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nº 34 abril 03

Puchero


Futura humanidad internacional

Franco Berardi (Bifo)*
Rechacemos la representación euronacionalista y antiamericana de la situación actual. A la crisis de la unidad política europea debe suceder un nuevo internacionalismo.
En los últimos meses hemos visto aparecer una contraposición entre hegemonismo norteamericano y autonomía europea. Pero (..) ¿Podemos considerar a la gran Europa, la Europa de los Estados-nación y del gran capital financiero como una fuerza capaz de imponer el respeto de los derechos humanos? Más aún, ¿existe aún Europa, tras la fractura de las últimas semanas? ¿Podemos ver en la hegemonía francoalemena un proyecto europeo renovado, autónomo frente a los EEUU?
En esta perspectiva veo un grave peligro de nacionalismo europeo, (...) que se presenta como opuesto al belicismo de la presidencia Bush, y que se nos presenta como cercano al frente pacifista y antimilitarista; pero, ¿acaso no es esta proximidad una ilusión óptica? ¿No tiene detrás el peligro del resurgimiento de un nacionalismo fundado sobre el prejuicio antiamericano?
El último mes ha visto madurar de modo rápido y brutal las contradicciones implícitas en la construcción europea, y en el curso de la crisis que estamos atravesando se hará necesario evitar con cuidado una identificación “nacional-europeísta”. Para evitar este nacionalismo europeísta y antiamericano no hay otro camino que transformar la consciencia europeísta en consciencia internacionalista.
En el enfoque europeísta hay un peligro que ha aparecido con claridad en estas últimas semanas: el punto de vista europeo ofrece una representación de la realidad internacional como oposición entre los EEUU y la UE. Pero si contraponemos las virtudes de la posición europea a la brutalidad de la posición norteamericana, corremos el riesgo de representar la situación en términos nacionalistas europeos y como consecuencia antiamericanos.
El movimiento global contra la guerra no puede de ningún modo ser reducido a esta perspectiva. Es cierto, naturalmente, que existe una contraposición estratégica entre el hegemonismo americano y el eje francoalemán. Pero sobre esa base sólo se puede construir el frente de una nueva guerra fría que opondrá (las condiciones ya están dadas) capitalismo angloamericano y capitalismo francoalemán.
Es como si el siglo XX no hubiese ocurrido, o como si su único producto hubiera sido la bomba nuclear. El nuevo orden mundial sería el orden anterior a 1914 con ingenios de destrucción total.
No existen América y Europa. Hay que rechazar esta representación. Hay una opinión democrática de euroamericanos contra la guerra. Es una opinión ampliamente mayoritaria en Europa y cercana a la mitad en los EEUU (...)
Los destinos de Europa cuentan poco en este momento. Puede que de esta guerra Europa salga muerta. Lo que importa es la reaparición del internacionalismo (...), que en los últimos veinte años había quedado reducido a la solidaridad de los perdedores, debería adquirir, en el curso de la presente crisis global, la fuerza una perspectiva política mayoritaria.
¿Olvidar Europa, entonces? No, en absoluto. Debemos oponernos a la reducción del concepto de Europa a una entidad nacional, geopolítica o económica. Debemos afirmar un concepto de Europa como principio de construcción extensiva, postnacionalitaria y desde abajo. Eso es precisamente lo mejor de la experiencia europea: la creación de redes que no coinciden con ningún territorio, y que se extienden hacia áreas lejanas de la Europa histórico geográfica.
Al mismo tiempo es necesario elaborar un discurso sobre el futuro de los EEUU de América no marcado por el antiamericanismo. (...)La Norteamérica de hoy está cerca de una forma de fascismo militar. La presidencia Bush se encamina resueltamente hacia la imposición de un régimen violento, oligárquico, fascista.
En un artículo titulado ¿Ganar un imperio perdiendo la democracia?, Norman Mailer escribe: “la combinación del poder de las grandes empresas, el sistema militar y el fanatismo de la bandera ha creado ya una atmósfera prefascista en América”. Es difícil escapar a la idea de que el clan Bush tiene la misma peligrosidad que tuvo el partido nacionalsocialista alemán, sólo que con una mayor disponibilidad de armas de destrucción total, que a Hitler afortunadamente le faltaban.
Pero los EEUU de hoy no son como la Alemania de los años 30. Es necesario apoyarse en la contradicción entre la cultura democrática y libertaria de los americanos y el nazismo bushista si queremos escapar de la trampa que nos ha tendido la ideología de la guerra preventiva. Sólo la revolución en los EEUU podrá librar a la humanidad del peligro del fascismo global. Desde luego no lo hará la contraposición de las antiguas virtudes europeas a los vicios del hegemonismo norteamericano.
Bush es ante todo el enemigo de los americanos. Será en los Estados Unidos donde el movimiento global derrotará a Bush, su furia nacionalista y el liberalismo que ha producido esta locura. ...

* Traducción de Hendrix. Publicado en http://www.rekombinant.org/

 

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