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41 diciembre 03 El automóvil devora la ciudad (y 2) El automóvil es, principalmente, un símbolo de la sociedad de consumo. El automóvil privado es la materialización del concepto de libertad estadounidense, la máxima independencia a la que se puede aspirar bajo los postulados de un sistema económico como el actual. Que determina una escala social de valores que tiene su cúspide en el lucro y el bienestar individuales. Pero lo realmente importante es que la plaga de automóviles y todo lo que esta conlleva, se extiende imparable, infectando, año tras año, nuevos territorios. Devorando recursos naturales, tierras, vidas y, siendo menos prosaico, formas de relación social, hábitos y costumbres, etc. En el anterior número de MOLOTOV, la primera parte de El automóvil devora la ciudad, hacía referencia a la quimera del automóvil ecológico, al número de muertos en las calzadas y a la contaminación acústica que los vehículos a motor provocan; a continuación, os ofrecemos la segunda parte. JOSÉ SANTAMARTA FLÓREZ* >> La ciudad difusa es mucho menos ecológica que la ciudad compacta. El planeamiento urbanístico y territorial debe ir encaminado a promover proximidad, la ciudad densa y multifuncional con mezcla de actividades (residencial, oficinas, comercios, equipamientos y guarderías), accesibles con transporte público y con los equipamientos adecuados. Una de las prioridades es frenar la terciarización de los centros de las ciudades y de ciertos corredores, y la desclasificación de suelos aptos para urbanizar que procedan de suelos no urbanizables protegidos. Cada día llegan a Madrid más de 600.000 vehículos privados desde los municipios vecinos, y la tendencia es aumentar, de no adoptar otra política. Los nuevos sistemas de financiación, como el peaje en la sombra aplicado por primera vez en la M-45, trasladan el coste a las futuras administraciones y suponen una losa que hipoteca los presupuestos públicos durante los próximos 25 años, además de promover el uso insostenible del vehículo privado. El PP empieza ya a promover la M-60, cuando aún no se ha inaugurado la M-50, e incluso empiezan a lanzar la idea de una M-70. La construcción de nuevos pasos subterráneos y aparcamientos sólo contribuye a promover el uso del vehículo privado, con los consiguientes problemas de contaminación, ruido y congestión. El tráfico motorizado es el primer problema ambiental de Madrid y de otras muchas ciudades. Limitar el uso del vehículo privado se ha convertido en una necesidad imperiosa. El número de viajes en la región de Madrid en un día laborable asciende a 10,6 millones: el 37% se realiza andando, el 34% en transporte público y el 29% en vehículo privado. En 1974 el 54% de los desplazamientos se hacía a pie, en 1988 el 45% y en 1996 el 37%. Los desplazamientos cada vez son mayores y de año en año aumenta el uso del transporte privado. Según motivo, el 37,5% de los viajes es por trabajo, el 27,5% por estudio, el 11,1% por compras y otros el 23,9%. La Comunidad de Madrid tenía en el año 2000 un total de 3.430.104 automóviles, de los que 2.790.493 eran turismos, 154.560 motos, 9.347 autobuses y 427.456 camiones y furgonetas. Después de la vivienda, que absorbe el 35,6% del gasto de los madrileños, la alimentación ocupa el segundo lugar (13,2%) y el transporte el tercer lugar (11,4%). Los madrileños gastan casi tanto en transporte como en comer. La región igualmente cuenta con 3.142 km de carreteras, de los que 684 son de vías de gran capacidad. Pero ni todas las personas que viven en la ciudad son automovilistas, ni todas las que tienen coche lo emplean del mismo modo. De hecho cerca de la mitad de la población madrileña no tiene acceso a un automóvil privado. Por eso la disuasión del uso del coche en la ciudad debe situarse como un aspecto parcial en el concepto más global de reducción y pacificación del tráfico motorizado. Los planes de pacificación del tráfico deben contemplar toda la movilidad de Madrid, re-equilibrando la asignación del espacio viario a favor de los peatones, las bicicletas y el transporte público. Actualmente las calzadas suelen acaparar la mayor parte de la superficie viaria, y tienen prioridad absoluta en el diseño de los cruces, los tiempos de espera en los semáforos y el diseño del mobiliario urbano. Eso coloca en una situación de indefensión a las personas que van a pie y en bicicleta, que se ven obligadas a moverse de forma discontinua, con interrupciones y amenazas constantes, en un ambiente de ruido y contaminación atmosférica. El automóvil no sólo devora la ciudad: destruye la vida propia y diferenciada de cada barrio. La pacificación del tráfico, junto a la planificación urbana en materias como la oferta de mercados municipales, la defensa de los pequeños comercios frente a las grandes superficies, los servicios municipales, centros cívicos, guarderías o escuelas, deben proponerse abrir nuevos espacios donde la vida propia de cada barrio pueda rebrotar de nuevo. Los planes de pacificación del tráfico deben vincularse a otras medidas a favor de ciudades ecológicamente sostenibles, y deben elaborarse de forma conjunta y consensuada con las organizaciones vecinales, ecologistas, feministas y sindicales. Alternativas
al transporte Las
flores del campo Tarifas
políticas * Es director de World Watch. Resumido por Olmo |
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