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  nº 39 octubre 03

Agricultores realizan acciones simultáneas contra los cultivos transgénicos en tres lugares del estado
Organismos Manipulados Genéticamente: el debate robado*



Las agencias reguladoras de todo el mundo han permitido ensayos de campo desde hace más de 20 años, así que éstas cosas están en el medioambiente. Si está diciendo que no puede aceptar su presencia, está diciendo que los procesos biológicos normales no pueden tener lugar

Simon Barber,
del lobby industrial Europabio.

Seamos claros. No estamos hablando de metales pesados o dioxinas, hablamos de algo como el maíz. Ya tenemos niveles de tolerancia para el cadmio, arsénico, plomo y dioxinas en nuestros alimentos - ¿Porqué no con los transgénicos?
Oficial de la Dirección General de Salud y Protección del Consumidor de la Comisión Europea.

FERNANDO**
>> ¿Qué hay de los transgénicos? Parece que al ritmo de las nuevas cuestiones que acaparan la atención global (terrorismo, guerra permanente, programas de estrellas televisivas...), la introducción de la biotecnología es un debate pasado, que puede dar poco de sí. Esta percepción general tiene una gran trascendencia. Marca todo el contexto en el que hoy día, entre los involucrados, se sigue batallando, casi como hace siete años, en 1996, cuando la primera soja transgénica de EEUU desembarcó en nuestros puertos.

Entonces el clamor general y la protesta en Europa hicieron tambalearse al gigante industrial agro-químico, que cada vez peor visto, miraba con horror como los procesadores y cadenas de supermercado (Nestlé o Sainsbury) le daba la espalda, ante la presión de los consumidores. Por otro lado los movimientos sociales de base (agricultores y ecologistas sobre todo) y las ONGs articulaban una campaña eficaz en su diversidad de tácticas: desde el lobby de alto nivel en los pasillos de la FAO o el Parlamento Europeo, hasta acciones directas sobre campos de cultivos transgénicos. Todo ello llevó a que en el viejo continente, enarbolando el Principio de Precaución (1) por bandera, se prohibieran numerosos productos transgénicos en teoría listos para comercialización y se decretara una moratoria en 1998 a toda nueva autorización de OMGs.

Al sur de los Pirineos, como siempre, la cosa es distinta. El gobierno del PP, aunque el PSOE inició la misma línea, se ha esforzado, codo a codo con los investigadores públicos pro-transgénicos más obtusos y las empresas, por hacer tragar con los transgénicos. Aquí no ha habido consultas ni otras florituras democráticas como en Suiza, Holanda o Bélgica. Se ha ocultado y se oculta información legalmente declarada de acceso público (como qué se está experimentando, dónde, por quién…). Altos cargos del Ministerio de Agricultura y Medioambiente participan en foros del lobby agroquímico garantizando la inocuidad y el control de la agricultura transgénica y alabando sus ventajas. En 1998, se registraron dos variedades de maíz Bt de Novartis, prohibido en casi toda la UE, del que se vienen sembrando 25.000 Ha anuales a escala comercial (es decir, sin ningún control ni seguimiento). En febrero de este año se inscribían en el Registro Nacional de Semillas otras cinco variedades de maíz transgénico. España está siendo la puerta trasera de entrada de las decenas de transgénicos que esperan su autorización en la UE, y por tanto, piedra de choque para romper la moratoria.

En estos años también se han dado otros cambios. Ante la saturación de información que ha acompañado la entrada en escena de la Ingeniería Genética, a menudo de gran complejidad técnica, las organizaciones sociales han tenido a veces que relegarse a “verlas venir” o enfrascarse en arduos debates científico-legales, que han podido llevar al desentendimiento de la mayoría de la población sobre algo que nos afecta y mucho, o a perder la visión de conjunto y los objetivos a largo plazo, en pos de logros parciales e inmediatos. Y lo que es un hecho indiscutible: de la docena de empresas que hace diez años operaban en el sector de la biotecnología, hoy, tras sucesivas fusiones y absorciones, son apenas cuatro voraces corporaciones las que marcan el paso en el campo bautizado siniestramente como “Ciencias de la Vida (Life sciences)” (2)

Todo esto nos muestra un escenario para la introducción de los transgénicos en el que se ha pasado de una invasión nocturna por sorpresa, a una guerra de desgaste. Y, siguiendo la edificante jerga militar, la operación que planea llevarse a pleno día y con todo el amparaje legal necesario en Europa tiene un nombre: Coexistencia.

Coexistencia
No nos engañemos. Las autoridades europeas no se oponen a los transgénicos. Bajo su punto de vista éstos ya están en nuestras vidas: sólo hay que regularlo, para evitar mayores descalabros. Hay tres obstáculos que salvar para que los Organismos Modificados Genéticamente (OMG) dejen de ser proscritos: el seguimiento (poder rastrear el OMG a lo largo de toda la cadena alimentaria y tenerlo localizado ante posibles “efectos adversos” que pudieran surgir), la responsabilidad (poder determinar quién responderá ante los daños que esos “imprevistos” pudieran originar) y el etiquetado (poder garantizar al consumidor su derecho a elegir un producto con OMG o no). Para cada una de estas cuestiones hay numerosas cabezas pensantes de las Direcciones Generales, del Consejo, Parlamento y Comisión europeas trabajando arduamente en el diseño de sistemas legales que los cubran.

Pero toda esta supuesta regulación esta viciada de principio.
El debate sobre la coexistencia parte de la propuesta de la Comisión que pone como objetivo garantizar la libre elección de cada agricultor y consumidor sobre la base de una sana convivencia entre modelos agrarios: transgénico, convencional y ecológico. ¿Cómo salvar el pequeño inconveniente de que los transgénicos son invasivos en esencia y por simple polinización acaban contaminando otros cultivos? Etiquetándolos se mantiene el poder de decisión del comprador. Y para etiquetarlo se planea disponer unos umbrales de tolerancia. Esto supone para alimentos en torno a un 1% de admisibilidad de transgénicos sin que se etiqueten. Hablamos de un debate político, no científico, ya que el umbral de detectabilidad está en 0,1 %. Las autoridades europeas han de combinar las exigencias de la industria de abrir una brecha para la diseminación de OMGs con las preocupaciones del consumidor. Como en las rebajas de quincalleros finalmente el umbral será de 0,9%.

Actualmente, la Comisión planea aprobar, a través de un comité, una Directiva sobre la “presencia fortuita” de OMGs en semillas. El etiquetado de las semillas convencionales o ecológicas indicando que contienen transgénicos no será obligatorio si éstos no superan unos umbrales determinados (0.3% para el aceite de colza, 0.5% para el maíz, la patata, la remolacha, el tomate, la achicoria y el 0.7% para la soja). Permitir la venta de semillas contaminadas equivaldría a una liberación a gran escala de OMGs en el medio ambiente.

Los efectos obviamente ponen en entredicho el proclamado concepto de coexistencia. Incluso el Comité Científico de Plantas de la UE reconoce que “conseguir los umbrales del 0.3% y del 0.5% será cada vez más difícil a medida que aumente la producción de cultivos transgénicos en Europa. En su momento, deberá revisarse el umbral del 1% [ahora 0,9%] establecido por la Comisión”. Llegará el día en que consumiremos productos un 99% transgénicos y no estarán etiquetados por que no han sobrepasado el umbral. Incluso la exigencia de numerosos gobiernos locales de tener potestad para declarar zonas como “Libres de OMGs” está en tela de juicio.


(1) El Principio de Precaución rige en la UE y otros países a la hora de llevar a cabo actividades de riesgo (como la diseminación de organismos transgénicos ) y consiste en vetarlas hasta que sea posible garantizar que no tendrán ningún efecto perjudicial. En EEUU por el contrario se rigen por el Enfoque Precautorio: esto es, se introduce ese elemento de riesgo desconocido y se monitorea y prevé un plan de crisis a la espera de que efectos pueda conllevar.
(2) Los gigantes agro-químico-farmaceúticos son Syngenta (Novartis y Astra-Zeneca), Bayer (que adquirió Aventis) y DuPont y Monsanto (de los que hay rumores de fusión).

* Este artículo es un extracto de “Geobiopolítica”, que se publicará en el nº 1 de la revista “El Pimiento Verde” a finales de otoño. Más información en www.tierraylibertad.org
**De Ecologistas en Acción

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