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  nº 41 diciembre 03
desde dentro



“¿Habéis visto alguna vez un autocar de la benemérita sin ventanas exteriores? Sabed que ahí viajan personas”

“Me imagino que muchos de vosotr@s habréis oído o leído en alguna ocasión hablar de las conducciones. Voy a intentar contaros lo que supone uno de estos traslados. El último que he realizado: salida Puerto I, destino Aranjuez.

“Son las 6:00 de la mañana y nos “despiertan” los carceleros en el módulo de tránsito de Puerto I, la mayoría ni tan siquiera hemos dormido, pues las normas de régimen interno de esta cárcel te obligan a hacer el petate de viaje justo el día anterior. Todo lo que saques del petate ya no vuelve a entrar y lo que se te olvide pues... No se pueden llevar sábanas ni objetos de higiene (tampoco te los proporcionan). Nos bajan a ingresos, nos toman huellas, se hacen entrega de los expedientes carcelarios a la guardia civil, nos cachean, cogemos nuestras escasas pertenencias y las introducimos en el furgón disciplinario. Después, de dos en dos nos esposan y subimos al furgón.

¿Habéis visto por vuestras carreteras alguna vez un autocar de la benemérita sin ventanas exteriores? Si es así, sabed que ahí dentro viajan personas, no caballos para los desfiles.

“Aunque lo peor son las condiciones. Lo primero que ves al entrar es la oscuridad (o sea no ves nada). Cuando se te adapta la visión observas un pasillo que recorre el furgón todo lo largo, a su izquierda y derecha una estructura metálica de doble chapa con sus correspondientes “habitaciones de viaje” (celdas) numeradas. Estas celdas son de menos de medio metro de largo por casi un metro de ancho con sus respectivas puertas metálicas, que se accionan para ser abiertas mediante un ingenio eléctrico, en manos del benemérito de turno.

Dentro de dichas “tumbas”, se encuentran dos sillas de plástico e hierro adosadas al suelo, no existe ventilación y la luz exterior, que es escasa, entra por una rendija abierta en la parte de arriba, sobre un lateral de dicha tumba. La visibilidad hacia el exterior es casi nula y muy deficitaria, además no olvidemos de que vas esposado. En invierno el frío es severo y en verano... En verano es un infierno comparable al centro de la Tierra, en fin un nicho para los “muertos vivientes”, los pres@s.

“A las 8:00 estamos en camino, todavía nos quedan casi cuatro horas de viaje para llegar a Córdoba. Trayecto que se va pasando entre cigarrillos y un poco de charla. A las 10:00 el calor es sofocante y te ahoga, casi todos vamos medio desnudos y sudando a mares ¡joder! Los que tienen llaves de esposas, se las han quitado y las pasan a los demás para que hagamos lo mismo y podamos desprendernos de la puta ropa. Muchos aprovechan para salir al servicio, infame receptáculo abierto en el suelo del furgón. Para orinar (imaginaos esposado a una persona, intentad orinar cuando un furgón va a 140 o 160 km. por hora y no para de balancearse de izquierda a derecha), hay que ser un buen funambulista. ¿Defecar?... ni lo intentes, y si no te queda más remedio es preferible hacerlo en una bolsa. Imaginaos también (puestos a ello) cuando vas enfermo... todo esto se convierte en una pesadilla.

“Sobre las 12:00 llegamos a Córdoba según el horario previsto. Nos bajan de la mortaja, nos quitan las esposas, cogemos el petate carcelario y ¡para adentro! En la oficina de ingresos de la prisión empieza el viejo ritual: nos introducen en las celdas y nos van sacando de uno en uno, estamos todos hechos una pena, pero eso no impide que nos vuelvan a cachear y nos confisquen los objetos prohibidos.

Después de este trámite nos dan una manta (¡en verano!) sin sábanas y para las celdas de tránsito, así hasta mañana a las 7:00, con derecho a dos cazos de rancho y algo del economato (si tienes dinero). Al día siguiente, la misma canción pero un poco más larga, hasta Aranjuez. Por lo menos sabes que llegas a tu lugar de destino y la excursión infernal se habrá acabado de momento, hasta la próxima conducción”.

Juan Carlos Rico, 13-08-2003

 

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