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nº
37 julio 03
NauFraG@s
Sólo
una novela de aventuras
54
Wu Ming,
Mondadori, Barcelona, 2003. 19€
Las novelas de Wu Ming venden miles y miles de ejemplares en todo el mundo.
Signo de que son malas, porque la gente sólo aprecia la mala
literatura, dirán algunos. Son los mismos que afirman que
las grandes verdades sobre la vida o la política sólo se
pueden decir al oído a unos cuantos escogidos, porque las
masas se indigestarían con ellas. Así, durante un
tiempo que aún persiste, en nuestras cabezas se agranda la supuesta
separación entre arte (actividad de especialistas para
especialistas, incomprensible para legos) y la acción política
(necesariamente colectiva), entre los productos experimentales para gustos
refinados y las mercancías culturales producidas en serie para
el resto. Cuando por casualidad un gusto refinado cae en las butacas del
público común y corriente, sólo asiste a espectáculos
embrutecedores, simples, que abofetean al
espectador. Cuando por otra casualidad mayor aún, alguien
común y corriente cae en las butacas reservadas para gustos refinados,
sólo es capaz de abandonarlas sigilosamente a mitad de obra, temiendo
que su mandíbula se desencaje definitivamente con tanto bostezo.
Quizá, como decía Chesterton, no es que al pueblo le guste
la mala literatura, sino que le gusta la literatura de cierto género,
con ese fondo tan peculiar de la aventura y el romance, y le gusta, aun
cuando sea mala, con preferencia a la de otro género, aun cuando
ésta sea buena. Seguramente la gente no ha ido a ver la última
de Godard no porque sea una mala película de Godard, sino porque
es una mala película de gangsters.
Si Chesterton está en lo cierto, muchos estamos entonces de enhorabuena.
Porque 54 no es sólo una novela de aventuras más, sino una
estupenda novela de aventuras con todos los ingredientes necesarios para
saciar a los hambrientos de descomunales aventuras y violentos secretos,
un puzzle en movimiento con gangsters, partisanos, actores famosos, agentes
secretos y líderes revolucionarios como piezas fundamentales. Las
historias se suceden dentro de las historias, como las muñecas
rusas o las estancias en un castillo laberíntico por donde se cruzan
magistralmente figuras imaginarias o reales (en este caso, Cary Grant
y Tito por ejemplo), grandes personajes orillados por la Historia que
conservan impasibles una entereza y una dignidad apenas cariada por la
derrota de todas sus esperanzas revolucionarias, con la muerte acechando
por todas partes (como tiene que ser en cualquier buena novela que hable
verdaderamente de la vida). Si la última novela publicada por Wu
Ming en castellano popularizó un malo de antología, Q, inteligencia
y voluntad absolutas con que medir la inteligencia y voluntad del principal
protagonista de la novela, alias Gert del Pozo, 54 nos regala (entre otras
cosas) una extraña y hermosa amistad entre un gangster, matón
del tristemente célebre Lucky Luciano, Steve Cemento,
empeñado como tantos otros gangsters míticos antes que él
en empezar otra vida, libre del terror y la violencia, no sin antes dar
el último golpe, por supuesto, y Salvatore Pagano,
uno de esos idiotas más sabios que el mundo, un simple tan descomunal
que acaba apareciendo en una película de Hitchcock, no sin antes
hacerse célebre por tener una suerte campanuda en un casino en
el que consigue atraer la atención de la mismísima Grace
Kelly. Un necio que consigue lo que otros no logran con toda su inteligencia:
ser divertido y vivir.
Y al fondo de todo, una reflexión sobre el estilo como arte
marcial. En uno los ensayos recogidos en Esta revolución
no tiene rostro (Acuarela, 2003), Wu Ming 1 dice que afinar el estilo
es a todos los efectos un arte marcial. El estilo es resistencia cultural
y simbólica, una especie de zapatismo mental. A través
del cuidado de los detalles, se expresa la conciencia de dignidad, que
no hay que confundir nunca con el decoro burgués. La
dignidad se conquista luchando, escogiendo. El decoro consiste
en no escoger nunca. Es lo mismo que Tito le comenta a Cary Grant
en un encuentro surrealista a mitad de 54: Nosotros, hijos de proletarios,
tenemos que conquistarla, la elegancia. Con tenacidad. Siempre atentos,
como si estuviéramos en el frente. Evitar un paso en falso
en un baile, unos calcetines bajados, una aparición indigna, etc.,
pueden ser todos momentos igualmente importantes en el combate por afirmar
maneras de estar en el mundo que resistan el abandono, la dejadez, la
dispersión, el descuido, la entropía... la muerte.
Bueno, total, por mucho que se vista a la mona de seda teórica,
no se trata más que de otra novela de héroes y villanos,
¿no?, concluirán algunos. Pues nada más...
y nada menos. Porque en verdad, volviendo a Chesterton, la vida de héroes
y villanos es la vida tal y como vive realmente. Toda aquella literatura
que presente nuestra vida como peligrosa y sorprendente es siempre más
verdadera que aquella otra literatura que nos la haga ver languidecente
y llena de dudas. Porque la vida es una lucha y no una conversación.
/Gabriel Syme
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