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37 julio 03 Si no hay reacción contra tanta barbarie involucionista es porque la sociedad está madura para asumirla y alabarla Víctor González (Secretario cultural CNT-Bilbao) Hablar de las últimas actuaciones de un estado siempre resulta desolador. Es cierto que gobierno y tribunales españoles cierran periódicos, cierran partidos, cierran ideas, cierran personas y clausuran la libertad. Lo asombroso es que alguien lo considere novedoso y encima se sepa que ese alguien quiere hacer lo mismo desde su propia vertiente ideológica, abolir a los ciudadanos. Si observamos este país, España, durante los últimos años, se produce la Ley Corcuera, las continuas reformas del Estatuto de los Trabajadores; el no permitir que un partido se presente a unas elecciones es un paso más en la coacción de la libertad de las personas. Si observamos este país, Euskadi, se ha permitido que un partido se imbrique en el poder creando un partido-estado-nación totalitario de difícil erradicación y con el beneplácito de las demás fuerzas políticas, las sangrientas y las constitucionales, todas. Sencillamente porque ellas han transformado la democracia parlamentaria de partidos políticos en una democracia autoritaria de bandas políticas. Siempre en contra de los ciudadanos y siempre en su nombre. Estamos asistiendo a un pulso más entre los que ostentan y los que aspiran al poder, fáctico, y no debemos olvidar que ambos quieren lo mismo para sus mandados, la eliminación definitiva de la sociedad civil del juego político. Tampoco debemos olvidar que todo ello se produce ante los ojos de esa misma sociedad civil, de su indiferencia y con la asunción de todos esos principios morales y políticos. En el proceso los ciudadanos, españoles, vascos, han sido capaces de tragar demasiados sinsabores, se han inmunizado contra ellos y se han convertido en ellos. Si se han producido tantos crímenes y se ha mirado hacia otro lado es por que ni importan, ni interesan. Si no hay reacción contra tanta barbarie involucionista es porque la sociedad está madura para asumirla y alabarla. (...) La salida que queda por hacer es plantear soluciones anarcosindicalistas al margen de cualquier intervención con el estado. Sólo de esta forma se puede estar seguro de mantener la independencia. Y tener presente que no se trata de paros de 15 minutos, o manifestaciones multitudinarias, que se trata de una lucha diaria y que el tiempo de su final no por incierto, es menos inalcanzable. Hay que estar convencidos de que allí estaremos. Todos. |
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