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  nº 39 octubre 03

Contextualizando la prostitución
El fenómeno de la prostitución: apuntes para
un debate feminista



CLARA GUILLÓ

>>¿Desde qué punto de vista podemos debatir la prostitución? ¿Y la industria del sexo, es también prostitución? Este texto quiere señalar algunas variables significativas desde donde debatir este tema. La prostitución es un fenómeno que evoluciona con el tiempo, cuya definición depende del momento histórico y de la propia sociedad de contexto. Por ejemplo, alguien trabajando en una línea erótica, ¿es una prostituta? Hoy consideramos que no, pero probablemente en Arabia sí sea definida como tal.

La prostitución está histórica y culturalmente determinada de una manera dinámica. ¿Eran las cortesanas de la corte prostitutas? ¿y las hetairas griegas? ¿lo son las mujeres marroquíes que se casan y divorcian en el mismo día con hombres para que éstos puedan tener relaciones sexuales?. La respuesta es no. Las putas eran las de los burdeles o la calle, y las otras cumplían una función social diferente: las hetairas religiosa, las cortesanas de relaciones sociales, de informantes... Y es que una de las claves para entender la prostitución es la clase social de la prostituta, y la cultura dominante, que es la que define el fenómeno.

El contexto de la prostitución
La cultura dominante es la del patriarcado, la centralidad del trabajo (empleo), la sociedad de mercado (todo tiene un precio, un valor y es intercambiable), el consumo y ocio de masas, y la globalización económico-cultural. Aquí se debate sobre si el sexo femenino es o no una capacidad más, intercambiable en el mercado de trabajo, y si las relaciones sociales deben o no someterse a las reglas del mercado capitalista. Unido a esto están las relaciones interétnicas, interpretadas dentro de la globalización y las migraciones. Hablamos de racismo institucional y xenofobia cultural. Las Inmigrantes son fuerza de trabajo temporal, elemento de inseguridad y competidoras de recursos. Las mujeres inmigradas representan hoy el 90% de la prostitución: aproximadamente el 80% de las prostitutas de calle, y en clubs de plaza (estancia de 21 días consecutivos sin descanso con salida obligatoria) o de carretera y alterne pueden llegar a ser el 100%. Las relaciones interétnicas en la prostitución están tan llenas de prejuicios y estereotipos como en la sociedad, y son un factor de competitividad. Para los clientes y empresarios supone la compra/venta de dichos estereotipos acompañados de características sexuales. Por ejemplo, apenas hay mujeres subsaharianas en los clubs porque los clientes las rechazan, prefieren las mujeres de Europa del Este porque representan el ideal de belleza de los hombres occidentales, o bien las latinas porque son “más pasionales”.

También tenemos que tener en cuenta las relaciones de género, nuestra situación y posición respecto a los hombres y la evolución de los derechos de las mujeres. En una sociedad patriarcal donde hay una situación de desigualdad estructural estamos jerárquicamente situadas en una posición de disvalor. Esto es transversal. Estamos simbólicamente divididas en dos grupos: las buenas (esposas) y las malas (putas). Hay un control férreo sobre nuestra sexualidad, opciones laborales, y acceso a servicios, situándonos en una situación de vulnerabilidad socioeconómica, política y cultural. Finalmente, como último factor de contexto, están las relaciones de clase, sometidas a un proceso de homogeneización basado en el modelo de la clase media que ha entrado en crisis: paro estructural, endeudamiento de las familias, precariedad laboral, recortes sociales... Cada vez hay una mayor polarización entre los segmentos más altos de la sociedad y los más bajos, lo que nos afecta sobre todo a nosotras, con un 22% de tasa de desempleo.

La prostitución como fenómeno multidimensional
Además de todo esto, no podemos olvidar que la prostitución es un fenómeno multidimensional en el que intervienen numerosos factores. Por ejemplo, legales, que establecen la permisibilidad o no del ejercicio de la prostitución y/o beneficio de terceros. El ejercicio es alegal, pero en el 1995 cambió la legislación para despenalizar determinadas formas de proxenetismo; desde entonces se ha disparado el número de clubs (primera forma de prostitución en el Estado muy por encima de la calle) cuyos beneficios recaen en los dueños. También está la exclusión social y marginalidad, porque es una actividad que la sociedad no admite, generando prejuicios, rechazo, aislamiento, y ocultación. Esto tiene repercusiones en el acceso a bienes y servicios, mercado de trabajo y formación, vulnerabilidad para quien la ejerce; y reivindicación de derechos (entre ellos la dignidad, la identidad, y la participación). Otra dimensión es la sanitaria, el estado de salud de la prostituta y de quien acude a ella. Finalmente, está el tema de la seguridad en relación a las personas que la ejercen como víctimas de delitos (coacción, violación, agresión, abuso policial, robo...); al negocio (proxenetismo, tráfico, droga,...); y asociada a la marginación (consumo de drogas, delitos menores..).

Revisado el contexto y las dimensiones del fenómeno, toca cuestionarse quiénes son los actores principales. Las prostitutas han sido y son -para la sociedad- el objeto central del fenómeno, como víctimas o como culpables. Las discusiones se centran en la elección “libre o forzada”, y si una elección hecha en la vulnerabilidad es en el fondo una elección libre. Los proxenetas son otros actores mitificados. Ya no existe casi el chulo clásico, sino que ahora aparece el intermediario sin relación afectiva, y el compañero sentimental dependiente o no de los ingresos. Los intermediarios son una nueva figura, porque son claves a la hora de poder entrar en algunos clubs donde se piden referencias por las que se comisiona. Con la aparición de la Asociación Nacional de Dueños de Clubs de Alterne (ANELA), los dueños son centrales. Reclaman un tipo de reglamentación al que son contrarias las prostitutas (sacarla de las calles y que sea legal sólo en los clubs). Ellos ayudan a constituir la oferta pero son parte intrínseca de la demanda. En paralelo están las redes de captación. Algunas sólo son afectivas y familiares y abren la opción a las mujeres, otras están estructuradas a través de los dueños de clubs que demandan explícitamente determinadas nacionalidades a redes organizadas. A veces implican engaño (trata de mujeres con fines de explotación sexual), otras veces no (tráfico de inmigrantes). Además, están los clientes, con la evolución de sus características configuran en parte la prostitución: a quién quieren y a quién no, y cómo y dónde lo quieren. Se estima que en España el 38% de los hombres acude a la prostitución en algún momento.

En nuestra encuesta en Andalucía lo han reconocido cerca del 27%. Las Fuerzas y cuerpos de seguridad tienen también una actuación fundamental, pueden criminalizar o proteger a quien la ejerce, y transmiten a la ciudadanía una imagen de inseguridad que se asocia al fenómeno; lo mismo que los medios de comunicación. Finalmente, están, por un lado, las Asociaciones de prostitutas, empresarios, vecinos, feministas... que con sus posicionamientos han redefinido el fenómeno, y creado opinión pública: posturas sociales organizadas que abogan por determinadas salidas. Por otro lado, las Administraciones y poderes públicos, porque ante ellas recaen las demandas de los diferentes colectivos, y están en la obligación de normativizar.

El panorama actual
Después de esta parte más teórica, hay que plantearse cuál es el panorama de la prostitución hoy. Ha evolucionado muy rápido con tres momentos recientes muy importantes. Primero, desde los ochenta aparecieron las toxicómanas que desplazaban geográficamente y remplazaban a las prostitutas tradicionales (y la aparición del VIH). Segundo, desde los años noventa han disminuido las prostitutas autóctonas y toxicómanas, surgen las inmigrantes y crece la prostitución masculina destinada al hombre. Tercero, también en esos años aumenta global y drásticamente la trata de mujeres destinadas a la prostitución, el turismo sexual y la explotación de menores.

Dentro del panorama de la prostitución hay toda una subcultura de normas y valores, que varían según el grupo étnico y la clase social de la prostituta y según el tipo de actividad. Esta última se percibe de manera jerárquica, básicamente económica, por las propias prostitutas. De menor a mayor está: calle en extrarradios o carreteras; la calle en el centro; alterne, prostíbulos y casa de citas; pisos y clubs; clubs de plaza y villa; agencias. Destaca la concepción de la calle del centro de las ciudades como un lugar seguro y conocido para la prostituta, con más libertad de elección, frente a los extrarradios y carreteras considerados como inseguros, competitivos y peligrosos. Los clubs de carretera (y sobre todo de plaza) son considerados como lugares donde se gana mucho dinero pero sin libertad de movimientos.

Por otro lado, la prostitución se engloba hoy dentro de la Industria del Sexo, que abarca todas las actividades comerciales en relación con la sexualidad: desde la venta de todo tipo de objetos y vestuario (sexshops), Internet, espectáculos, líneas eróticas telefónicas, películas, canales de televisión y publicaciones, compra-venta de espacios publicitarios en televisión y prensa, consultorios y servicios psico-médicos, desarrollo de la industria farmacéutica, hasta la prostitución.

Esto ha supuesto el acercamiento del sexo comercial a clientes que no eran a su vez clientes de la prostitución, y la ha obligado a competir directamente con otras formas de sexo comercial, en ocasiones apareciendo de forma conjunta. Además, a nivel estatal la prostitución de calle sale del centro de las ciudades para pasar a las carreteras y polígonos industriales. Los clubs representan la forma mayoritaria de prostitución, y entre estos se impone el sistema de plaza, que hace que el club se sofistique como un lugar de socialización y ocio masculinos que quiere tener la máxima oferta de infraestructuras y de prostitutas, que cambian continuamente. Esto ha hecho que la movilidad geográfica de las mujeres se imponga como una necesidad para la supervivencia, con la consecuente pérdida de lazos afectivos y aumento del aislamiento social, especialmente para las inmigradas. Se han incrementado el número agencias, de pisos, y de negocios asociados con internet.

Todo ello hace que la prostitución se esté convirtiendo en algo cada vez más asociado al consumo de servicios privados y exclusivos para hombres como ejercicio de estatus y poder, y se disocia cada vez más de la idea tradicional de contacto sexual por no tener un acceso culturalmente libre a las mujeres. Las investigaciones demuestran que el cliente es un hombre promiscuo, con relaciones sexuales normalizadas, de cualquier edad y clase social. Una de las ideas de discusión sería, pues, que la diferencia entre clientes y no clientes es simplemente su concepto y vivencia de las relaciones de género. La prostitución se sofistica y cada vez es más heterogénea (agencia, pisos, burdeles, clubs, villas de lujo, calle, internet...) pero se está segregando espacialmente –se oculta. Es cada vez más accesible, pero menos visible físicamente a los ojos de la sociedad.

* Socióloga, acaba de dirigir una investigación sobre el fenómeno de la prostitución en Andalucía. Pertenece a la Comisión de Mujer de la asociación Derechos para Tod@s, que está debatiendo este tema.

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