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nº
41 diciembre 03
El colapso
en Oriente Próximo
GEMA MARTÍN MUÑOZ*
>> Paso a paso vamos comprobando cómo la ocupación de
Irak forma parte de un ambicioso proyecto de refundación de Oriente
Próximo motivado por intereses muy partidistas (exclusivamente israelíes
y norteamericanos), pero terriblemente arriesgado y peligroso. En la búsqueda
por imponer a cualquier precio ese nuevo orden, se está instaurando
como norma el ejercicio de la impunidad, se está jugando con la explosiva
alquimia de las identidades y comunidades que habitan en esa región
y se está alimentando el odio y la violencia con una rapidez y extensión
nunca conocidas en una tierra ya de por sí marcada por una larga
historia de tragedias y conflictos.
Y, además, la situación está sometida a un círculo
vicioso: si EE.UU. e Israel no logran llevar a cabo con éxito sus
objetivos, reforzarán aún más sus acciones militaristas
y extremas para lograrlo, y, si van imponiéndose por la fuerza y
el doblegamiento de la comunidad internacional, el odio y la violencia reactiva
se extremarán. Ambos caminos conducen al colapso y derrumbe de Oriente
Próximo, con todas las nefastas consecuencias que ello va a arrastrar.
El análisis del escenario que se está desarrollando no podría
ser más inquietante. Desde 1991, Washington ha militarizado a los
Estados del Golfo en el supuesto de que necesitaban ser protegidos del Irak
de Sadam Husein, peligro hoy desaparecido. Ahora mantiene el principio de
la amenaza de Irán, cuando, sin embargo, las relaciones entre Teherán,
Arabia Saudí y los países del Golfo se han normalizado y mejorado
notablemente en los últimos años (en abril de 2001, Riad y
Teherán firmaron un pacto de seguridad, la cooperación y las
relaciones comerciales crecen con Kuwait y los Emiratos Árabes y,
como muy bien saben sus vecinos, Irán ya no es la potencia militar
que fue en el pasado). La progresiva conciencia por parte de los ciudadanos
de esos países de que la amenaza ya no es real, unida a un sentimiento
nacionalista creciente en contra la presencia militar de Estados Unidos
(que, además, acarrea un gasto militar ingente que está acabando
con el Estado providencia del que gozaban), está engendrando una
oposición interna que coloca en muy difícil situación
a sus gobernantes (como ya les ha ocurrido a los saudíes) y predice
futuras inestabilidades y reacciones, incluidas las violentas.
La
relación de EEUU con Turquía y los kurdos
La presión sobre Turquía para que instale tropas en Irak,
en contra de la mayoría de la opinión pública turca
y de los propios iraquíes, es un ejercicio de gran irresponsabilidad
política. Por un lado, es introducir con capacidad de intervención
militar a un actor regional que tiene sus propios intereses con respecto
a los kurdos y que son contrarios a las expectativas de autogobierno de
los kurdos iraquíes, a la vez que se erige como defensor de los
turcomanos iraquíes, cuando la relación entre ambas comunidades
está crispada en estos momentos. Asimismo, Ankara pide como contrapartida
a los estadounidenses el desarme y entrega de los 5.000 guerrilleros kurdos
del PKK denominado ahora KADEK, principal partido de los kurdos
de Turquía, que están instalados en el norte del Kurdistán
iraquí. De entrada, y no es un buen augurio, el KADEK ha puesto
fin al cese el fuego que desde hace cuatro años mantenía
tras una larga y violenta relación con el Estado turco.
En Irak, EE.UU. está jugando peligrosamente con la baza comunitarista
potenciando reacciones sectarias y trastocando el equilibrio entre suníes,
chiíes y kurdos. Una cuestión es que, por el establecimiento
de un Estado ultracentralizado y excluyente, kurdos y chiíes se
hallan enfrentados históricamente a los regímenes de predominio
suní que representaban ese Estado, y otra que haya habido reacciones
sectarias entre esas comunidades. Pero ahora Washington está estigmatizando
a los suníes, a los que asimila globalmente con el sadamismo, lo
cual está exacerbando los miedos de esos suníes y favoreciendo
su reacción sectaria y violenta; a los kurdos los ha convertido
en sus grandes aliados estratégicos, consintiéndoles un
gobierno arbitrario y excluyente del norte del país; que está,
a su vez, exacerbando la convivencia entre kurdos, árabes y turcomanos;
y su relación con los shiíes pende de un hilo, porque, si
bien éstos han optado hasta ahora por una no-cooperación
no-violenta con los ocupantes, los atentados contra algunos de sus líderes,
particularmente el que asesinó a Muhamed Baqr al-Hakim, han producido
una reacción shií unánime, acusando a EE.UU, de la
situación de inseguridad y proclamando que la ocupación
se está haciendo intolerable. A lo que se ha sumado entre muchos
chiíes un pernicioso sentimiento de sospecha de culpabilidad de
esos atentados hacia los suníes. Es decir, se está potenciando
un proceso interno que puede conducir a la libanización
del país y a un enorme estallido de la violencia: interior y contra
los ocupantes.
La
amenaza sobre Siria y Palestina
Siria acaba de ser bombardeada por Israel y el mensaje que se le ha transmitido
a este país es que tiene derecho a defenderse, es decir,
que goza de la misma impunidad que se han otorgado los norteamericanos
para llevar a cabo ataques o guerras preventivas contra quienes identifican
de manera unilateral y partidista como enemigos, lo cual es abrir aún
más la caja de Pandora. El pretexto fue que bombardearon un campo
de entrenamiento del Yihad palestino. Pero la realidad es que, desde que
Washington avisó a Damasco de que tenía que
saber de qué lado estaba y actuar en consecuencia si no quería
sumarse al eje del mal y lo que ello significa, el Gobierno
sirio ha puesto fin al activismo de los grupos palestinos que tradicionalmente
ha acogido, incluido Hamás y el Yihad. Al punto de que ha generado
una fuerte reacción entre los 500.000 refugiados palestinos instalados
en Siria. En realidad , bajo todos los conceptos, la inaceptable acción
militar israelí contra Siria ha buscado transmitir a Damasco el
mensaje de que debe someterse al diktat norteamericano y unirse a ese
nuevo orden que conjuntamente están poniendo en práctica
y, lo que es muy importante, que lo que ha hecho con los activistas palestinos
tiene que hacerlo también con el Hezbolá libanés
(no olvidemos que Siria tutela política y militarmente
Líbano). Hezbolá es una de las bestias negras de Israel
y es ahora mismo el actor próximooriental mejor organizado,
políticamente más legitimado y verdaderamente independiente
de los diktats estadounidenses. Y, además, no ha puesto una sola
bomba contra civiles. La destrucción de Hezbolá está
sin duda entre las prioridades israelo-norteamericanas del momento, y
están dispuestos a todo para conseguirlo, aunque ello suponga más
violencia.
En Palestina, la situación no podría ser peor. Israel ha
pasado ya a la etapa final para imponer su solución:
destrucción de la Autoridad Nacional Palestina, catástrofe
humanitaria, construcción del muro y no valla, demolición
intensiva de casas, asesinatos selectivos (que son los que se han cargado
la tregua y las negociaciones) y una propaganda intensiva para que todo
se reduzca y centre en un terrorismo palestino, sobre cuyas causas (la
brutalidad de la ocupación militar) se haga el silencio universal
y así justifique su apropiación ilegal de los territorios
palestinos y el sistema de apartheid para los ciudadanos que allí
queden.
Violencia
y desestabilización
El resultado de esta combinación explosiva es cada vez más
violencia y desestabilización, y la única manera de contener
esa dinámica catastrófica es erradicar las aberrantes causas
políticas que la producen y no reducir todo a una aproximación
abstracta del terrorismo, como si éste surgiese por generación
espontánea, y justificar con ello la inmensa barbarie que es la
guerra preventiva y la ocupación colonial.
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Profesora de sociología del mundo árabe de la Universidad
Autónoma de Madrid. (Fuente: Agencia de Informaciones Solidarias).
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