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nº
41 diciembre 03
Puchero
El
pasado septiembre, las páginas de El Puchero recogían un comunicado
del espacio Aguascalientes de Madrid en el que, tras repasar
críticamente su recorrido vital, anunciaba su disolución e
interpelaba al conjunto de los movimientos sociales madrileños para
plantar la semilla de un cuerpo político rebelde en los próximos
meses, junto a todas las rebeldías madrileñas que compartan
este mismo horizonte. Seguimos publicando, como ya hicimos en el anterior
MOLOTOV, reflexiones en torno a las propuestas entonces planteadas.
Tras la tormenta, la
calma, el desierto
RAÚL
MAÍLLO*
Una de las cuestiones a valorar, en primer lugar, es la necesidad de recuperar
la memoria, aprovechar experiencias pasadas que han tenido determinados
recorridos y propuestas que, de una u otra manera, al margen del juicio
concreto que nos merezcan, han dejado una bagaje aprovechable.
Se planteaba como lanzamiento el iniciar un proyecto constituyente, manifestando
La voluntad de abrir un proceso político constituyente....
Múltiples procesos constituyentes se han producido en Madrid, y la
mayor parte de ellos no han conseguido, ni su finalidad, ni tan siquiera
la extensión de dicha voluntad.
Creo que el movimiento social que se ha manifestado de un modo tan rotundo
frente a la guerra puede servir de ilustración en este texto, para
analizar las cuestiones más de fondo que se han ido reflejando en
el debate abierto.
Otras
propuestas constituyentes
Volviendo atrás la memoria, ha habido distintos momentos constituyentes,
otras proposiciones que han tratado de aglutinar y construir en común
un espacio cooperativo que permita conectar las diferentes experiencias
de la denominada izquierda social madrileña.
De algunas de estas experiencias ha participado quien suscribe este texto,
entre ellas, por citar algunas de entre las más ligadas a un proyecto
de coordinación y de puesta en común de recursos, el proyecto
constituyente iniciado por Lucha Autónoma y del que participaron
otros colectivos; y otros de mayor relevancia pública, como el
espacio creado frente a la precariedad, Precarios en Acción
o, en relación con la visibilización de determinadas luchas
y problemas, el espacio de Siete días de lucha social.
No es este el lugar, ni el momento, de analizar las virtudes y defectos
reproducidos en uno y otro espacio.
Lo que sí es evidente es que partían de la necesidad de
que diferentes proyectos transformadores pusieran en común sus
experiencias y realizaran unas prácticas cooperativas que permitieran
romper con habituales problemas de la izquierda social madrileña.
Frente a estos proyectos, y en relación con lo que ahora nos interesa,
emergieron determinados discursos, que en su momento tuvieron múltiples
adhesiones, pero de los que ahora existirían dificultades para
identificar autorías.
Se manejaron determinadas propuestas políticas basadas en la necesidad
de la ausencia de estructuras formales, algo que al margen del sectarismo
con que se pudieron llevar a cabo en la práctica, fueron abandonadas
rápidamente para ser reconvertidas en nuevas fórmulas, en
definitiva, mi fórmula; rebautizadas por supuestas novedosas teorizaciones
en torno a modelos en red, estructuras difusas, etc... y cuyas consecuencias
no se han analizado, con la perspectiva que ya existe.
Valoración
de las propuestas
Debemos valorar muy positivamente las propuestas basadas en la teorización
sobre las prácticas políticas, en cuestionar el activismo
por el mero hacer algo, en la voluntad de estudio y de construcción
de herramientas teóricas que permitan analizar la situación,
y nos doten de elementos para una intervención social transformadora.
No obstante, debe exigirse rigor en dicha labor, así como la necesidad
de que no se borre de la memoria qué ocurre, cómo ha ocurrido
y por qué.
Cuando se defiende que el crear determinadas estructuraciones de coordinación
impide disolverse en lo social, hay que analizar qué
estructura ha permitido dicha intervención social y cuáles,
por el contrario, han reproducido la autoreferencialidad, el sectarismo
o la imposibilidad para anudar diferentes proyectos transformadores.
En al menos algunos espacios madrileños de ésta, nuestra
denominada izquierda social madrileña, que ni comprende todas las
experiencias ni permite su reinterpretación al margen de sus actores
concretos, se logra mantener, crear o implementar la intervención
social real y concreta.
En las proposiciones teóricas se producen elementos que, recordando
los juegos de cartas, en cada mano se juega y, en la siguiente mano, no
se tiene en cuenta la baza anterior, es decir, lo teorizado anteriormente.
Así, se puede defender que el trabajo es un territorio de conflicto
agotado para, posteriormente, sin revisión teórica alguna
y, sin asunción alguna de responsabilidad, replantear la acción
política en el mismo. Se puede plantear la fosilización
de la acción política basada en fórmulas más
o menos tradicionales (1), por establecer la necesidad de crear infraestructuras
que doten de estabilidad e incluso de capacidades técnicas, para,
posteriormente, reclamarlas sin mención alguna de lo manifestado
anteriormente.
Se trata de una práctica cuasi de mercadotecnia social, según
se van variando las necesidades, se va variando el discurso, y viceversa,
pero el elemento central no es la capacidad de generar tejido social,
ni de lograr capacidad de intervención, ni de realizar una actividad
transformadora que, ligada a prácticas concretas, permita implementar
esas propias prácticas con elementos transversales que lo anuden
a otras prácticas, sino la de mi propia y concreta práctica.
Quien esto suscribe ha defendido siempre la necesidad de fortalecer estructuras,
espacios democráticos permanentes, y que proyecten las diferentes
experiencias transformadoras, y entre ellos, no cabe duda se encuentran
lugares físicos que hay que crear, cuidar, mimar y sostener, pero
no sólo; se trata también de superar la endeblez orgánica
que ha caracterizado a la denominada autonomía madrileña
salvo excepciones puntuales, lugares de agregación, espacios de
pensamiento y reflexión teórica, y diferentes infraestructuras
que permiten el desarrollo de futuro de las prácticas transformadoras
a desarrollar.
Las
movilizaciones contra la guerra
El movimiento contra la guerra, esperemos no liquidado con las formas
de intervención política puestas en práctica en la
última manifestación contra la ocupación, durante
la Conferencia de Donantes realizada en Madrid, debe servirnos para la
reflexión.
Tras los momentos de efervescencia del conflicto, de agotamiento de la
representatividad institucional, de superación y cuestionamiento
de los límites de la democracia formal, en los cuales la solidaridad,
las complicidades, la generación de conflicto de amplia legitimación,
la capacidad de desarrollar iniciativas autoorganizadas, etc..., nos quedan
los rescoldos de los cuales todas las diferentes iniciativas tratan de
sacar lectura apresurada que confirme, sobre el papel al menos, que su
lectura fue la correcta y su propuesta la más transformadora, la
más incisiva, la más contundente, etc... siendo la responsabilidad
siempre encontrada en los otros.
Las dificultades para organizar una mera manifestación cuya
convocatoria es traslación de convocatorias internacionales,
la competitividad, los sectarismos, la autoreferencialidad, etc... producidas
en torno a ésta, debe ponernos sobre aviso frente a esos otros
momentos, en los que éramos pez en el agua, nos podíamos
encontrar en cada esquina y de los cuales poco o nada ha quedado.
Debemos analizar la concepción instrumental que muchas organizaciones
tienen de los movimientos sociales, lugares en los cuales salir con su
propio marchamo, donde buscar su legitimación y claramente anclados
en el utilitarismo posibilista.
Las supuestamente nuevas formulaciones de los movimientos, de determinadas
prácticas, no ha supuesto una renovación que permita unos
modos de intervención distintos. Están lastrados con una
escasa o ninguna legitimación que se base en un trabajo concreto,
con una total falta de humildad y con una presunta superioridad teórica
sólo basada en traslaciones más o menos ricas de otros lugares;
se participa de esa misma competición, y por ese aparecer en el
espacio de lo social.
La
necesidad de espacios de puesta en común
Se hace cada vez más patente, al menos así es para quien
esto suscribe, la necesidad de constituir, quizá alejados de procesos
constituyentes, espacios de cooperación y puesta en común
en Madrid de las diferentes experiencias de intervención. Espacios
en los cuales se coopere, no se trate de ejercer hegemonía alguna,
se rompan con sectarismos y ejercicios autoreferenciales, y pongan en
común el trabajo real ligado a prácticas concretas, pero
que quedarían muy limitadas si se quedasen en dichas intervenciones
concretas, permitiendo que esas luchas predicadas transversales en lo
teórico se hagan tales en la intervención real. Tensemos
nuestras maravillosas y completas teorizaciones permitiendo se pongan
en cuestión con la realidad, dialoguen con otras propuestas y,
en definitiva, superemos el yermo espacio madrileño, este desierto
del que tanta gente va saliendo, culpa de tantos y todos.
Recuperemos, en esta oposición a la ocupación iraquí,
el carácter masivo y plural de la intervención social contra
la guerra, abandonemos las prácticas que todas y todos conocemos,
liguemos nuestro encontrarnos y reconocernos en las prácticas concretas
que desarrollamos, creemos tejido social que permita superar experiencias
tan pobres como las movilizaciones de Madrid de 2002 (...), que haga que
la imposibilidad de incidencia social en un momento como la Conferencia
de Donantes se recomponga en el posterior trabajo en contra de la ocupación.
Sirvan igualmente estas palabras para quienes debemos encontrarnos, conocernos
y reconocernos, en el estudio y análisis teórico, en el
trabajo contra la precariedad, por las fronteras abiertas, los derechos
y libertades, y frente a los recortes, en definitiva, en las concretas
prácticas de intervención, como en las páginas de
este proyecto al que apoyamos y del que nos sentimos parte.
(1)
No cabe duda que, quienes enuncian las propuestas, son así mismo
los autodefinidores de su carácter novedoso y califican como antiguas
las de los demás.
*Militante social.
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