la guerra? Sin duda,
la denuncia de la guerra que asola hoy Irak tiene que ver con las protestas
antiimperialistas de los años 60: son el preludio de una contestación
generalizada en el primer mundo.
La representación política está en quiebra. Sus figuras
y símbolos han sido duramente cuestionados durante estos dos días
inolvidables. Cada vez se hace evidente para todo el mundo que la instancia
política está secuestrada en todas partes por intereses
completamente ajenos a los que proclaman las constituciones occidentales.
Pero los gobiernos neoliberales del norte del mundo, como ocurría
antes en las dictaduras burocráticas en el este de Europa, no pueden
soportar ya ninguna crítica, ninguna brecha, por ínfima
que sea. Por ahí podrían colarse virus imparables que den
al traste con la poca legitimidad que tienen. El movimiento contra la
guerra tiene por ahora un carácter destituyente que podría
resultar tremendamente fecundo. Los gobiernos lo advierten y han decidido
romperle el espinazo (se acabó el recreo, dijo De Gaulle
en 1968, se acabó la agitación callejera ha
dicho Ansar).
La propaganda ya ha empezado a martillear su estribillo infernal: violentos-no
violentos, violentos-no violentos. Según esta
canción, que puede empezar a cansar y a perder efectividad de tanto
repetirse, los no violentos muestran públicamente su
indignación moral frente a la guerra en desfiles que circulan por
trayectos pactados y vuelven a su casa con la conciencia más tranquila.
Podrían cooperar incluso en la reconstrucción del Irak aniquilado
vía ONGs. Los violentos, repite la letanía,
son esos que prolongan las manifestaciones fuera de los circuitos legales
y se niegan disolverse cuando los porrazos de la policía lo indican
oportuno. ¿Podemos impedir que este esquema, bombardeado a conciencia
sobre todas las cabezas, cumpla bien su cometido? Durante estos dos días
de movilizaciones, el estribillo no se ha instalado plácidamente
en el cerebro colectivo: hemos visto a las multitudes organizando espontáneamente
su autodefensa frente a la policía sin remordimiento alguno, con
un sentimiento irrevocable de legitimidad en los brazos y en las piernas,
hemos visto a gente mayor improvisando precarias barricadas junto a alumnos
de instituto para impedir el paso a una policía bárbara
como pocas veces, hemos visto la superioridad ética de la gente
aguantando los chaparrones de la policía sentada en el suelo o
con las manos en alto, dejando bien claro que este movimiento es antimilitarista
en el sentido fuerte del término, se siente por todas partes la
importancia crucial de ser muchos y no pocos, ser distintos
y no un ghetto, respetar los ritmos autónomos de maduración
política sin forzarlos ni organizarlos o canalizarlos,
aprender incluso de la gente no politizada, que está
expresando una audacia y un coraje inauditos. Esos consensos son frágiles:
nacen de la experiencia compartida en la calle. Deberíamos trabajar
políticamente para afianzarlos: autoorganizando formas de proteger
nuestras manifestaciones, abriendo espacios para la reflexión colectiva
y la contaminación de las iniciativas, imaginando modalidades de
socialización alternativa, contrapoder y desobediencia diarias,
cotidianas, vivibles, etc., favoreciendo la politización generalizada
de la existencia. El movimiento global, durante su periplo histórico
desde Seattle, ha demostrado que se pueden desmontar estas oposiciones
binarias (violentos-no violentos, reformistas-revolucionarios, amigos-enemigos),
que se pueden construir formas de desobediencia civil masivas, abiertas
y transparentes, fuera de la alternativa entre la militarización
de las manifestaciones o la dispersión en pequeños grupos,
que se pueden construir grandes consensos en torno a nociones comunes,
que se pueden construir formas de organización que no aplanen la
heterogeneidad sino que partan de ella y la protejan, etc.
Hay que impedir que los aparatos políticos/sindicales, con todo
su afán de hegemonía y (por tanto) todo su miedo, reintroduzcan
en el corazón del movimiento en marcha esquemas binarios que sólo
estrangulan la imaginación y el cuerpo de la gente. Se trata de
permanecer unidos, pero no como un solo hombre, sino como
cómplices, amigos y compañeros que se niegan a interiorizar
el miedo que pretende inocular la estrategia policial de tolerancia
cero. Hay que abrir espacios para pensar e imaginar cómo
podemos multiplicar e intensificar cuantitativa y (sobre todo) cualitativamente
este movimiento contra la guerra global, concretando teórica y
prácticamente la noción de frente interno. Hay
que elaborar medios de comunicación alternativa tan poderosos como
los medios oficiales (en ese sentido, es increíble la experiencia
que estamos viviendo de cerca en el centro de medios construido
sobre el terreno en el CSOA El Laboratorio 03). E inevitablemente hay
que imaginar y (al mismo tiempo) experimentar formas de sedimentar y acumular
en otras formas de acción política todo el exceso subjetivo,
ético, político, afectivo, imaginativo, vital que se desparrama
por las calles de Madrid y del mundo desde hace días. ...
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