|
|
nº
39 octubre 03
Una
reflexión sobre los límites y aciertos de la Revolución
Bolivariana: entrevista a un activista de los movimientos populares venezolanos
¿La
revolución dentro de la revolución?
El nuevo estado en Venezuela y los movimientos populares /y 2
RAÚL ZELIC
>> Roland Denis fue viceministro de Planificación y Desarrollo
en el gobierno de Hugo Chávez. Vinculado desde joven a los movimientos
populares de Venezuela y militante de la corriente izquierda de Desobediencia
Popular, Denis explica su visión del proceso político emprendido
en su país y el papel que desempeñan los movimientos populares.
Raúl Zelic: ¿Hay un proceso de transformación o no?
Roland Denis: Sí, claro. Hay un proceso de organización
desde abajo que es inédito en el mundo. Se están construyendo
bases para una economía alternativa y de cooperativas. En muchos
espacios, se está conformando una democracia participativa y protagonista.
Todo esto no lo ha habido en otras revoluciones o proyectos de reformas.
¿Por qué es diferente nuestra realidad? Porque se trata
de un proceso constituyente. El gobierno no es la vanguardia del proyecto
y por eso el proceso va más allá del gobierno de Chávez.
R.Z.:
¿Qué habría que hacer para radicalizar al proceso?
¿Qué pasos tendría que asumir el gobierno? ¿O
son sólo los movimientos que pueden profundizar al proceso?
R.D.: No le exijo mucho al estado. En principio sólo dos cosas:
primero que garantice la eficiencia de su gestión y asuma medidas
contra la corrupción; y segundo que siga funcionando como un muro
de contención contra las fuerzas fascistas. El resto lo podemos
hacer nosotros mismos. Al final, no se puede construir una sociedad nueva
a través de decretos. El papel de un gobierno es de posibilitar
el protagonismo de las masas sin imponerle una dirección.
Hemos defendido al gobierno y a la persona Chávez y seguiremos
defendiéndolos porque son un muro de contención. Pero esto
no quiere decir que estemos completamente identificados con ellos. El
gobierno no solo frenó a la derecha, sino en muchas ocasiones también
a los movimientos populares y al proceso social. Para mí la
revolución dentro de la revolución se daría
si el estado empezara a gobernar con las masas. No entregando ministerios,
sino cambiando los mecanismos de decisión. Hasta que el gobierno
haya aprendido esto, sin embargo habrá todavía muchos conflictos
y muchos choques.
R.Z.:
¿Qué habría que socializar primero? ¿El acceso
a los medios?
R.D.: El acceso a los medios, a la tierra, a la producción,
a los créditos, a la tecnología y a la planificación.
La política de desarrollo tendría que definirse en base
a aquello que discuten las redes de autogestión. Habría
que descentralizar la entrega de recursos.
Para todo aquello hay propuestas concretas. Hay planes que han sido desarrollados
independientemente por las comunidades, incluso contra la resistencia
de partes del estado programas agrarios como Todas las manos
por la siembra por ejemplo-. Estos proyectos arrancaron porque los
movimientos sociales lucharon por ellos.
R.Z:
La corriente de la cual provienes, Desobediencia Popular, discutía
mucho con la organización política colombiana A Luchar durante
la década de los 80. Hubo un debate intenso sobre nuevas relaciones
entre población y organizaciones y se planteó el concepto
del Poder Popular. ¿Dirías que Venezuela es la prueba que
las vanguardias políticas son innecesarias? ¿Que pueden
ser remplazadas por redes?
R.D.: Sí creo que las vanguardias colectivas son necesarias.
Vanguardias sociales que no se definen en base a una posición de
poder. Siempre hay vanguardias por que siempre alguien es el primero.
Pero el hecho que tú hagas un paso primero, no significa que todos
luego te seguirán. Tú eres vanguardia siempre cuando otros
tengan tus acciones y pasos como un punto de referencia. Pero no porque
dirijas, sino porque otros te consideran una referencia. Si un grupo establece
una asamblea de barrio en una vecindad y si este modelo es copiado en
otras vecindades, el grupo se convierte en vanguardia. El ejemplo se multiplica
porque funciona y porque le ayuda al barrio a articularse. Pero aquí
se trata de iniciativa y no de control.
R.Z.:
Estructuras asamblearias no pueden remplazar completamente a la organización
política. En Venezuela no existen tales organizaciones. Hay grupos
pero no hay proyectos nacionales.
R.D.: Es verdad. Pero hay un elemento que logra cohesionar a estos
movimientos dispersos y difusos: la persona de Chávez. Él
no representa la vanguardia, sino el carácter de masas de estos
movimientos. Nosotros, es decir varias corrientes, empezamos a decir a
principios de los 90 que no se trata de construir organizaciones políticas,
sino campos de hegemonía. Campos en los que ciertos conceptos se
hacen hegemónicos. Con esta propuesta muchos han trabajado sin
estructura orgánica, pero sí con criterios comunes
en diferentes áreas: en los movimientos campesinos y obreros, en
las redes pedagógicas y socioculturales, en la construcción
de una economía solidaria. En Venezuela, se han configurado campos
enteros que reflejan estas posiciones hegemónicas: los medios alternativos
por ejemplo. No son centralizados pero sí se extienden. Claro que
hay aspectos que deberíamos centralizar, que mejor podríamos
administrar centralmente. Ahí nos falta a veces madurez. Pero sin
embargo, el campo hegemónico sigue creciendo con mucha dinámica.
O las redes pedagógicas. El problema no sólo consiste en
las ideas buenas. En Colombia, hubo muchísimas publicaciones importantes
sobre el trabajo popular, de barrio y de conciencia. En cuanto a la concepción
de Poder Popular le debemos mucho al aporte de los colombian@s. Pero en
Venezuela se logró masificar estos conceptos. Se han convertido
en una parte de la práctica política y Hugo Chávez
en su locutor. Creo que Chávez no sabe demasiado sobre los conceptos
de pedagogía popular. Pero los movimientos populares han propuesto
estos conceptos y ya que Chávez sabe que tiene que convivir con
esta nueva hegemonía, con este sueño de un mundo diferente,
la difunde.
Para mí, todo esto es un gran triunfo cultural. En Venezuela, se
ha demostrado que un proceso social puede arrancar sin vanguardias orgánicas
e incluso a veces puede arrancar mucho mejor sin estas vanguardias.
Se ha visto que redes y movimientos en condiciones concretas pueden remplazar
a los partidos y organizaciones clásicos.
R.Z.: Muchos términos que ustedes utilizan, no se entienden
bien: soberanía nacional, conducción,
alianza cívico-militar No podemos discutirlos todos.
Pero quisiera preguntar sobre la constitución. Yo diría
que una constitución siempre es papel muerto, una mezcla entre
garantía de propiedad privada y promesa incumplida de libertad.
Para ustedes la constitución es el centro del proyecto revolucionario
¿Por qué?
R.D.: Aquí no hubo una organización revolucionaria que
asumiera el papel de conducción. Aquí solo hubo movimientos
insurreccionales primero de masas, luego de militares. Estos movimientos
fueron heterogéneos, dispersos, fragmentados. Lo que los unió
fue el proyecto de desarrollar un fundamento común es decir
la constitución. Nadie hubiera sido capaz de centralizar este movimiento
alrededor de un programa, ni siquiera Chávez. Su conducción
es indiscutible pero sus ideas no eran suficientes para cohesionar al
movimiento. La constitución llenó este vacío. Es
un programa político y un marco para el proceso futuro a la vez.
Por esto, la constitución no es un texto muerto. En ella se reflejan
muchos valores y principios. Y es una constitución profundamente
libertaria e igualitaria. Quizá no lo suficiente. Quizá
tendremos que reformarla, quizá no será necesaria en algún
momento. Pero en este momento juega el papel de un libro rojo. Refleja
las reivindicaciones y los objetivos de los movimientos populares.
R.Z.: ¿Pero en qué consiste su importancia concreta?
¿Realmente define el contenido progresista de nuevas leyes o es
al revés: el movimiento político que reivindica a la constitución
como símbolo o programa, decide sobre el carácter de las
nuevas leyes?
R.D.: Las dos cosas. Claro, la constitución también
puede ser útil para la derecha en un momento concreto. Pero para
mí sobre todo es didáctica. Piensa en los millones de personas
que nunca antes habían discutido políticamente y que ahora
leen la constitución. No son la mayoría de la población
pero si son una minoría grande. Y esta gente estudia con la constitución
también una forma de pensamiento político porque es una
constitución muy influenciada por las ideas de igualdad y justicia
social. Además, la constitución es un instrumento de lucha.
El estado burgués gira, por definición, alrededor de su
constitución. Así, ésta se convierte en un marco
en el que podemos actuar.
Claro que podríamos discutir abstractamente sobre la genealogía
de las constituciones burguesas. Pero en esta situación concreta
juega un papel muy, muy grande. Como momento concienzador, como programa,
como marco para actuar. Sin constitución no hubiéramos hecho
nada. Chávez no es el centro de este proceso. Es el comunicador.
El centro consiste en las ideas y esto es en nuestro caso, la constitución.
R.Z.:
Me parece que otro aspecto es muy importante. En algunas partes aquí
se ha logrado de reconciliar movimientos de base inspirados por el anarquismo
con una concepción diferente del estado. Así se está
diseñando una respuesta al conflicto histórico entre el
poder local y la sociedad en su conjunto. Hay proyectos en Venezuela que
muestran que sí es posible superar la contradicción entre
autogobierno y estado. Por el otro lado, me pregunto cómo se podría
generalizar esta experiencia. En fin, el 98% del aparato estatal consiste
en viejas élites, el 1,9% es gente que quisiera convertirse en
éstas.
R.D.: El proceso popular constituyente tiene que seguir. Con este
estado, no vamos a lograr nada. No se trata simplemente de remplazar algunos
funcionarios. A este estado hay que destruirlo y reconstruirlo. Y esta
reconstrucción tiene que partir de nuevas bases y generar nuevas
formas de centralización de poder más locales y participativos.
Nadie puede decir si realmente vamos a lograrlo. En nuestros análisis
un poco fantásticos hablamos de un proceso que durará 20,
30 años. Y claro que podemos ser derrotados y eliminados en este
camino. La pregunta decisiva es si lograremos cambiar las correlaciones
de poder. De hecho, podemos observar procesos en esta dirección.
En las fuerzas armadas, por ejemplo, se están conformando nuevas
actitudes y prácticas que no tienen nada que ver con fuerzas armadas
tradicionales.
Lo que sí es seguro es que no vamos a hacerlo solos. Si esta lucha
no se continentaliza, podemos irnos a casa. La revolución bolivariana
es totalmente diferente del proceso cubano. Aquí no se trata de
un socialismo de estado que se puede encerrar en sí mismo. Nuestro
proyecto se filtra por todas partes. Solo puede sobrevivir si no se aísla.
Si emitimos luz para otras partes y recibimos luz de estos otros lados.
|