|
|
nº
39 octubre 03
Plan
Hidrológico Nacional: el agua como mercancía
OLMO
>>
El agua va ha significar en este nuevo siglo, lo que significó
el petróleo en el siglo anterior. Al leer esta frase podría
pensarse que pertenece a algún ensayo sobre el agua de un especialista
en el tema pero, actualmente, es algo que se puede encontrar también
en artículos publicados en revistas de difusión generalizada,
o en algunas tertulias radiofónicas. El agua potable es un recurso
natural imprescindible para la vida, presente en la naturaleza de una forma
abundante, pero, cada vez más, se encuentra contaminada en diferentes
grados, convirtiéndola, progresivamente, en un recurso muy preciado
debido a su escasez. Como todo recurso escaso es muy codiciado, sobre todo
teniendo en cuenta que es vital para vivir y sobrevivir, por lo que, absorbido
por el mercado, se ha convertido en una mercancía muy rentable económicamente
hablando. Infinidad de ejemplos nos lo demuestran, como la progresiva privatización,
en todo el mundo, de las empresas públicas del sector.
En el estado español, el Plan Hidrológico Nacional (PHN) promueve
las grandes infraestructuras con el afán de beneficiar a los pujantes
sectores empresariales de la vertiente mediterránea: turismo principalmente,
seguido de la agricultura industrial. Por supuesto, no pueden obviarse los
lucrativos contratos que, gracias al PHN, conseguirán las grandes
empresas constructoras, segundas en facturación después del
rentabilísimo sector turístico español.
Los dos ejes fundamentales en los que se basa el diseño final del
PHN son: la construcción de grandes embalses (más de cien
proyectados), y los trasvases del Ebro: el Trasvase Norte, destinado al
área metropolitana de Barcelona, para usos urbanos; y el Trasvase
Sur, destinado a las cuencas del Júcar y del Segura y a Almería,
para usos urbanos y de regadío. La ejecución de tales proyectos
de envergadura, seria costosísimo, y el impacto ambiental provocado,
tanto por las obras necesarias, como por los trasvases en sí, tendría
consecuencias irrevocables.
También son muy polémicos los descomunales proyectos que el
PHN proyecta en Aragón a través del llamado Pacto del Agua,
en el que se recoge la creación de más de 250 000 hectáreas
de regadío. La consecución de lo dicho exigiría la
construcción de polémicos embalses que inundarían valles
habitados en el Pirineo Central.
Para poder llevar a cabo la totalidad del PHN, sería necesario sustraer
del caudal del Ebro un total de 1050 hm3 para los trasvases Norte y Sur,
y 2600 hm3 al año para el Pacto del Agua. Esto acabaría provocando
una seria degradación del Delta del Ebro, porque, aunque desde el
gobierno se defiende el PHN aduciendo que el Ebro vierte constantemente
un gran caudal al mar, su débil argumento no tiene en cuenta que
para la no degradación del Delta, es necesario un caudal abundante,
y que la desembocadura del río Ebro en las saladas aguas del mar
Mediterráneo, es necesaria para la conservación ecológica
del ecosistema que se conforma entorno al Ebro. Y, si bien es cierto que
se ha fijado un volumen mínimo para el caudal ecológico que
debiera tener el río para que no se degradara su Delta, también
lo es que éste muy inferior al necesario y que se calculó
en base a datos erróneos, como que el agua aportada por el Ebro se
ha mantenido estable en las últimas décadas, cuando realmente
ha habido recesiones del 30 y del 40%.
Esto lleva a que en el PHN se considere como caudal ecológico un
volumen de agua de 3.000 hm3 al año cuando, para evitar su degradación,
son necesarios entre 9.000 y 12.500 hm3 al año. Las cifras pueden
sernos indiferentes si no llegamos a comprender la importancia de las magnitudes
con las que se trabajan, pero lo más importante es el comprender
cómo desde las administraciones se intenta defender un Plan Hidrológico
Nacional que tiene grandes contradicciones con la Directiva Marco sobre
el Agua de la UE aprobada en Bruselas en el año 2000.
Prioridad
a las estrategias de ofertas
Si bien la construcción de grandes infraestructuras y la sustracción
desmesurada de agua del río Ebro son las principales críticas
que se pueden hacer al PHN, también es muy importante la elección,
por parte de las administraciones responsables, del clásico modelo
de ofertas, por el que el sector privado puja, bajo una masiva
subvención pública, para después ser los usuarios
los que soporten la recuperación íntegra de costes.
Se trata de un modelo que ha provocado revueltas como la que protagonizaron
cientos de miles de vecinos de la ciudad de Barcelona, cuando en 1991
observaron escandalizados cómo sus facturas por el consumo de agua
se incrementaban exageradamente, y comenzaron una guerra de desgaste contra
la administración y las empresas responsables, que duró
hasta el año 2000. En el transcurso de esos años hicieron
innumerables actividades, manifestaciones que congregaban hasta 50.000
personas, y una campaña de insumisión, consistente en no
pagar las facturas del agua, que llegaron a secundar hasta 80.000 personas
durante 1998.
Pero desde hace ya unos años se viene insistiendo, incluso desde
la Unión Europea (UE), en promover un nuevo modelo de participación
ciudadana en todo lo referente a la gestión ambiental y en particular
a la gestión de aguas y, sobre todo, en reconocer los ríos,
lagos y humedales como ecosistemas vivos y no como simples depósitos
de agua. Además, durante el pasado mes de septiembre, la UE ha
hecho público que no apoyará el PHN si conlleva un aumento
de la producción agrícola, ya que existen unas cantidades
de producción límite para cada país, algo que choca
con la justificación de parte de los trasvases: el riego de cientos
de miles de nuevas hectáreas.
Un
futuro incierto
Las multitudinarias manifestaciones en Aragón contra el PHN, que
llegaron a congregar a más de medio millón de personas,
no parece que hayan influido demasiado en los planes del Gobierno, sobre
todo cuando dos años después de la aprobación del
PHN, cerca del 46% de los proyectos incluidos en el mismo, ya se encuentran
terminados, en ejecución, o en fase de contratación (411
de 898). Además, dado el caso de que en las próximas elecciones
saliese elegido el PSOE, cuyo líder ha participado en más
de una manifestación contra el PHN sosteniendo pancartas -eso sí,
de cabecera-, lo más probable es que no se produjese ningún
cambio significativo. No hay que olvidar que fue José Borrell,
ministro de Obras Públicas del Gobierno del PSOE quién,
el 2 de noviembre de 1992, asumió en las Cortes de Aragón
el Pacto del Agua (firmado por todos los grupos políticos de la
Cámara Autonómica), que nacía con la intención
de regular una de las cuencas más caudalosas de la Península
Ibérica. Un año después dio a conocer un anteproyecto
del PHN que conectaba todas las cuencas mediante trasvases. Pero el PHN
no llegó a tramitarse porque el PSOE perdió las elecciones
frente al PP.
Por otro lado, el PHN, no es más que una consecuencia de un modelo
económico concreto y de una dinámica social muy específica:
el modelo económico es el capitalismo, o Globalización,
y la dinámica social es la de sálvese quien pueda.
El PHN es un exponente de la política subyugada por un modelo económico
más poderoso que cualquier estado, y su rechazo por tantos grupos,
asociaciones e individualidades, un brillo de esperanza.
Reflexiones
entorno al PHN
Haciendo un pequeño análisis de la forma en que se piensa
poner en práctica el PHN, se puede constatar lo siguiente:
Los principales beneficiarios de la ejecución del PHN serán
los grandes empresarios de la construcción, de la agricultura industrial
y de la hostelería, que podrán especular con una riqueza
tan real como ficticia, alimentada a través de tuberías
y canales.
La rentabilidad política para el PP, impulsor del PHN, será
muy grande en la vertiente mediterránea, ya que está sabiendo
vender muy bien los supuestos beneficios que el PHN aportará a
dicha vertiente.
Se repetirán situaciones como la vivida en el Pantano de Itoitz,
ya que son más de cien los pantanos que se pretenden construir;
grandes pantanos que inundaran pueblos y valles y que supondrán
un potencial peligro constante para las zonas próximas a ellos.
La UE sólo se preocupará del PHN cuando su aplicación
interfiera en la repartición de las cuotas de producción
agrícola, siéndole indiferente todas las más que
previsibles consecuencias negativas que ocasionará en todos los
campos antes citados.
Ningún partido político puede eliminar el PHN, como mucho
realizar pequeñas modificaciones sin importancia real.
*
La información de este texto ha sido extraida de la exposición
de Pedro Arrojo (Universidad de Zaragoza) en la cumbre sobre el agua celebrada
en Sevilla y del libro Agua , ¿mercancía o bien común?
(Alikornio)
|