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nº
37 julio 03
NauFraG@s
La
mercantilización del agua (¿un bien común?)
Agua,
¿mercancía o bien común?
Rosenberg/R.Germinal/A.Ordiguer/M.Gavaldà
Alikornio ediciones
345 páginas, 15€
Próximamente tendrá lugar en Italia una conferencia internacional
que tratará de dirimir el conflicto relacionado con el Plan Hidrológico
Nacional, entre partidarios del trasvase y sus oponentes. Para la Fundación
Nueva Cultura del Agua, la desalinización puede ser una alternativa
al trasvase. Como siempre, la verdadera discusión sobre las necesidades
queda sepultada por el realismo de algunos expertos, incapaces de cuestionar
el gasto irracional de bienes y energías, pero dispuestos siempre
a camuflar dicha irracionalidad detrás de una pantalla de soluciones
técnicas. El desequilibrio absurdo entre producción y consumo,
el desarrollo demencial de una agricultura nociva impulsada por un mercado
dictador, la deforestación y el abandono de las técnicas
de cultivo tradicionales, la urbanización y la destrucción
del territorio por el modo de vida artificial del turismo, todos estos
factores y algunos más, han determinado de forma creciente que
el agua tenga que integrarse en los ciclos de acumulación del capital
industrial y financiero, convertida en mercancía -primero en forma
de bien público- y desvalorizada como bien natural.
Mercantilizada, secuestrada, privatizada o estatizada, deteriorada y artificializada,
el agua se ha perdido para la gestión autónoma de las comunidades,
de las culturas de las cuencas, de las poblaciones formadas en torno a
manantiales y acuíferos. La explotación irracional del agua
significa la explotación irracional de las sociedades que vivían
integradas en ecosistemas con el agua como materia fundamental. La destrucción
de estas sociedades, y su barrido histórico, disuelve la misma
comprensión del agua como elemento vital y su utilización
en un ciclo de intercambios sin impactos nocivos. La destrucción
del uso autoorganizativo de un elemento natural significa la destrucción
del mismo fenómeno de la autoorganización como invención
social. Es la muerte de una cultura integrada.
Una verdadera cultura del agua tendría que volver a poner de relieve
la historia social ligada al agua, aunque esto pueda levantar ampollas
en el pensamiento estatista y progresista.
El libro de Alikornio proporciona informaciones y análisis de gran
valor, que servirán para orientarse en esta discusión. Su
lectura es altamente recomendable para todas las capas de la contestación
social, a menudo centradas en protestas fantasmales. La única pega
que podemos hacer al libro es la excesiva extensión de los dos
primeros trabajos, que tal vez se podían haber condensado más,
abaratando el coste del volumen.
/Los amigos de Ludd
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