|
|
nº
35 mayo 03
Puchero:
agitar el debate contra la guerra
Guerra, pedagogía
y democracia
Agustín
Morán *
El
tiempo de los asesinos. Con la práctica totalidad de la población
en contra, el gobierno del PP, como triste meritorio de una coalición
formada por EEUU y Gran Bretaña, ha declarado, justificado, apoyado
y ganado la guerra contra Iraq. Esta acción al margen del Consejo
de Seguridad de la ONU y de la Constitución Española, ha
supuesto un golpe de estado contra normas fundamentales del derecho estatal
e internacional. Todas las consecuencias de muerte y devastación,
asociadas a esta aventura militar ilegal pueden, en rigor, calificarse
como crímenes de guerra y quienes han participado en ellas, como
criminales de guerra. Bajo esta convicción, cerca de seiscientas
personas hemos interpuesto una querella criminal contra el presidente
Aznar por incurrir, presuntamente, en delitos tipificados en los artículos
588, 610 y 611 del Código Penal que prevén, para los gobernantes
que declaren una guerra sin atenerse a las leyes, penas de hasta veinte
años de cárcel.
El
tiempo de la desnudez. La mayor movilización popular en España
desde 1936, ha sido impotente para obligar al gobierno a respetar la letra
y el espíritu de la ley. Con el patronazgo de EEUU, los actos de
piratería internacional en los que el PP nos ha involucrado se
presentan como acciones en defensa de la paz, la democracia y los derechos
humanos. Varios meses de manifestaciones masivas y cuatro paros generales,
demuestran que disfrutamos hasta ahora y más allá
de numerosísimas restricciones de libertad de expresión,
manifestación y huelga. Pero también que su utilidad para
influir en las decisiones políticas es nula. Es natural que, tras
veinticinco años de vulneración metódica de los derechos
fundamentales de la mayoría, en lo relativo a vivienda, empleo
digno, salud, derecho a la vida, libertades y derechos civiles, el PP
considere estas protestas como una simple tormenta de verano.
La
pedagogía del miedo. Entre líneas de una información
abundante, se ha deslizado una amenazadora moraleja. Las imágenes
de millones de manifestantes antiguerra junto a las de iraquíes
despedazados por las bombas, eran portadoras de diversos mensajes subliminales.
Primero: Quien desobedece nos legitima para saltarnos todas las
reglas y sólo conseguirá su propia destrucción.
Segundo: La disidencia es inútil. Tercero: No
necesitamos razones ni convencer a nadie. Defendemos la ley vulnerándola,
sembramos el terror en nombre de la lucha antiterrorista, convertimos
la agresión en liberación, construimos la paz con la guerra.
Estos mensajes, constituyen un ejercicio de intimidación a la sociedad
y apología del terrorismo de Estado, sin precedentes desde la barbarie
política del nazismo.
La
dirección política del movimiento contra la guerra.
La osadía del PP se asienta en dos condiciones: las múltiples
complicidades con el PSOE y la disolución de toda forma de organización
popular constituyente. La alegría de ocupar las calles no debe
ocultar que, sin la movilización espontánea,
inducida por el enorme poder político y mediático de la
socialdemocracia, el movimiento jamás habría alcanzado la
duración y el volumen que ha conseguido. Sólo tras un gran
esfuerzo intelectual y emocional, algunos hemos podido asimilar el hecho
indiscutible de que un partido socialista, enterrador de los movimientos
populares en España, sindicato de poltronas y responsable del renacimiento
del franquismo, bajo la forma transmutada del PP neoliberal, fuera el
dinamizador de un movimiento social de tal envergadura. Sólo una
observación detallada, con el auxilio de la memoria, permite desentrañar
el misterio y situarse de forma constructiva, superando el sectarismo
respecto al movimiento o la entrega incondicional al mismo.
El PSOE ha demostrado que carece de proyecto político alguno al
margen de gestionar, desde el estado, la globalización y sus secuelas
de precariedad, privatizaciones y consumismo individualista. Pero ese
es el proyecto genuino de la derecha clásica. Por eso, la rara
astucia de l@s votantes de mercado, ha orientado sus preferencias hacia
el original (PP) más que hacia la copia (PSOE). En un círculo
vicioso perfecto, en el que la izquierda parlamentaria coopera con entusiasmo,
por un lado, votamos conservador porque estamos cada vez más embrutecidos
y por otro, los gobiernos conservadores, de derecha y de izquierda, nos
embrutecen más cada día.
El declive del PP, víctima de sus propios excesos (Gescartera,
LOGSE, el Prestige), explica que el PSOE utilice un recurso extraño
a su identidad, la movilización popular, con el fin de acosar a
su enemigo electoral. Sin embargo, al hacerlo, el PSOE actúa conforme
a su naturaleza. Sólo ganando las elecciones puede sostener la
inmensa maquinaria burocrática y clientelar que le constituye.
Por lo tanto, cualquier medio es adecuado para conseguir ese fin superior.
El PP, por su parte, no se inquieta demasiado. Conoce los límites
del PSOE respecto a jugar con el fuego del poder constituyente de la movilización
popular. PP y PSOE comparten un modelo de modernización basado
en la autodeterminación del capital y en un bipartidismo orgánico
que, durante veinticinco años, ha garantizado la gobernabilidad
en un contexto de trabajo basura, comida basura y democracia basura. También
comparten una Constitución elaborada en 1978 bajo la tutela del
ejército, que hunde su legitimidad y su jefatura del estado en
la dictadura de Franco, producto, a su vez, de un golpe militar contra
la República y de una guerra civil contra el pueblo que costó
un millón de muertos.
La impronta golpista de este régimen, sustentado hoy por el PP
y el PSOE, conserva la tendencia a repetir la tragedia de su momento fundacional
y convierte nuestra democracia en contemplativa y otorgada o, en caso
contrario, reversible. Su sostenibilidad exige la desarticulación
de cualquier proceso de democracia participativa, de autodeterminación,
desde abajo, de l@s trabajador@s, las mujeres, los pueblos o cualquier
otro sujeto político emergente. La clausura de los cauces democráticos
para la expresión del movimiento popular vasco y las múltiples
violaciones de libertades políticas y derechos humanos en Euskadi,
son el indicador diagnóstico de las medidas de excepción
inscritas en el código genético de nuestra monarquía
parlamentaria. En el drama de Euskadi se expresa la sustancia común,
hasta ser casi intercambiables, entre el PP y el PSOE y la naturaleza,
impermeable a una verdadera democracia, del postfranquismo neoliberal
que entre ambos construyen.
La segunda condición que explica el libertinaje del PP, es la inexistencia
de una izquierda real, capaz de expresar políticamente los daños
materiales y morales del modelo globalizador español. La pérdida
de la fuerza transformadora de la izquierda cómplice, es simétrica
con su ganancia como aparato del poder conservador. La inmadurez política
y organizativa del movimiento antiglobalización no es un hecho
natural. Algunos, desde dentro y en nombre del pluralismo, impiden la
construcción autónoma del movimiento antiglobalización
y bloquean los contenidos políticamente incorrectos para la socialdemocracia.
A falta de una oposición verdadera y de un movimiento popular firme,
el gobierno y las altas magistraturas del estado implicadas en estos desmanes,
tienen garantizada su impunidad.
Paisaje
después de la victoria. Ahora los agresores han
ganado. El resultado es la humillación y el caos de una sociedad
que creó hace 5.000 años la escritura y la primera civilización
agraria cuando en Europa éramos una horda de salvajes. Ha caído
un régimen dictatorial sí, pero no por serlo sino por invertir
los beneficios del petróleo en su propia sociedad, consiguiendo
un nivel de desarrollo desconocido en esa zona. El bienestar del pueblo
iraquí dependía de un precio justo del petróleo y
no de las inversiones de los petrodólares en las multinacionales
norteamericanas, como sucede con Arabia Saudí, Kuwait y los Emiratos
Arabes. Esa independencia, peligrosa para el dominio de EEUU e Israel,
es la verdadera causa de la agresión contra Iraq.
La impavidez de Aznar en los momentos de mayor protesta social, tiene
ahora su tiempo de revancha. Como estaba previsto, el reparto del botín
ensangrentado, aproxima, con el rabo entre las piernas a muchos de los
que protestaban. Disimulan su viraje, mascullando letanías sobre
la autoridad de la ONU en la reconstrucción de Iraq.
Poco importa que ese retorno a la legalidad internacional suponga la legitimación
a posteriori del progrom contra el pueblo iraquí, la
amenaza al mundo árabe y la inseguridad jurídica en las
relaciones internacionales.
La
continuidad del movimiento. Ahora puede bajar el petróleo,
subir la bolsa y multiplicarse las oportunidades de nuestra economía
en Iraq y en un Oriente Medio en remodelación. Ahora, la violencia
se ha impuesto y la diplomacia nos presenta los hechos consumados como
la única realidad de la que partir. Por eso, ahora, es más
necesario que nunca sostener la movilización popular. Abandonar
la lucha es alentar las próximas agresiones y la solución
final para el pueblo palestino a manos del terrorismo de estado
israelí. También es un mensaje de impotencia frente a las
nuevas ofensivas privatizadoras y precarizadoras que prepara el gobierno
del PP.
La socialdemocracia parece haber cumplido sus objetivos, pero lo que está
en juego con el movimiento contra la guerra es algo más que desplazar
electoralmente al PP. Se trata de desconectar a nuestro país de
la maquinaria criminal de la globalización capitalista, como única
forma de sumarnos a la causa de la paz, los derechos humanos y la democracia.
La participación de las multitudes, impensable hace dos años,
es la fuerza con la que impedir el secuestro de la democracia por el PP
y la complicidad de nuestro país en actos de bandidaje internacional.
La derrota electoral del PP debe estar asociada a la continuidad y el
aumento de la participación popular que impulse, no sólo
cambios para proteger los derechos sociales y las libertades civiles frente
a la libertad de movimientos del capital, sino también, una modificación
constitucional que posibilite una salida pacifica y dialogada del conflicto
vasco, en base al reconocimiento del derecho democrático
de autodeterminación.
Sobre la fuerza de un movimiento contra las guerras y los excesos del
capitalismo global, que tienda su mano al movimiento popular vasco, podemos,
de una vez por todas, minorizar los partidos e instituciones franquistas
que, desde su actual identidad neoliberal y globalizadora, sacan réditos
de la violencia y son incompatibles con la participación ciudadana,
los derechos humanos y el respeto a las leyes.
Contra la globalización, la Europa del capital y las guerras. OTAN
no. Bases fuera. Por las libertades y el derecho de autodeterminación.
Váyase señor Aznar. Váyase señor Borbón.
...
*Miembro
del Centro de Análisis y Estudios Sociales (CAES).
|