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  nº 37 julio 03

Las urnas y las calles

Colectivo editorial Indyacp
Ciertamente, se podía decir que las movilizaciones contra la guerra no dejaron un cuerpo político muy sólido, quizá tampoco fueron capaces de sedimentar o acumular experiencia. Pero la conciencia difusa de contestación social, que amenazaba como la sombra de un aparecido la tranquilidad de las elecciones, se había propagado rápidamente y el varapalo al gobierno de la guerra se avecinaba sonado (“se tiene que notar a la hora de votar”, se gritaba en las propias manifestaciones). ¿O acaso el 91% de la población no estaba contra la guerra?
Pero sin embargo, tal castigo no se ha producido en las elecciones, el Partido Popular se mantiene más o menos como estaba (incluso en Galiza), la izquierda más comprometida con los movimientos sociales apenas avanza y sólo la representación más oportunista del “no a la guerra” crece significativamente. ¿Habrá sido todo un bluff? Y sin embargo, algo nos dice que no todo está tan claro, que los discursos que leen linealmente estos procesos (mayor número de movilizaciones, mayor crecimiento de la izquierda institucional) dejan escapar elementos importantes y tienen consecuencias nefastas sobre la percepción y el ánimo. (...)

Entonces, ¿cómo explicamos nosotros lo que ha ocurrido en las elecciones? Que nadie busque aquí interpretaciones prêt-a-porter porque no las hay. Más que nada tenemos dudas y preguntas. (...) Es completamente legítimo apenarse (y también asustarse un tanto, la verdad) al comprobar que la propaganda, el chantaje y el miedo superan en fuerza a la sensación de injusticia que provoca la acumulación de catástrofes con la responsabilidad directa del PP. Pero la única manera de sobreponerse sin balancearse sin ton ni son entre los extremos de la ilusión y la decepción es analizar lo sucedido con otras lentes. Unas lentes graduadas en la convicción de que la política de la representación y los procesos de contestación difusa son dinámicas heterogéneas, sin relación a priori, lo que no excluye todo tipo de relación, está claro (estas elecciones han estado completamente atravesadas y afectadas por las movilizaciones contra la guerra, que unos querían rentabilizar y otros silenciar). ¿No nos enseña nada el caso de Argentina, donde la contestación arraiga además en territorios y lugares vivos (clubes de trueque, barrios, etc.) creando formas de sociabilidad alternativas que logran instituir experiencia? ¿Cómo entendemos todo lo que ha pasado en Argentina si nuestro criterio central a la hora de evaluar la realidad son las elecciones? La apuesta de la izquierda conectada por diversos vínculos a los movimientos estribaba en canalizar electoralmente el descontento y el rechazo del partido de la guerra, pero ¿y si ese descontento y ese rechazo sólo es aparentemente canalizable? ¿Y si es irrepresentable desde el punto de vista tradicional y abstracto (un ciudadano, un voto) o, a lo sumo, representable sólo de forma pragmática e instrumental? ¿Y si los movimientos tienen otros tiempos y otras formas de sedimentar y acumular que los políticos profesionales no entienden y las elecciones no captan? (...)

Marzo de 2003 dijo que no a muchas cosas: no a la guerra, no nos representan, no es democracia, etc. Fue sin duda una ruptura y una brecha. Pero esa brecha es todavía más un agujero negro que la fuente límpida de donde salen alternativas de poder. No hay “dos Españas”, una frente a otra, millones de individuos bien contabilizados de derechas contra otros millones de individuos bien contabilizados de izquierdas, sino habitantes de un desierto que tan pronto tienen un miedo indescriptible del vacío y apuestan por caudillos (Fraga) y gestores con buena imagen (Gallardón), como unas ganas irrefrenables de decir “ya basta” y arriesgarse. ¿Tienen los movimientos sociales medios para sondear ese agujero negro (que también los constituye) y saber lo que pasa por allá? ¿O bien simplemente se irritan de su opacidad y lo califican despectivamente como primero les viene a la cabeza? (...)¿Qué formas de expresión, si no de representación, exploran las multitudes en su quehacer diario (en su trabajo o su tiempo de ocio o su experiencia de la ciudad)? ¿Y pueden convivir o prolongarse en experiencias electorales y poderes institucionales sin plegar sus exigencias y formas de hacer ?

Decir que el movimiento contra la guerra global ha sido un espejismo sólo es una de tantas “profecías autocumplidas”. (..) Somos el “movimiento de movimientos” y seguimos en marcha (hacia Evian, hacia Cancún, hacia París, hacia dentro y hacia fuera, por todas partes). Hemos convocado a millones de personas a las calles y lo volveremos a hacer. Nos interrogamos pero siempre caminando. Caminamos pero siempre preguntándonos. Sólo así hay razones para ser optimistas. Después de “Matrix reloaded” viene “Matrix revolutions”. Abandonemos las ilusiones, preparémonos para luchar.
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