|
|
nº
35 mayo 03
Los movimientos
sociales argentinos afrontan la represión en vísperas de las
elecciones
PEPÓN
El 27 de abril tuvieron lugar las elecciones en Argentina en un clima enrarecido.
Sirvan de ejemplo el que la pobreza alcanza al 57% de la población,
que está pendiente una reforma del sistema bancario, que el FMI quiere
negociar en el marco de un nuevo acuerdo, que los candidatos
electorales con más posibilidades tienen que pagar al público
para que acuda a sus mítines, en un contexto de desprestigio de las
instituciones, pero también de resignación de una parte de
la población. A esto se le suma un repunte de las protestas populares
a causa de las constantes provocaciones de la judicatura y de un gobierno
que mira para otro lado ante las exigencias sociales.
Para hacernos una idea de la situación actual, reproducimos un articulo
de contexto y varias informaciones sobre agresiones a los organismos populares.
Para
ampliar información: redaccion@anred.org, www.obrerosdezanon.org,
prensaobrerosdezanon@neunet.com.ar, www.argentina.indymedia.org.
Una clara escalada represiva contra nosotros
>> El 14 de abril la policía desalojó a la asamblea
barrial de Lezama Sur (...). El 18 de abril a la madrugada, cerca de 300
uniformados arremetieron brutalmente otra vez contra los trabajadores
de Brukman. Durante la misma semana, la mayoría de los candidatos
presidenciales (con especial dedicación Carlos Menem y Ricardo
López Murphy) centraron sus discursos de campaña en la expulsión
de los piqueteros de las calles. En batallas verbales disputaron quién
reprimirá más fuerte a los desocupados organizados. Ni los
aprietes, ni los desalojos, ni la criminalización de la protesta
son nuevos, pero está cada vez más claro que forman parte
de un mismo rompecabezas.
En una pequeña carta que hizo circular por Internet, el Chango,
un vecino humilde de la Asamblea Popular Caminito, daba la noticia de
que junto con sus pares acababa de recuperar una ex sede bancaria en la
Boca e instalado allí un comedor. Fue algo muy especial para una
asamblea que no hace mucho descubrió varios chicos desnutridos
entre su gente, una situación favorecida por la dificultad en el
acceso a los bolsones de comida. Confesaba el Chango, a la vez, su temor
porque varios locales de asambleas han sido desalojados. No
entiendo, acotaba, por qué el Gobierno y muchos vecinos desinformados
no nos apoyan en vez de considerarnos enemigos. (...)
La máquina de expulsar y amedrentar se dirige al activismo que,
aunque en algunos casos preexistente, cobró ímpetu después
del 19 y 20 de diciembre de 2001. Para actuar suele invocar la propiedad
privada o algún otro argumento económico y se mete en aquellos
espacios que vienen mostrando ser laboratorios de proyectos transformadores
(algo de lo que la dirigencia política carece): empresas o edificios
deshabitados y reconvertidos en comedores o centros culturales por vecinos
y desocupados, fábricas quebradas o vaciadas resucitadas por sus
obreros, instituciones públicas o privadas rescatadas por asambleístas.
Uno
tras otro
Cuando los ex obreros de la fábrica Sasetru, en Avellaneda, comenzaban
a hacer funcionar la empresa alimentaria que llevaba 19 años cerrada,
llegaron 700 policías para echarlos, reprimiéndolos con
balas de goma y gases lacrimógenos. El abogado de los trabajadores
fue detenido.
El 23 de marzo, 50 efectivos de Infantería entraron al predio recuperado
por el Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) de San Telmo para
sacarlos apuntándoles con sus ametralladoras y llevarse cuatro
detenidos.
El 11 de abril un pelotón de Infantería reprimió
a un grupo de cartoneros que había cortado el Puente La Noria.
La televisión mostraba arrestos, pero la policía los negaba.
La asamblea popular de Parque Avellaneda, que tiene un comedor que atiende
a más de 150 personas por día, fue atacada a balazos. Los
caceroleros de Boedo fueron desalojados del local de una veterinaria vacía
donde hacían sus actividades y los de Haedo y Paternal están
hace días bajo amenaza de correr la misma suerte.
Los asambleístas de Córdoba y Anchorena, que batallan hace
un año para que el Centro de Salud 11 funcione y distribuya leche
a los pobres, habían sido invitados por las autoridades a una reunión.
Al llegar a la cita los esperaba un cordón policial y el anuncio
de que la directora les había iniciado una causa judicial por una
toma pacífica del lugar que habían hecho días antes
para debatir cómo sacarlo a flote.
La asamblea de Floresta, que nació con las protestas por asesinato
de los tres chicos de ese barrio a manos de un ex policía, sufrió
hace dos semanas el secuestro con torturas, por 36 horas, de uno de sus
miembros.
En los mismos días, la Justicia de Salta encarceló a cuatro
piqueteros [que a fecha de hoy siguen encarcelados].En todos los desalojos
de viviendas donde aparecen organizaciones sociales resistiendo hay un
gran despliegue de fuerzas de seguridad. El caso del Padelai, en San Telmo,
fue impresionante. La policía valló tres cuadras a la redonda.
El operativo dejó más de 10 heridos y 50 detenidos. Hay
montones de otros ejemplos por todas partes. (...)
En
alerta
La expulsión de la asamblea Lezama Sur, a la que se agregó
la de la textil Brukman, terminó de decidir a un enorme grupo de
intelectuales y académicos a intentar conformar una red antirrepresiva.
Vemos una clara escalada represiva, que se acentúa en un
momento de vulnerabilidad de los movimientos sociales donde convergen
dos cuestiones: en el orden electoral, la derechización del gobierno
y de la política, y en el orden interno de las organizaciones,
más allá de la movilización, aparece una fragmentación
preocupante. Es cierto que la contienda electoral produce realineamientos
internos, pero a su vez tiende a imponerse más una lógica
de conflicto que de cooperación. Como intelectuales creo que debemos
unificar posiciones en torno de un discurso antirrepresivo antes que ahondar
las contradicciones político ideológicas, analiza
la socióloga Maristella Svampa. A ese panorama, dice, se suma cierta
naturalización del accionar represivo, ligada a que hay poca información
y a que parece estar cerrándose ese espacio de resonancia que se
había abierto en las clases medias y las fuerzas sociales movilizadas.
A raíz del 26 de junio, cuando la gente se movilizó para
denunciarlos asesinatos de Maxi Kosteki y Darío Santillán,
parte de la sociedad descubrió otras dimensiones de las organizaciones
piqueteras (por ejemplo, el trabajo solidario). Pero eso se está
perdiendo. Sectores otrora llamados progresistas, asustados
por el (supuesto) desborde social, terminan avalando en nombre
de la gobernabilidad candidatos que proponen salidas duras
y neoliberales, completa Svampa. (...)
Norma Giarraca, socióloga rural, piensa en voz alta: ¿Qué
quiere el Gobierno, qué quieren los políticos? ¿Demostrar
que va a terminar con los movimientos sociales antes de las elecciones?
Es insólito que con la creatividad que estas organizaciones demuestran
para crear condiciones de vida, los ataquen en lugar de apoyarlos. (...)
Hay una gran intolerancia, del neoliberalismo más fundamentalista
que llevó al país a la crisis.
El poder político, por lo pronto, parece desnudar a través
de los desalojos e intimidaciones de índole diversa, su reacción
ante la debilidad más profunda y frente a la certeza de la falta
de legitimidad con que tendrá que lidiar cualquiera que llegue
a ser gobierno. Para los movimientos sociales emergentes, este escenario
señala un momento de puesta a prueba de su capacidad de cohesión,
proyección y resistencia.
Extraido
de Página12.
Ataques a dos emblemáticas fábricas ocupadas: Zanon y Bruckman
PEPÓN*
El 8 de abril era confirmada judicialmente la orden de inventario, toma
de posesión y desalojo policial de la fábrica de Cerámica
Zanon, en Neuquén. Zanon fue ocupada, puesta a funcionar y gestionada
por 310 obreros, convirtiéndose en uno de los símbolos del
movimiento de ocupaciones obreras en Argentina. La juez de Neuquén
aceptó la petición de la propiedad de la empresa (que la
había abandonado, tras un cierre patronal, dejándola con
ingentes deudas) para hacer valer sus derechos. En respuesta, los obreros
iniciaron una campaña de movilizaciones y de búsqueda de
solidaridad, cosechando una oleada de apoyo que culminó el 14 de
abril, cuando, ante una concentración de apoyo de más de
2500 personas a las puertas de la fabrica, los síndicos de la propiedad
se retiraron y no intentaron recuperarla. El primer round lo ganamos
nosotros (..) y eso es muy importante dijo Raúl Godoy, secretario
general de Filial 21 del Sindicato de Obreros y Empleados Ceramistas de
Neuquén (SOECN). Lo que pasó en el día de hoy
nos demuestra que estamos ante una bisagra de nuestra lucha. Ahora no
hay más miedo por un posible desalojo y menos después del
apoyo que recibimos de la gente. Exigimos la única solución
durable y confiable para nuestro conflicto: la estatización [bajo
control obrero] de Zanon, y en un paso más, las exigencias
obreras incluirían un gran plan de obras públicas, viviendas,
escuelas y hospitales.
Desde hace más de un año, más de 270 obreros y obreras
de Zanon han garantizado sus puestos de trabajo y un sueldo. El control
obrero que están ejerciendo posibilitó la creación
de más de 40 nuevos puestos de trabajo. Son más de 1.500
neuquinos los que viven dignamente gracias a esa lucha, en la que ha sido
fundamental el apoyo de sectores de la Universidad Nacional del Comahue,
la gente de base de los barrios, desocupados del MTD, enfermeros, médicos
y la gente en general.
Menos suerte tuvieron las 54 trabajadoras del textil de la fábrica
ocupada Brukman, en el centro de Buenos Aires. El 18 de abril, un impresionante
operativo policial desalojó por sorpresa a las 6 obreras que montaban
guardia. Tras cuatro días de intentos infructuosos de negociación
con políticos y diversas autoridades, por decisión de su
asamblea, cuatro trabajadoras, arropadas por unas 7000 personas, intentaron
entrar pacíficamente en la fábrica, desobedeciendo el impresionante
despliegue policial. La respuesta fue una salvaje represión: más
de 60 detenidos y 100 heridos tras horas de una durísima batalla
campal, en la que vecinos, trabajadoras y demás personas concentradas,
intentaron defenderse de la policía, que acabó tomando militarmente
el barrio durante varios días. Lejos de amedrentarse, las trabajadoras
acamparon al límite del cordón policial. El 24 de abril,
el cordón policial retrocedía hasta la puerta de la fábrica,
tras el manifiesto hartazgo de vecinos y comerciantes del barrio ante
la ocupación policial y una manifestación en apoyo a las
desalojadas. Las trabajadoras de Brukman plantean la expropiación
definitiva y sin cargo para continuar con la producción bajo gestión
obrera, que el Estado garantice los salarios de convenios y otorgue un
subsidio (..), y por último, que el Estado compre parte de la producción
para abastecer de sábanas a los hospitales, guardapolvos a los
colegios y ropa a la población carenciada, en el mismo sentido
del plan de obras públicas que plantean los ceramistas de Zanón,
aunque están dispuestas a negociar, siempre que la policía
se retire de la fábrica.
Desde el 18 de diciembre de 2001 en que fue ocupada, Brukman fue pilar
del movimiento nacional de fábricas recuperadas. Hubo varios intentos
fallidos de desalojo, porque cuando los hermanos Brukman (empresarios
que adeudan millones a Hacienda) vieron que la fábrica retomaba
la producción, se acordaron de que era suya. Para ello contaron
con la ayuda de la resolución de los jueces Bonorino Peró
y Piombo (nombrados durante la dictadura) que ordenaron el desalojo. No
hay supremacía de la vida y la integridad física frente
a los intereses económicos, dice el texto que entregaron
a un grupo de abogados que exigieron que se hiciera pública esta
resolución, en la que también consta que el desalojo se
debía realizar bajo secreto de sumario y previas
tareas de inteligencia que debían llevarse a cabo de manera encubierta,
para determinar cuál era el mejor momento para ejercer la orden
represiva.
*Fuente: obreros Zanon, Elio Brat, Rebelión y trabajadoras de Brukman
|