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  nº 37 julio 03

Elecciones, globalización, alternativas

Ángel Calle, de Recade, Madrid
¿Por qué el “no a la guerra” y el “no nos representan” no se tradujo en una huida de este voto hacia otros partidos menos belicosos? He aquí mi tesis particular que trataré de sostener y concretar un poco más: la globalización dificulta que activaciones éticas se transformen en activaciones políticas. Es decir, el convencimiento y la manifestación de ciertos valores ideales en el terreno de lo social no necesariamente ha de conducir a decisiones reales que sean “consecuentes” con estos valores. La globalización implica la atomización de mentes y de sociedades, de redes físicas y de conexiones entre realidades y representaciones del mundo. En este contexto, es fácil que posicionamientos éticos y políticos no tengan porqué ir de la mano ante la dificultad de encontrar caminos que los conecten.
(...) La globalización desestabiliza las redes de sociabilidad tradicionales que permiten construir discursos racionales (y por tanto que sostengan causalidades, que enlacen hechos y el presente con el pasado), que sostienen culturas activistas en el tiempo (enlaces entre las luchas y los hechos de ayer y los de hoy) y que puedan oponerse o tener capacidad crítica a las transmisiones cuasi-orwellianas que se emiten desde amplios espectros de la aldea global (paz es guerra; libertad es esclavitud). (...)
La aldea global ocupa el espacio dejado por muchas de estas redes en la orientación de nuestras decisiones. Una aldea global que, como afirma Sennet, potencia una ideología de la intimidad: un candidato es bueno si da confianza, si es carismático, si es próximo a la tribu. Mantener la seguridad de la tribu, de cada uno de sus integrantes, es lo importante. Muchos partidos, capturados o plegados a las imposiciones de un márketing en el que uno existe sólo si tiene un minuto y una idea “íntima” que transmitir en un telediario, acaban entronizando este ágora “calorífico” (o conmigo o contra mi) como el espacio de lo político, y buena parte de la población sólo sabe de ellos que representan “otra forma de ser” o que son “nuestra gente”. Se quiebra la noción de política, basada en la interlocución crítica, instala la emotividad populista (otras emotividades podrían estar bien), desincentiva la conexión entre hechos y entre hechos y valores: la activación ética no se traduce, no puede traducirse, en reflexión política, y menos en una práctica acorde.
Las elecciones 2003 han reflejado esto en líneas generales, si bien al ser los comicios de carácter local en determinados contextos podemos suponer que ha podido existir más reflexión directa sobre la propia realidad al margen de la aldea global. Las excepciones nos sirven entonces para confirmar algunas de las cosas dichas anteriormente. Son sólo impresiones, pero quizás el hecho de que en Madrid IU haya ascendido en barrios de intensa actividad de redes sociales (como en la zona Centro) y haya caído en feudos donde esa actividad ha decaído con respecto al pasado (barrio Vallecas) tenga que ver con el vigor de las redes de sociabilidad alternativas. También en Barcelona, donde la aldea global del eterno presente ha tenido que vérselas con una cultura de lucha social arraigada, con la presencia de la coalición IC-ERC-PSC en el ayuntamiento (lo que facilita ventanas o espacios de transmisión crítica), y donde las redes alternativas y vecinales están entrelazadas y son densas (distinto de Madrid) y han sido muy críticas con operaciones especulativas evidentes como el Forum 2004, ha visto cómo cobraban fuerza IC-EUA y ERC en detrimento del PSOE.(...)
¿Representan las elecciones de 2003 una crisis de la izquierda institucional o de la “social”, e incluso de la política? Maticemos la pregunta. Comencemos con lo político, tradicionalmente identificado con el sistema representativo institucional. Lo político es la ciudadanía, en el sentido extenso de las relaciones que nos tejemos los seres humanos. Físicamente se refiere al conjunto de la sociedad, a su activación en forma de movimientos o redes sociales, y al entramado de redes públicas o institucionales. Culturalmente, enlaza con nuestros hábitos, percepciones y con nuestros sentires acerca de la esfera pública en la que nos relacionamos unas con otras. En este último aspecto, el cultural, es quizás donde lo político se encuentra más degradado: (...) sólo existe presente. En el plano físico, la globalización, paradójicamente, nos trae y nos vende diversas cuerdas, que si bien no la ahorcarán, al menos servirán en el corto plazo para apretarle y condicionarle algunos de sus movimientos. Me refiero a los nuevos movimientos globales, estos procesos gestados desde los 90 y que pudiendo converger sólo en el largo plazo y sobre cuestiones “genéricas” (como el “no a la guerra”), abren vías de esperanza aún no visibles, pero que continúan tejiendo redes y espacios de diálogo. Peores tiempos se vaticinan para las opciones más institucionales, aunque la política tiene algo-bastante de imprevisible, por su desconexión de redes de sociabilidad locales y sobre todo si para presentarse a la ciudadanía deben encapsularse en el ágora de la intimidad mediática. (..)

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