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nº
40 noviembre 03
construyendo
Entrevista
a Traficantes de sueños
Nuestros libros son apuestas políticas
IRENE
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Bajo el nombre de Traficantes de Sueños, proyecto que surgió
hace ocho años, se esconde una apuesta: la de construir "cajas
de herramientas válidas para la intervención". El punto
de partida de este intento de crear un espacio para la reflexión
fue una librería, a la que más tarde se sumarían
una distribuidora y una editorial. Ésta última ha iniciado
una fructífera etapa en los últimos meses a través
de la colección Mapas, una serie de cartas para orientarse en el
terreno de las mutaciones sociales y la intervención política.
Nos reunimos con dos de sus integrantes para conversar acerca de estas
y otras cuestiones.
Molotov:
Me gustaría que empezaseis hablando de la dimensión económica
del proyecto, cómo la manejáis, con qué dificultades
os encontráis, y cómo enfocáis la dimensión
del autoempleo (ya que, de las diez personas que forman parte del proyecto,
seis son empleadas).
David: Creo que hay que tratar de pensar los proyectos sociales manejando
otros conceptos de la economía. Hay que introducir un cuestionamiento
político. Cuando pensamos o discutimos lo público, nunca
manejamos el mismo concepto que de lo privado, de establecer la relación
entre gastos e ingresos. Por ejemplo, valoramos que el transporte público
debe de ser gratuito, aunque genere una cuenta de resultados negativa.
Una empresa que se considere social deberá manejar un concepto
similar. Es decir, cada proyecto debe reflexionar sobre su distribución
de fondos. Yo creo que sería muy interesante que los usuarios/as
del proyecto y de los servicios que aporta, decidieran también
cómo ir distribuyendo esos ingresos.
Fernán: Cuando surgió, el proyecto tenía tres
ideas fuerza, una era la de aportar el pensamiento crítico, otra
la de aportar un espacio donde la gente se dotase de herramientas conceptuales
más allá de los cinco antis, de esos tópicos
de la extrema izquierda; pero también había una faceta de
autoempleo, y una idea de romper con esos proyectos de la extrema izquierda
cutres, que aguantan dos o tres años, después se van al
garete y ahí no hay ninguna experiencia. Tratábamos de romper
con esas dinámicas, dar un paso y plantear otros niveles de participación
y funcionamiento. Ocho años después, el proyecto se mantiene,
con mucho esfuerzo, pero se mantiene, y se va implementando una función
crítica, de desarrollo.
La faceta autoempleo, la verdad es que es más bien autoexplotación,
y las condiciones, en relación a lo que serían las condiciones
del mercado, no son muy sugerentes. El autoempleo es una de las facetas
que falla; el discurso de que los proyectos sociales son una alternativa
a las relaciones salariales imperantes, es un problema que habría
que empezar a analizar y discutir.
Por otro lado, la faceta de buena gestión económica, en
otras partes del estado, sobre todo Cataluña y Euskadi, hay otras
experiencias que realizan buenas gestiones, hay proyectos muy sólidos.
Eso todavía está un poquito en el aire, pero como llevamos
siete años estando en el aire, estamos en la solidez de estar en
el aire.
D.: Creo que una de las bases de partida de este proyecto era la
figura del militante clásico, que este proyecto se sostendrá
gracias al trabajo militante no remunerado. Para mi el concepto de autoempleo
no me acaba de aportar mucho contenido: ¿qué es el autoempleo?
Me gusta más usar el cambio que entre nosotros se ha producido
entre militancia, trabajo militante, y nuevas formas de empresariado social.
Me gusta más ese concepto de empresariado social porque hay que
introducir las cuestiones de cómo valoro mi trabajo, el salario
que recibo por él... Yo no puedo valorar lo que cobro aquí
diciendo que es menos que lo que cobro trabajando para el Corte Inglés,
que por tanto me estoy autoexplotando acá, y en el Corte Inglés,
no. Creo que el punto de comparación no debe de estar en el mercado,
quizás debe de estar más en proyectos similares al nuestro.
La diferencia que apuntaba Fernán sobre mejor finura en la gestión
en unos lugares o en otros, es una cuestión del desarrollo del
empresariado político, que tienen más experiencia en unos
lugares que en otros. No es que aquí no sepamos gestionar, sino
que en el lugar del que nosotros partíamos políticamente,
no había muchas experiencias de empresariado social crítico
de las que aprender. En otros lugares igual sí, se arrastran otros
saberes que permiten ser más finos. Uno de los problemas que tenemos
en nuestro proyecto, y creo que no sólo en el nuestro, es que nos
hemos constituido al margen de otras instancias que, moviéndose
en el plano social, llevaban un camino recorrido: hablo de la Unión
de Cooperativas, de Redes de Economía Social, de este tipo de cosas.
M.:
En el actual panorama del mercado editorial y de librerías (concentración
editorial, búsqueda cada vez mayor de la rentabilidad de los títulos
que salen al mercado, apertura de grandes superficies y cierre pequeñas
librerías...), ¿qué espacio hay para un proyecto
militante como Traficantes de Sueños?
F.: Más que aprovechar los huecos que hay, creo que estamos
abriendo otros espacios que no son huecos, sino que se está generando
otra cosas, otro espacio paralelo que no es ni un espacio puramente alternativo,
100% ideologizado, ni es un espacio del mercado. Es un espacio donde sí
hay intercambio económico, pero también hay intercambio
de material, ya que se intenta intercambiar material en vez de intercambiar
dinero con otras editoriales. Se van generando otras redes, otro espacio,
otra referencia para gente que busca contenidos serios y de calidad. Se
ha roto un poco esa imagen de que lo cutre es lo alternativo, y lo bueno
son las grandes editoriales que son las que tienen los medios para sacar
libros de calidad, con autores reconocidos. En ese sentido se está
abriendo un espacio, no sólo nosotros, sino una serie de proyectos
que han surgido al mismo tiempo, más o menos por todo el estado.
Nos damos cuenta de que el material que estamos generando tiene mucho
interés, y salida, tanto que hasta el espacio comercial le está
interesando.
D.: Creo que para contestar a esto habría que ver qué
es lo que tenemos; para mí el hueco es enrome. Hay una crisis;
ves que las apuestas por la renovación en el discurso que realizan
las grandes y medianas editoriales, son bastante reducidas: tiran de reediciones,
grandes firmas... Proyectos como los nuestros tienen una ventaja especial,
que es que mientras las editoriales tienen que hacer una labor de prospección
muy fuerte, y a la vez no pueden dar pasos porque no tienen ni idea a
quién pueden colocar los textos, pues no conocen la potencia real
de esos textos; nosotros, como militantes, sociales, sí que tenemos
ese contacto y debemos fijarnos en cuáles son los puntos de potencia.
Con esto quiero decir que nuestros libros no son apuestas económicas,
son sobre todo apuestas políticas, son intentos de desarrollar
cajas de herramientas que sean válidas para la intervención.
Si partimos del hecho que las editoriales grandes y medianas son incapaces
de ver eso, el campo es nuestro. La potencia reside en los movimientos
desde Seattle hasta delante, ahí están saliendo los contenidos,
y nosotros estamos ahí, partimos de ahí. De ahí nuestra
apuesta por tener esa posibilidad de llegar a más gente, ya que
ves que hay mucha gente interesada por eso. Veamos realmente ese interés,
y si nuestros esfuerzos encajan con él o no. Está claro
que nosotros estamos un poco menos perdidos que las otras propuestas.
M.:
Habéis hecho una apuesta muy seria con la editorial, que también
es una apuesta política (ya que os declaráis parte de los
movimientos sociales), ¿podríais explicitarla?
D.: Es una evolución de lo anterior, en parte: intentamos recoger
textos que vengan desde movimientos sociales transformadores, con propuestas
interesantes (movimiento de okupación, de agroecología,
manuales de asambleas, etc.). Vamos a intentar mantener, mejorándolo,
la idea esta del militante social que a la vez sabe leer la realidad e
intenta comunicar sus prácticas y los motivos de éstas.
Por otro lado, está la línea de la colección Mapas,
que va en relación de ese panorama que se abre, que no está
cubierto por otras grandes editoriales, dentro del movimiento de movimientos.
En ese entorno se está produciendo pensamiento, y nosotros además
somos capaces de darle valor añadido a ese pensamiento y lo ponemos
en relación con el mundo militante, con gente que está interesada
en estos temas, y que reacciona ante esos textos de manera productiva.
Pensamos que los textos son instrumentos de trabajo, y estamos haciendo
nuestras apuestas, en torno a autores determinados. Creo que la apuesta,
aunque no tenemos un acuerdo muy claro en la editorial, es suficientemente
variada y heterogénea como para reflejar parte de la riqueza del
movimiento de movimientos. También vamos a seguir iniciar una colección
que recoja investigaciones sobre aspectos de la realidad social sobre
los que intervenir.
F.: Todos los proyectos editoriales del ámbito alternativo,
como Altediciones, Virus, Atrapasueños, Octaedro, se tienen que
mirar en conjunto, nuestro proyecto se tiene que mirar en relación
a otros proyectos. Intentamos ver qué es lo que editan otras editoriales,
qué facetas no cubren satisfactoriamente desde nuestro punto de
vista e intentamos complementar. Todos esos materiales son potentes en
conjunto, las editoriales a lo mejor son parciales.
M.:
Habéis registrado los libros de vuestra editorial bajo una licencia
copyleft: ¿por qué apostáis por este tipo de licencia?
D.: Creo que cuando se habla del tema de la propiedad intelectual,
se hace demasiado hincapié en el tema de las licencias. Eso es
interesante, para la extensión de las mismas, pero creo que lo
más interesante es lo que motiva que tú elijas una licencia
copyleft. Creemos que los saberes deben circular libremente, que el saber
social de hoy en día se produce de manera más colectiva
o muy colectiva. Por otro lado está algo un poco más peliagudo,
si la producción de conocimiento es social, si uno de los terrenos
duros de apropiación por parte de capital es esa capacidad de producir
saber, habrá que intervenir ahí para poder liberarla del
mando capitalista.
A partir de ahí podemos entrar al tema de licencias, hemos asumido
el concepto de copyleft, pero no es más que coger el copyright
y darle la vuelta. Creo que es fundamental hacer toda esta lectura, porque
podemos correr el riesgo de decir que el famoso anticopyright de los 70
y los 80 es lo mismo; claro, es lo mismo si no tienes detrás
el discurso anterior, pero no se parece en nada poner un anticopyright
que una licencia de Creative Commons (CC), por ejemplo, porque detrás
de CC ha y todo un discurso que posibilita la libre distribución
de contenidos de todo tipo, y que además, establece una especie
de comunidad de la libre circulación de contenidos que el copyright
tachado no establecía.
Más
información:
Traficantes de Sueños:
c/Hortaleza, 19. 1º dcha, Madrid.
www.nodo50.org/ts
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