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nº
37 julio 03
Sobre
la injerencia de la Iglesia en materia educativa
Educación
y religión
Pedro
Casas*
>> El Nacional-Catolicismo que nos gobierna de mano del Partido
Popular acaba de imponer la obligatoriedad de que todos los alumnos y
alumnas de este país estudien la Religión como asignatura,
de la que deberán demostrar sus conocimientos para poder continuar
sus estudios como cualquier otra. Porque aquellos que no elijan la enseñanza
confesional, tendrán que estudiar el hecho religioso,
fiestas, días y lugares de culto, la relación
de Dios y el hombre, la política y la religión,
y cosas por el estilo. Y esto se aprueba en unos días en que Aznar
está presionando para que la futura Constitución europea
reconozca las raíces cristianas del continente.
Hasta ahora la religión se enseñaba
en las escuelas de forma optativa, lo que tampoco hay que defender, ya
que deben ser exclusivamente las iglesias las que realicen este cometido
con la población que voluntariamente quiera acudir a ellas. Pero
como parece que los ciudadanos cada vez acuden menos a la iglesia, como
no sea para eventos sociales (bodas, bautizos), los obispos han presionado
desde hace muchos años para que la escuela universalice algo que
ellos, desde sus púlpitos, cada vez tienen menos capacidad de hacer.
A la Iglesia, además, se le concede el poder de nombrar a los profesores
que impartan esta asignatura, sin que tengan capacidad contrastada para
ello, y, por esa misma prerrogativa, pueden despedir a su antojo por motivos
ideológicos o comportamientos que la Conferencia Episcopal no comparta,
como por ejemplo divorciarse. Afortunadamente, empiezan a expresarse colectivos
de padres y docentes que proponen la objeción en este punto, es
decir, la no declaración del tipo de enseñanza religiosa,
ya que es algo cuya privacidad protege la Constitución.
Un
poco de historia
¿Qué hay detrás de todo eso? Haciendo un poco de
historia, hay que recordar que hasta épocas relativamente recientes,
la educación era un privilegio de unos pocos, los que disponían
de dinero o podían prescindir del trabajo de sus hijos en las faenas
laborales de la unidad familiar o del sueldo que aportan de empresas externas.
La Iglesia extendió desde hace siglos una maraña de centros
educativos, principalmente en las zonas donde residía la aristocracia
y la burguesía, ayudados por donaciones de terrenos y edificios
que hacen de estas mismas clases, para posibilitar la instrucción
de sus hijos. No hay más que observar los territorios en los que
hay mayor porcentaje de centros religiosos (País Vasco, Cataluña,
Madrid), frente a otros como Andalucía y Extremadura, para ver
que la Iglesia se ha dedicado y se dedica a la educación de las
élites, salvo raras excepciones de alguna congregación caritativa.
Con estas precedentes, se llega muy tardíamente en España
(como muchos de los aspectos del llamado Estado del Bienestar que no hemos
llegado a conocer) a la universalización de la enseñanza
obligatoria, y el gobierno de Felipe González claudica frente a
la Iglesia, renunciando a una única red de centros educativos públicos,
y comprometiendo al Estado en la financiación de los centros privados.
¿Miedo a la Iglesia? ¿Evitar una cuantiosa inversión
en edificios? ¿Concepción neoliberal? Puede que las tres
cosas juntas expliquen la actitud del gobierno que entonces tenía
mayoría absoluta Se frustra aquí una de las aspiraciones
más sentidas de los sectores progresistas de la educación,
herederos de los postulados de la Institución Libre de Enseñanza
de Giner de los Ríos, que aspiraban a una educación laica,
plural, democrática, igualitaria, diversa, solidaria, y que con
fuerza se retomó en los años 70. Esa decisión de
aquel gobierno de izquierdas supone una perversión,
pues es la utilización de dinero público para unos fines
privados, como la educación en valores e ideologías particulares,
cuya formación debe restringirse al ámbito privado. ¿Estaría
de acuerdo la sociedad en que el Estado financiara los centros escolares
de los partidos políticos, de la masonería, de una entidad
que se declare atea y pretenda enseñar a sus alumnos bajo esta
opción ideológica? ¿O de entidades que defiendan
opciones sexuales concretas? Defender el derecho a la libre opción
religiosa, política, ideológica, sexual, no significa que
los poderes públicos deban financiar a centros educativos que enseñen
desde niños bajo el prisma de esa opción particular.
La
influencia del neoliberalismo
El neoliberalismo que nos invade va rescatando las pocas parcelas que
todavía le quedan al sector público para entregárselas
a manos privadas; y este proceso afecta también a la educación.
No sólo se procura la obtención de beneficios económicos,
sino que además se trata de tener el control de la reproducción
ideológica, en favor de la ideología capitalista dominante.
El sistema necesita de unas élites dirigentes bien preparadas profesionalmente,
y que, sobre todo, sepan reproducir los mecanismos de control y explotación
que el capital requiere para la obtención de sus beneficios. Para
ello, qué mejor que escuelas y universidades privadas, controladas,
y que plasmen la santa alianza entre capital y religión, que tan
buenos resultados les ha dado a lo largo de la historia, particularmente
en nuestro país.
Este primer objetivo de formación de los futuros dirigentes políticos,
económicos, mediáticos, sociales en general, podría
realizarse con unas escuelas privadas no concertadas, ya que los alumnos
de estos centros sería los hijos de las actuales élites,
que pueden pagarse con holgura los recibos correspondientes. Pero el capital
necesita también una mano de obra cualificada y adoctrinada, y
para ello es muy útil el sistema de los conciertos, es decir, el
pago que hace el estado por los gastos de funcionamiento de los centros
educativos privados (la mayoría de ellos religiosos). De esta manera,
el adoctrinamiento se generaliza, porque si hubiera que realizar un pago
extra, además de los impuestos que ya aportamos, habría
muchas familias que no llevarían a sus hijos a la privada. La red
privada tiene derecho de admisión y también
de expulsión de aquellos alumnos y alumnas que no considera convenientes
para sus fines elitistas, o que son conflictivos, particularmente
los pertenecientes a minorías culturales, étnicas, inferiores
estratos sociales o procedentes de la inmigración social (mal ejemplo
da la Iglesia expulsando de sus centros a los jóvenes que más
necesidades tienen). Muchas familias con expectativas para
sus hijos, corren hacia la privada, no por la formación religiosa,
sino en busca de seguridad para que sus hijos no se junten con mala
gente, y de resultados académicos que a veces son más
difíciles de obtener en una escuela pública abandonada por
los gobernantes cuyos hijos van a la privada. Aunque hoy la mayoría
de los centros públicos son de una calidad que para sí quisieran
la mayoría de los privados, se ha instalado en la sociedad el estereotipo
de que los centros privados son los buenos (echan a los alumnos malos),
mientras que los públicos se degradan por falta de medios, por
escolarizar a los alumnos de toda condición (también a los
que no quiere la privada) caminando hacia la función asistencial
que las clases dominantes le quieren imponer, para los desheredados, para
los que no tendrán sitio en este cada vez más reducido mundo
de rapiña que nos tiene montado el capitalismo. Pero estos desheredados
también estudiarán Religión, para que se conformen
con las migajas del sistema, si es que les llegan, y no peleen por unos
derechos que nadie les enseñará.
Un
modelo educativo segregador
La educación es más que simple enseñanza o instrucción.
Una educación de calidad debe incluir la formación integral
del sujeto social, con valores reconocidos en declaraciones universales.
Pero con esta dualidad de redes, se tiende a centros guetho, tanto los
que escolarizan porcentajes elevados de minorías culturales, étnicas
o sociales, como los elitistas, que no escolarizan a sectores importantes
presentes en nuestra sociedad. No es de calidad una educación que
no forma en la diversidad, en el intercambio de culturas, en la solidaridad
entre las personas desiguales. Dicho más claramente, es una aberración,
que fomenta las actitudes de intolerancia, recelo, agresividad, de las
que tan cínicamente se queja la propaganda del sistema, después
de haberlas fomentado. Nos llevan a un modelo de barrios residenciales
para ricos, urbanizaciones cerradas con guarda jurado (auto-cárceles
de oro), en las que no se puede entrar, pero tampoco salir, por miedo
a lo que pasa en la calle. La calle nos la dejan a los demás,
a los que no tenemos más propiedades que defender que las necesarias
para vivir. Pero la degradación social que produce su sistema también
degrada las calles, que debemos recuperar para la convivencia plural y
solidaria, exigiendo una educación completa y de calidad para TODOS
Y TODAS.
La Ley Orgánica de ¿Calidad? Educativa (LOCE) aprobada en
diciembre pasado por el Nacional-Catolicismo, no sólo impone la
asignatura obligatoria de Religión en sus modalidades confesional
o no, sino que amplía los conciertos a la etapa infantil, eleva
a rango de ley el reconocimiento del carácter propio
de los centros privados, que deberá ser aceptado por los alumnos
en él matriculados y sus familias (y por supuesto el equipo docente),
eliminando la democracia y participación plena, ya que el titular
del centro queda facultado para tomar medidas legales contra
los que no acepten ese carácter propio.
Todo eso sin entrar en otras cuestiones de esta ley, por no ser el motivo
de este artículo, que van encaminadas claramente a eliminar cualquier
intención generalista en la educación, para convertirla,
no sólo en un negocio, sino, y sobre todo, en un modelo segregador
de formación elitista y controlado por el poder económico
y sus secuaces de la sotana. ...
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Movimiento por la Calidad
de la Educación en el Sur y Este de Madrid
movicaliedu@nodo50.org
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