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  nº 35 mayo 03

Víctimas de la precariedad
Las muertes de Anguita y Couso ponen de manifiesto las condiciones laborales de los “profesionales de la información”



ARTURO PRAT
El periodista Julio Anguita Parrado y el cámara José Couso son algo más que víctimas de un conflicto armado o de la impunidad del ejército norteamericano. Son también víctimas de la precariedad laboral: de la inestabilidad, la subcontratación y los contratos basura que afectan al conjunto de los trabajadores del estado español y, de un modo particular, a los que trabajan en los medios de comunicación. Anguita, que no pertenecía a la plantilla de El Mundo a pesar llevar trabajando para ese diario más de diez años, viajó a Irak como colaborador con la esperanza de que sus informaciones desde primera línea le permitieran convertirse en corresponsal fijo en Nueva York, un puesto que disputaba con la hija del director, Pedro J. Ramirez. Couso, que desde hace años trabajaba como autónomo para Atlas -una productora dependiente de Telecinco-, renovaba anualmente su contrato, por lo que cabe preguntarse si realmente tenía alguna opción de negarse a cubrir el conflicto sin poner en riesgo su puesto de trabajo.

¿Es posible que, como afirmó Herman Tertsch en El País, temieran menos a las bombas que a la precariedad laboral a la que estaban sometidos? Por desgracia, la pregunta se ha formulado en el contexto de una particular guerra de medios en la que el interés por desacreditar al adversario ha estado muy por encima del de sacar a la luz las condiciones laborales de los “profesionales de la información”.


La precariedad, el conjunto de dispositivos que dejan a los trabajadores sin protección ante los constantes vaivenes del “mercado”, no es patrimonio exclusivo de los empleos menos cualificados; afecta también a aquellos que trabajan en los grandes medios de comunicación, esas instituciones que normalmente ignoran, cuando no silencian, todo lo relacionado con la degradación de las condiciones laborales.

Anguita: inestabilidad en Nueva York
Anguita fue a la guerra convencido de que el estar en primera línea era lo único que podría mejorar su situación laboral. Según Mercedes Gallego, la corresponsal del Grupo Correo con quien realizó el curso de formación para acompañar a los marines, “la presencia de la hija de Pedro J. Ramírez y su novio en Nueva York le hacía temer por su puesto de trabajo. Años atrás había pedido la excedencia de su puesto fijo en la redacción de Madrid para irse de colaborador a Nueva York, donde se convirtió en la mano derecha de Carlos Fresneda, el corresponsal jefe. Pese a lo unido de este dúo de corresponsales, Julio consideró una traición que Carlos le sustituyese temporalmente con la pareja que amenazaba su puesto, mientras se iba a Irak.”. Asimismo, Gallego relata que, a su paso por Madrid antes de ir a la guerra, Pedro J. “sólo le dedicó unos minutos” que fueron para “negarle en redondo que fuese a darle la plaza de plantilla en Nueva York por la que había estado luchando tantos años. La amenaza de que el director le dejase sin trabajo en cualquier momento no le permitía establecerse y tomar las riendas de su vida en esa ciudad sin una garantía de tiempo mínimo por delante.” Ello explicaría que Anguita le hubiera dicho a ella misma y a algunos de sus compañeros de la redacción de El Mundo: “no dejéis que Pedro J. venga a mi entierro y se cuelgue medallas a mi costa”.

La situación de inestabilidad que hizo que viajar a Irak se convirtiese en una “gran oportunidad” para Anguita es un dato más que significativo que, sin embargo, ha sido totalmente omitido en las respuestas que El Mundo ha dado a las críticas en su contra vertidas, fundamentalmente, por Gallego y Herman Tertsch (El País). El Mundo ha demostrado la falsedad de la acusación de que Anguita tuvo que comprarse él mismo un chaleco antibalas y carecía de seguro de vida, lo cual ha obligado a Tertsch a rectificar. Pero el diario madrileño no ha podido probar que, tal como ha afirmado, Anguita fuera a reincorporarse a su plantilla el uno de mayo, ni mucho menos ha desmentido su situación de inestabilidad laboral. Por el contrario, a través de un editorial ha proclamado que Anguita “tuvo la suerte de trabajar en un gran periódico y supo aprovechar oportunidades que la inmensa mayoría de los profesionales de su generación hubiera deseado para sí”, reconociendo implícitamente que su situación era la de un privilegiado en relación a la de la mayor parte de sus trabajadores.

Couso: subcontratación en Atlas
A efectos legales, José Couso era “empresario de sí mismo”: trabajaba para la productora José Couso SL, una empresa que tuvo que constituir para cumplir el requisito de facturar sus imágenes que le exigía Atlas, la productora para la que trabajaba casi en exclusividad desde hacía ocho años. A su vez, Atlas trabajaba y trabaja para Telecinco, la cadena de televisión que posee el 100% de sus acciones.

Así pues, Couso era un falso “free lance”, un trabajador autónomo que prácticamente dependía de un solo dador de trabajo. Sus imágenes se emitían en Telecinco, pero ni la cadena ni Atlas le garantizaban estabilidad alguna -Couso renovaba su contrato mercantil con la productora cada año-, le suministraban el equipo necesario -la cámara que llevó a Irak, una Betacam valorada en 40.000 euros, era suya-, o corrían con los gastos de un seguro -por lo que se ha hecho público hasta el momento Couso carecía de seguro, aunque Telecinco, eso si, se ha comprometido a indemnizar a su familia como si se tratara de un trabajador de la propia cadena-.

La punta del iceberg
Pero las historias de Anguita y Couso no son casos aislados. La Federación de Sindicatos de Periodistas (FESP) señala que el 47% de los trabajadores de la información se encuentran en una situación precaria, y que si gran parte de la opinión pública lo desconoce es por “la cortina de silencio” que los propios medios extienden sobre sus reivindicaciones. El modo de funcionamiento de Atlas, que cuenta con dos trabajadores en plantilla y 21 equipos de “free lance” formados por dos personas cada uno, está muy generalizado en el sector.

Esta situacuón no va a cambiar hasta que los propios afectados no hagan algo para remediarlo. La convulsión que para camarógrafos, fotógrafos, periodistas, etc. han supuesto las muertes de Anguita y Couso ha permitido que se diera un primer paso en ese sentido: la indignación manifestada durante los primeros días contra la guerra y la actuación del ejército norteamericano se ha transformado en indignación contra el régimen de precariedad, las condiciones laborales de los “profesionales de la información” han salido a al luz y en algunos foros se ha comenzado a hablar de medidas reivindicativas teles como un plante o una huelga de periodistas.


¡¡¡Asesinos!!!

Comunicado leído por hermanos de José Couso Permuy al final de la manifestación en Madrid el 10 de abril de 2003, día de la huelga general contra la guerra

Que no os digan, como afirman desde el Gobierno, que nuestro hermano murió en un “doloroso accidente”, que había francotiradores o que ya sabía el peligro que corría.

Que no os digan, como afirman desde el Gobierno, que su muerte la utilizará el régimen iraquí, o que su muerte crispa mas a la opinión pública y hay que olvidarse..., o que es “algo sorprendente”.

A nuestro hermano lo han ASESINADO.

Lo han ASESINADO los mercenarios del Imperio.

Que no quieren testigos.

Que no quieren voces ajenas a sus noticieros marca Disney, donde las bombas son “inteligentes”, las guerras son “humanitarias” y los muertos civiles son “daños colaterales”.

Han ASESINADO a nuestro hermano para advertir a la prensa que o camina con ELLOS o se tropieza con la muerte.

Lo han ASESINADO desde la impunidad del poderoso, sabiendo que no hay que dar explicaciones, que intentarán que nadie sea juzgado, que jamás sepamos la verdad.

En estos días tristes David, Bárbara y Javier comentábamos que, si son capaces de ASESINAR a un periodista acreditado como nuestro hermano, en pleno centro de Bagdad y a ojos de toda la comunidad internacional, ¿qué no estarán haciendo con los civiles o con los que consideran enemigos que encuentran a su paso?
Estos sinvergüenzas que en nombre de la moralidad son inmorales, que en nombre de la libertad la aplastan, que en nombre de la vida matan...

Pero hay otros, PEORES. Como decía el poeta “los bueyes que doblan la frente”, los adláteres, los sumisos, los cómplices, los que se arrastran, los comparsas, los pelotas, los chupatintas, los indignos, los arrastrados, los “bienpagaos”,... que desde este gobierno desprecian a su pueblo y se alían con el Imperio.

Y en medio: nosotros, “los leones que levantamos la frente”. EL PUEBLO. Que hemos salido a la calle, con nuestras manos, nuestros puños, nuestros gritos, nuestros cantos, nuestros lloros, nuestras canciones, nuestras heridas, nuestra resistencia, nuestra valentía.

¡Sabed poderosos! Que en este pueblo aún hay dignidad para enfrentarse a la muerte y la barbarie, para deciros que vuestro Imperio no nos gusta y lo combatiremos siempre.

Hoy, JOSE COUSO, NUESTRO HERMANO, estés donde estés te digo, rodeado de este pueblo valiente, que odiamos la guerra de los ricos y que BUSH, BLAIR y AZNAR sólo tienen un nombre:

¡¡¡¡ASESINOS!!!!

David, Bárbara
y Javier Couso Permuy
Madrid, 10 de abril de 2003

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