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nº
38 septiembre 03
Una
reflexión sobre los límites y aciertos de la Revolución
Bolivariana
Entrevista a un activista de los movimientos populares venezolanos
Destruir
y reconstruir: el nuevo estado en Venezuela y los movimientos populares
/1
Raul
Zelic*
>> Roland Denis militaba en los años 80 en la corriente de
izquierda Desobediencia Popular. Siempre ha estado vinculado a los movimientos
populares y es autor de un libro sobre el Caracazo, la rebelión
de masas en 1989. De 2002 a 2003 fue viceministro de Planificación
y Desarrollo. En este número os ofrecemos la primera parte de esta
entrevista.
Raul Zelic: Tu jefe Felipe Pérez y tú
habéis salido hace poco del ministerio. Promovieron una política
que trataba al desarrollo como un problema de proceso social y organizativo.
En este sentido, fortalecieron el poder local y la autogestión.
Los cambios de ministros no son raros en la administración de Chávez.
Pocos ministros se han mantenido más de 10 meses. Sin embargo,
en vuestro caso, uno se pregunta si su salida significa un cambio de dirección
del gobierno.
Roland Denis: Más que un cambio de dirección diría
que vemos la ausencia de una dirección. Hay unos principios generales
de la revolución bolivariana: democracia participativa, lucha por
un mundo multipolar, resistencia contra los imperios económicos,
construcción de una economía solidaria y alternativa. Felipe
Pérez y yo intentamos interpretar estos principios de una manera
radical. Radical no en el sentido de extremista,
sino de consecuente, de ir a las raíces. Tratamos de
profundizar el control social, es decir de darles a las comunidades este
poder que se necesita para desarrollar nuevas relaciones con el estado.
Relaciones de co-gobierno y co-gestión. Esta práctica provocó
la resistencia de las instituciones existentes, del viejo estado
que sigue existiendo en Venezuela a pesar de los cambios. No hay una visión
concreta del gobierno Chávez de como se podrían eliminar
los intereses burocráticos y económicos vigentes para transformar
profundamente al estado. (...) En todos los aspectos, donde pasamos del
discurso general a la política concreta, hubo choques dentro del
aparato del estado. Esto por lo menos es mi impresión.
R.Z.:
¿Es así como dice la oposición, que Chávez
saca y pone a dedo, hay conflictos políticos entra
la izquierda y la derecha dentro de los partidos gubernamentales o simplemente
son equipos que pelean por puestos?
R.D.: La esencia de los estados, no solo del estado venezolano sino
de todos los estados, es que son arenas de lucha por la hegemonía.
Los poderes fácticos tratan permanentemente de hacer valer sus
intereses. En este sentido, no se trata de una lucha entre izquierda y
derecha. El estado venezolano está atascado desde el intento de
golpe el 11 de abril de 2002. Mientras que el movimiento revolucionario
dio un salto impresionante en aquellos días no olvidemos
que fueron los movimientos populares que vencieron a la dictadura de 24
horas de Pedro Carmona-, el estado asumió una posición más
conservadora. Chávez buscó, lo que para mí era uno
de sus errores más grandes, el diálogo con la oposición
golpista y cedió en varios puntos. Durante el golpe petrolero,
en diciembre del 2002, el gobierno tuvo que radicalizarse nuevamente.
Pero no en base de una decisión propia sino como consecuencia de
la presión de afuera, por que también este intento de golpe
fue vencido por las organizaciones de base. Esto es lo que llamo el atasco
del estado. No hay una política concreta frente a problemas
como la agricultura, las relaciones internacionales, el desarrollo, la
industrialización. Se manejan discursos generales ahora por
ejemplo todos hablan del desarrollo endógeno y reivindican la economía
solidaria. Pero cuando se trata de convertir esta política en práctica,
hay mucho temor, ya que se sabe que una política económica
alternativa transformaría profundamente a la sociedad.
R.Z.:
¿No es comprensible esta actitud? La pregunta que muchos se hacen,
es ¿por qué hay contrarrevolución si no ha habido
revolución? La presión es fuerte. Los EEUU y España
han apoyado abiertamente al golpe en 2002. ¿Qué pasaría
si se profundizara la transformación?
R.D.: La intervención ya es un hecho. En el marco internacional
más que todo se lucha por políticas generales. Los EEUU
nos quieren imponer el ALCA sea como sea, lo que perpetuaría las
relaciones de poder existentes entre América del norte y los países
latinoamericanos. Si Venezuela rechaza esta propuesta, desde el punto
de vista de Washington ya se convierte en enemigo de los EEUU. Por esto,
no creo que la actitud ambigua del gobierno Chávez tenga que ver
con temores por la intervención. Más bien es consecuencia
de una falta de claridad, de debates y de confianza en el pueblo; una
falta de confianza en la capacidad de autogobierno del pueblo. Los pobladores
de barrio apoyaron incondicionalmente al gobierno durante los golpes,
arriesgaron sus vidas. Pero el estado va muy poco a los barrios. Hay una
concepción demasiado cerrada, casi cuartelaria del poder.
R.Z.:
¿Este fenómeno, a qué se debe? ¿A las viejas
burocracias que todavía ocupan al 98% del aparato estatal, a los
conceptos de la vieja izquierda que está en el gobierno, o a la
influencia de los militares?
R.D.: Allí se mezclan las cosas. Está la cultura del
estado venezolano y su sistema de partidos, están los militares,
está la vieja izquierda con sus conceptos leninistas de poder estatal,
vanguardia y control vertical. Nuestra constitución habla de la
democracia participativa una democracia en la cual las comunidades
tienen el papel protagonista. Y si para mi algo ha quedado claro en este
año de viceministro, es la experiencia de que sí son posibles
el autogobierno, el nuevo estado, otras relaciones entre gobierno y comunidades.
Ha habido discusiones horizontales impresionantes sobre la utilización
del presupuesto y el desarrollo de proyectos concretos. El problema solo
era que en el aparato estatal hubo gran miedo de estos cambios. Miedo
o desinterés.
R.Z.:
Para los extraños, el panorama político en Venezuela es
bastante confuso. (...), no parece haber estructuras orgánicas
de la izquierda.
R.D.: Aquí desaparecieron todas las organizaciones políticas
tradicionales tanto de la izquierda como de la derecha. Los grupos
guerrilleros de los años 60 y 70 fueron vencidos. Por el otro lado,
también los partidos de referencia de la derecha, la Acción
Democrática (miembro de la internacional socialista) y COPEI (miembro
de la internacional demócrata-cristiana), se desmoronaron. En los
otros países latinoamericanos, el estado es un instrumento de la
burguesía para garantizar la acumulación de capital. A diferencia
de esto, el estado venezolano se convirtió en el sitio de la acumulación
capitalista privada. La única fuente de riquezas en este país
es la renta de petróleo. Todas las estructuras que se movían
dentro de este estado sindicatos, partidos políticos de la
derecha, la izquierda reformista, se hundieron. Se convirtieron
en una parte del mecanismo de acumulación. Por esto, empezamos
a discutir en los años 70 sobre nuevos caminos de transformación.
Abandonamos los conceptos de las vanguardias armadas. La única
salida viable pareció ser una insurrección masiva que tenía
que ser apoyada por estas partes del sistema que pudieran cambiar sustancialmente
la correlación de fuerzas. Esto fueron los militares. Conformamos
así una alianza con actores dentro del estado que quisieron destruir
al estado. Este concepto finalmente se materializó con la rebelión
popular del Caracazo en febrero de 1989 y las dos insurrecciones militares
en febrero y noviembre del 1992. Las subjetividades que surgieron en esta
fase no tienen nada en común con los actores políticos que
uno conoce en las sociedades formadas occidentales: no son partidos, organizaciones
o sindicatos. Tienes que ir muy a la base, a las comunidades o los pueblos,
para encontrar los nuevos actores. Nosotros llamamos esta dinámica
el Proceso Popular Constituyente. Es decir, no enfocamos hacia la construcción
de organizaciones, sino hacia la conformación de un nuevo estado.
Por ello, no puedes describir el proceso venezolano con las categorías
políticas tradicionales que parten de minorías organizadas
de izquierda y de derecha que luchan por el poder. (...) Los partidos
del Polo Patriótico -el Movimiento Quinta República (chavista),
Patria Para Todos (comparable quizás con un PT brasileño
pequeño) y Podemos (socialdemócrata)-, siguen siendo parte
de este juego, lo que evidentemente está en contradicción
con los principios del proceso revolucionario. Muchas veces se malinterpreta
la realidad venezolana. Aquí hay tres mundos: hay un proceso revolucionario
que no está representado principalmente por el gobierno sino por
los movimientos populares. Está el gobierno que muchas veces no
asume posiciones definidas. Y finalmente está la oposición
de la oligarquía y las clases medias controladas ideológicamente
por ésta.
R.Z.:
¿Cómo seguirá el proceso en Venezuela? ¿Habrá
nuevos golpes? ¿Se extenderán los paramilitares que ya están
actuando en las regiones fronterizas con Colombia?
R.D.: Lo más probable es que el conflicto se agudizará.
Si las fuerzas imperiales sufren una derrota decisiva en su reconformación
mundial pronto para lo cual lamentablemente no hay muchos indicios-,
la revolución bolivariana en Venezuela podrá sobrevivir
un tiempo. Pero en este sentido soy muy pesimista. El nuevo poder del
Imperio no es eterno, pero por lo menos los próximos diez años
serán terribles. Si el proceso bolivariano entonces no se desmorona
por su propia degradación y si se mantiene la relación difícil,
pero productiva entre gobierno y movimientos populares, se dará
un choque fuerte. Con la excepción de Cuba y algunos otros países,
Venezuela es la gran anomalía en el mundo de hoy. Una anomalía
que quieren borrar del mapa. O para expresarlo en las palabras de la oposición:
Hay que exterminar la enfermedad chavista Para ellos, esto
no significa exterminar unas ideas o derrotar un proyecto en las urnas,
sino eliminar físicamente a sus protagonistas. Desafortunadamente,
los medios de comunicación han creado una subjetividad política
en las clases medias en las que estas, no solo saludarían la eliminación
del movimiento chavista, sino que también participarían
activamente en ella. Esta campaña ya empezó. Grupos paramilitares
asesinaron más de 70 líderes campesinos en los últimos
tres años. Casi todos los asesinatos políticos de los cuatro
años se han dirigido contra partidarios del gobierno. Paradójicamente,
hasta la mayoría de los asesinatos contra la oposición fueron
cometidos por la ultra derecha. La pregunta es si podremos parar esta
política de exterminio. En los últimos 18 meses el movimiento
popular ha derrotado dos veces a la derecha y en las fuerzas armadas por
lo menos hay un sector considerable que resistiría a una ofensiva
ultraderechista.
*Resumen de Pepón
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