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nº
35 mayo 03
Brigadas
internacionalistas contra la guerra Mohammad Belaidi
Bagdad no recibió a los ocupantes como libertadores
CARLOS
PLUSVALÍAS*
>>La ocupación de Iraq se está
presentando como la caída del régimen afirma Carlos
Varea, portavoz de los siete, inicialmente nueve, brigadistas contra la
guerra que permanecieron en Bagdad durante las tres semanas de bombardeos
lo que supone una malinterpretación interesada. Esencialmente, lo
que ha ocurrido es que lo que se viene abajo, con la ocupación, es
un estado y una sociedad que queda conmocionada y paralizada, en la que
todo el mundo se retrae y se vienen abajo las estructuras que estaban funcionando
bien, incluso durante los bombardeos, no sólo las estrictamente gubernamentales,
si no lo que eran los servicios públicos.
En la mañana del 9 de abril, pocas horas antes de que la primera
fila de tanques invasoras llegara a la plaza de la revolución, los
característicos autobuses de dos pisos rojos con un franja blanca
seguían cruzando los puentes del Tigris. La vida cotidiana de la
capital iraquí durante los veintiún días de bombardeos,
según nos cuentan los brigadistas, se mantuvo en una relativa normalidad.
Las
brigadas Mohammad Belaidi
Mohammad Belaidi fue un socialista árabe argelino que, en 1936,
acudió en auxilio a la República española ante el
golpe de estado de los generales Franco, Mola y Sanjurjo. No fue el único
árabe que participó en las brigadas internacionales. El
27 de diciembre de 1936, en la sierra de Teruel, cazas nazis derribaron
el avión en el que servía de ametrallador y causaron su
muerte. El nombre de Mohammad Belaidi ha sido el reivindicado por la iniciativa
del Comité de Solidaridad con la Causa Árabe y la Campaña
Estatal por el Levantamiento de las sanciones a Iraq, Brigadas Internacionales
contra la Guerra en Iraq.
El 16 de febrero, después de que se vivieran, contra la guerra
en Iraq, a lo largo y ancho del estado español las mayores manifestaciones
que se recuerdan, partieron los componentes de la primera de las cinco
brigadas, la catalana, que mantendrían una presencia constante
de ciudadanos del estado español en Iraq hasta el 12 de abril.
A la brigada catalana, seguirían la andaluza, la valenciana, la
asturiana, la madrileña y la vasca. En cada una de ellas participaron
unas venticinco personas, así como miembros de los medios de comunicación.
Dos días antes del inicio de la brutal e ilegal agresión
angloaustralianonorteamericana patrocinada, entre otros aunque con mayor
vehemencia, por el régimen de José María Aznar López,
nueve de los brigadistas (María Teresa Tuñón Álvarez,
María Rosa Pañarroya Miranda, Ana María Rodríguez
Alonso, Belarmino Marino García Villar, José Bielsa Fernández,
Imanol Telleria, Javier Barandiarán, Manu Fernández y Carlos
Varea González) comunicaban su determinación de permanecer
en Bagdad uniendo su suerte a la del pueblo iraquí.
El lunes 28 de abril, los brigadistas han presentado un informe en el
que documentan 42 ataques contra la población civil en Bagdad(1).
Los ataques de los primeros días -nos cuenta Carlos Varea
no están consignados en el informe porque pensábamos que,
como se decía, eran ataques quirúrgicos que iban dirigidos
contra los palacios presidenciales y los edificios oficiales, veíamos
que había habido alguna matanza de población civil, pero
finalmente nos dimos cuenta de que éstos eran sistemáticos
y premeditados, y comenzamos a documentarlos. Hemos contabilizado y documentado
42 ataques, y estos son sólo una mínima parte de los que
se produjeron, ya que solo visitábamos cinco de los cuarenta hospitales
existentes en Bagdad. En el informe hemos podido documentar 204 víctimas
mortales y 583 heridos de diversa consideración.
Normalidad,
símbolo de dignidad
Los primeros días de bombardeos afirma Varea
hubo un retraimiento, pero, a pesar de que enseguida se empezó
a bombardear a plena luz del día, la vida normal se mantenía
esencialmente en los barrios populares. Allí estaban los mercados
abiertos, la gente trabajando, los chavales jugueteando por las calles
(los colegios se cerraron el 18 de marzo). El servicio de transportes
seguía funcionando, seguía habiendo atascos, la gente seguía
circulando normalmente, y las tiendas fueron poco a poco reabriendo. La
mañana en la que entraron los norteamericanos, la situación
era de relativa normalidad.
Prácticamente nadie salió de la ciudad, aunque en ningún
momento se impidió la salida ni la entrada en la ciudad. Había
familias que se trasladaban a la periferia después de que bombardearan
su barrio, pero la gente se mantenía en el amplio perímetro
metropolitano 50 kilómetros de radio de Bagdad. Esto
llevó a casos paradójicos de familias que salieron de la
ciudad para refugiarse en pueblos cercanos donde encontraron la muerte.
La última semana antes de la ocupación se impuso un toque
de queda de seis de la tarde a seis de la mañana, pero esencialmente
afectaba a la entrada y la salida de la ciudad, porque por la ciudad no
se respetaba.
Varea destaca que había una situación de incredibilidad
ante el hecho de que las tropas norteamericanas pudieran llegar a ocupar
Bagdad. Esa sensación de determinación a resistir
se había transmitido al mundo, de ahí que la rápida
ocupación de la capital iraquí sorprendiera a propios y
extraños. Fue todo más rápido de lo que esperábamos
afirma el brigadista pero no creo que se pueda decir que las
milicias no combatieron. Nuestra percepción es que en lo que fue
la defensa de Bagdad no había prácticamente ya ejército
regular. Hubo batallas muy fuertes en torno a la toma del aeropuerto y
en la periferia este de la ciudad, y luego lo que nosotros vimos fue una
resistencia básicamente civil, que creemos que no pudo mantener
el empuje del potencial bélico estadounidense. Yo creo que la potencia
de fuego que se empleó en la zona sur, explica por qué cayó
Bagdad finalmente.
Solidaridad
recíproca y bien entendida
Parecería lógico que la presencia en Bagdad de ciudadanos
de un país cuyo régimen apoyaba vehemente la brutal agresión
contra sus anfitriones hubiera provocado algún tipo de incidentes.
Al contrario desmiente Carlos Varea, durante el tiempo
que permanecimos allí no recibimos ninguna agresión, ni
una mala cara, ni un desplante, todo lo contrario. Y la gente estaba perfectamente
informada de la actitud del gobierno español, pero también
de las manifestaciones en contra.
Carlos no puede olvidar a Jaleb y Wuadala, los funcionarios del ministerio
iraquí que les acompañaron durante toda su estancia en Bagdad.
Una vez que el estado iraquí se había desmoronado, Jaleb
y Wuadala permanecieron con ellos hasta que se montaron en los coches
para abandonar la ciudad. Cuando los norteamericanos ocuparon Bagdad,
se había roto la cadena de mando, ya no tenían obligación
de estar con nosotros, pero ellos permanecieron con nosotros poniendo
en riesgo su integridad y la de sus familias. No estuvieron porque fueran
unos superfuncionarios cargados de sentido del deber, sino por agradecimiento,
solidaridad y compromiso personal.
Como ilustración de esta solidaridad recíproca, Carlos nos
relata una anécdota que le sucedió cuando toparon con fuerzas
invasoras antes de acudir a una surrealista entrevista con el nuncio de
su santidad. Íbamos Javi Barandiaran y yo con una banderita
blanca a la nunciatura. Cuando recorríamos la calle, empezaron
a desplegarse los marines. Al otro lado, estaba un grupito de iraquíes,
agazapados en una esquina viendo lo que pasaba, y nos llamaron para protegernos,
porque nos veían más vulnerables que a ellos mismos.
Ocupación,
no liberación
La población bagdadí no recibió a los ocupantes
como libertadores, afirma Carlos. La retransmisión en directo
del derribo de la estatua de Sadam Hussein en la Plaza de la Revolución,
frente al Hotel Palestina, dejaba claro que no había más
de cien personas, y prácticamente la mitad eran periodistas. Era
una situación muy extraña, porque esa misma mañana
la situación era de normalidad, lo que sucede es que cuando esa
normalidad se derrumba de repente, la gente se repliega y se mete en sus
casas. La ciudad queda en manos de gente muy marginal y empiezan los saqueos,
que de ninguna manera pueden interpretarse como una situación de
alegría por la caída del régimen.
Pero, según Varea, no cayó un régimen, lo que
se vino abajo, conmocionada, fue una sociedad, un país y un estado.
La gente con la que estábamos reflexionaba sobre lo que va a venir
ahora, y pensaban que para pretender controlar la situación en
los aspectos de seguridad o pretender poner en marcha los servicios públicos,
los sistemas básicos de recuperación de infraestructuras,
evidentemente los estadounidenses van a tener que tirar de esa capa de
funcionarios que son los que han mantenido el país en funcionamiento
durante doce años de sanciones. Nadie imagina que Iraq pueda recuperarse
sin tener que recurrir a lo que era, no la estructura del partido, sino
la estructura del estado.
Lo que hemos visto en estos años es que Iraq era un país
con una potencialidad de convertirse en una sociedad moderna, de gente
que esencialmente eran ciudadanos, no chiítas, ni sunitas, ni árabes,
ni cristianos, ni kurdos
A lo largo de los años hemos visto
que la sociedad iraquí había ganado la batalla al bloqueo
y que la única forma de derrotarlos era la salvaje ocupación
militar.
Bandidaje
consumista
Los saqueos que siguieron a la ocupación militar han sido
amplificados y favorecidos, cuando no inducidos, para justificar a posteriori
la invasión. Era un bandidaje casi familiar realizado por gente
muy marginal. Se asaltaron instituciones del régimen, pero también
embajadas y sedes de naciones unidas. Pero no era la ciudadanía,
ni se vivió una situación de inseguridad. Eran familias
que se llevaban, a veces estupideces, en un bandidaje consumista. La catadura
moral de estas personas se ve en que asaltaron incluso los hospitales
en los que habían sido atendidos de una forma casi heroica. Además
en Bagdad no se vivió nunca una situación de necesidad o
desabastecimiento.
Varea concluye diciendo que cabe confiar, después del efecto
de la guerra, de este periodo de sanciones, de la carga negativa del propio
régimen de Sadam Hussein, el país y la población
reaparezca como tal y establezca mecanismos, ahora difíciles de
imaginar, de resistencia a la ocupación y de liberación.
Es la tarea que nos compete a todos. No dejarnos atrapar en la imagen
de un pueblo inculto, salvaje, de bandidos y colaboracionistas, sino en
un pueblo que ha sufrido mucho pero que tiene grandes virtudes y una capacidad
más que probada para autogestionarse como pueblo soberano.
...
(1)
El informe íntegro, Evaluación de los ataques contra
población civil de Bagdad llevados a cabo por los gobiernos de
EE.UU., Reino Unido y países aliados entre los días 20 de
marzo y 5 de abril de 2003, puede consultarse en la página
web del Comité de Solidaridad
con la Causa Árabe.
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