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nº 35 mayo 03


Sadam ha caído, la guerra global continúa

Tras las bombas de destrucción masiva del ejército “liberador”, los tanques estadounidenses entraron en Bagdad. Aznar nos dijo que el conflicto armado había terminado, que ya podíamos recoger nuestras pancartas y volver a casa. No le hicimos caso ni le creímos, porque hace ya mucho tiempo que dejamos de creer en aquellos que nos hablan de terrorismo cuando se arrojan huevos a una sede política, de liberación cuando se invade un país a sangre y fuego.

Abril no fue marzo ni Madrid volvió a convertirse en un territorio donde las multitudes, al margen y por encima de organizaciones y banderas, tomaron calles y plazas, cortocircuitando al grito de una negación eminentemente propositiva, el ritmo cotidiano de la metrópoli. Abril tampoco volvió a ser el 15 de febrero, pero millones de personas desafiaron de nuevo los mandatos del Imperio a lo largo y ancho del planeta, a través de un sinfín de formas de protesta múltiples y heterogéneas.

Aunque menos numerosos y con un mayor protagonismo de l@s militantes políticos, los actos contra la guerra se repitieron durante todo este mes en barrios, pueblos y ciudades del estado español. Marchas a las bases militares de la OTAN, manifestaciones, caceroladas, asambleas vecinales, boicots a actos del PP, huelgas generales, plantes de trabajador@s, conciertos, acciones desobedientes, acampadas, teatro, debates, emisiones alternativas de información, y la preparación de una consulta sobre la guerra para el 8 y 10 de mayo… iniciativas organizadas y acciones espontáneas han marcado estas semanas, donde los políticos más oportunistas del PSOE e IU, ante las inminentes elecciones municipales, redoblaron sus esfuerzos por aparecer en todas las fotos. En Madrid, acostumbrad@s a un hostigamiento policial constante, las tres manifestaciones del 10 de abril y la del día 12 se desarrollaron sin incidentes; ¿cuántos antidisturbios viste en ellas? Nosotr@s, a ninguno.

La profunda división sindical y la vergonzosa posición de la dirección de CC.OO. ante la huelga del 10 de abril dejó una jornada de sinsabores: miles de personas volvieron a ocupar los centros de más de 60 ciudades del estado, pero los paros laborales tuvieron una repercusión muy escasa, no llegando ni a haber piquetes informativos por las calles. Los colectivos de los movimientos sociales tampoco supimos aprovechar la ocasión. La imaginación brilló por su ausencia, cayendo en propuestas ya manidas.

Ahora el difuso movimiento contra la guerra se encuentra en una relativa situación de reflujo, después de tres meses de actividad frenética. Sin embargo, persiste en la cabeza de todos y todas la certeza de que no es más que un intermedio hasta el próximo episodio de esta guerra global permanente: Palestina, Siria, Irán, Cuba...

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