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       nº 
        41 diciembre 03 
      Puchero 
       
      El 
      pasado septiembre, las páginas de El Puchero recogían un comunicado 
      del espacio Aguascalientes de Madrid en el que, tras repasar 
      críticamente su recorrido vital, anunciaba su disolución e 
      interpelaba al conjunto de los movimientos sociales madrileños para 
      plantar la semilla de un cuerpo político rebelde en los próximos 
      meses, junto a todas las rebeldías madrileñas que compartan 
      este mismo horizonte. Seguimos publicando, como ya hicimos en el anterior 
      MOLOTOV, reflexiones en torno a las propuestas entonces planteadas.  
       
      Tras la tempestad, la 
      tormenta de ideas (y 2) 
       
        
       
      NACHO M.* 
       
      La primera parte de este artículo era, al menos en buena medida, 
      un texto de autocrítica. Cuestionaba aspectos de algunas de las iniciativas 
      en las que uno mismo se ha visto directamente involucrado o de otras en 
      las que a pesar de no participar directamente, si se siente vinculado a 
      ellas al menos en el terreno afectivo. La lógica de aquel texto compartida 
      por este no es la de invalidar sino la de dialogar con lo que se critica. 
      Dialogar para matizar, para explicarnos mas allá de los lugares comunes 
      y los refugios del lenguaje, para concretar y mojarnos. 
       
      Tanto el desarrollo del llamado movimiento de movimientos movimiento 
      antiglobalización, etc... como la movilización ciudadana 
      contra la guerra pueden habernos servido entre otras muchas cosas 
      para hacernos reflexionar en torno a la naturaleza de nuestras iniciativas, 
      de las formas en que estas se relacionan entre sí, de la incapacidad 
      de construir  al menos en nuestra ciudad un espacio de diálogo 
      y porque no de acción permanente y común... 
       
      En la primera parte de este artículo, se mencionaban algunos elementos 
      a la hora de abordar la cuestión: la necesidad de abandonar identidades 
      y fórmulas que nos separan de nuestro entorno, de establecer un diálogo 
      con la ciudadanía como punto de partida, de abrir espacios permanentes 
      de participación política que materialicen y asuman el caminar 
      preguntando con todas sus consecuencias y no como una fórmula 
      retórica. La necesidad de superar la dimensión simbólica 
      de los discursos para encarnarlos en territorios y procesos de lucha concretos. 
       
      Es preciso, no obstante, concretar para no instalarnos en un cómodo 
      consenso formal que mantenga alejados tanto la confrontación de ideas 
      y proyectos concretos como la posibilidad de transformarlos para hacerlos 
      conectables o compatibles entre sí. 
       
      En este sentido, concretar significa referirnos a lo que hacemos 
      y no tanto a lo que decimos sin olvidar que esto es también 
      parte del hacer y a la relación que establecemos entre una 
      cosa y la otra. Como fórmula para no conceder centralidad al hecho 
      ideológico y de iniciar el tránsito de lo simbólico 
      a lo real. Significa también recordar, para no repetir errores, para 
      no engañarnos, respetar lo respetable y desdeñar lo despreciable.
Recordar, 
        asumir que no partimos de cero 
        Sería un error pensar que no hay un recorrido previo plagado de 
        hermosos encuentros y de dramáticos desencuentros. Olvidar que 
        hemos conocido la ocasión de construir espacios comunes y la hemos 
        dejado escapar por diferentes razones, que han existido y existen diversos 
        estilos de caminar y de relacionarse con esos recorridos: algunas son 
        perfectamente compatibles entre sí, otras incluso complementarias 
        si se consiguen articular, otras sin embargo, son incompatibles, por más 
        que lo que se diga resulte parecido en todos los casos. 
         
        Recordemos iniciativas como Rompamos el Silencio, que aglutinó 
        en torno a las jornadas de lucha social a una gran diversidad 
        de colectivos y que demostró en su momento una considerable capacidad 
        de irrupción. Pensemos en experiencias anteriores y posteriores 
        desde Lucha Autónoma, la asamblea de ocupas o 
        Desenmascaremos el 92 hasta el Foro Social Transatlántico 
        o la Asamblea Contra la Globalización Capitalista y la Guerra. 
        Investiguemos qué tipo de dinámicas han inutilizado dichas 
        iniciativas. Explicitemos qué concepciones deberían quedar 
        excluidas de las futuras tentativas de construcción de un espacio 
        común. 
         
        A lo largo de este camino también se han ido generando realidades 
        que han construido sus hipótesis de trabajo y sus prácticas 
        políticas insertándolas en territorios concretos de lucha. 
        A menudo estas realidades han ido matizando sus puntos de vista iniciales 
        hasta transformarlos de arriba abajo.  
         
        Vistas desde la unilateralidad del movimiento estas iniciativas 
        pueden aparecer plagadas de contradicciones al no responder tanto a las 
        exigencias, usos y costumbres del movimiento como a las de 
        los territorios concretos en los que se insertan. Pueden incluso resultar 
        poco edificantes al no presentarse revestidas de un halo de novedad o 
        descuidar en ocasiones la dimensión comunicativa hacia 
        el movimiento. Sin embargo, si se encuentran como decíamos, 
        insertas en territorios concretos de intervención política, 
        renunciaron al hecho ideológico como eje de sus iniciativas, se 
        fugaron o lo intentan y lo consiguen en diferente grado de 
        las derivas identitarias o establecen todo tipo de extrañas alianzas 
        y frentes de negociación incomprensibles en ocasiones como 
        decíamos desde el movimiento: tener algo 
        por lo que luchar aporta, entre otras cosas, una pragmática 
        que excluye de manera obvia determinadas limitaciones formales esto 
        se ve cada vez que el movimiento atraviesa una situación 
        crítica. 
         
        Me estoy refiriendo por concretar a realidades como las de 
        La Piluca en el barrio del Pilar, Barrio Vivo en Quintana, El Laboratorio, 
        la Red de Lavapiés, La Karacola, EL Centro Social Seco y la Red 
        local de Retiro, la Prospe... otras muchas que podrían resultarnos 
        menos familiares el Centro Cultural Mariano Muñoz, las realidades 
        asociativas en Villaverde u Orcasitas... u otras que desde hace 
        años se construyen como herramientas de intervención política 
        en territorios de intervención específicos: medios de comunicación, 
        proyectos editoriales... 
         
        Presentar como inéditas iniciativas que dicen partir de esos mismos 
        presupuestos, pero que reconocen no contar con una práctica concreta 
        que las avale, puede resultar chocante. Sobre todo cuando lo que se propone 
        es empezar a hacer lo que ya se esta haciendo. Se impone entonces 
        acompañar la propuesta de un análisis crítico que 
        cuestione franca y abiertamente los intentos que ya se están llevando 
        a cabo para realizar esa misma travesía, las razones que invalidan 
        dichos intentos y justifican la necesidad de subirnos a un nuevo barco. 
        Tampoco podemos obviar lo que no queremos: debemos aprender también 
        de los desencuentros y asumir las consecuencias políticas de los 
        mismos. Seamos claros: sería estúpido no reconocer 
        la presencia de dinámicas hegemonistas y cuantitativistas en nuestro 
        entorno... quien actúa de esa manera esta forzando las cosas de 
        forma que conduce a que la fuerza liberada estos años sea otra 
        vez comprimida, recuperando del cuarto de los trastos lógicas y 
        prácticas vanguardistas y solipistas(Wu Ming). 
         
        Todo esto no significa que no debamos encontrarnos, ni mucho menos que 
        debamos regresar a concepciones paranoides de la acción política 
        ¡Oh cielos, están todos contra mí!-. Se trata 
        de insistir en la idea que ya se apuntaba en la primera parte de este 
        artículo Molo nº 40, creo: debemos dejar bien 
        claro qué es lo que se encuentra, en qué territorio, qué 
        luchas, qué proyectos y sobre todo, de dónde partimos y 
        qué aportamos a un proceso de semejantes características. 
      Local, 
        global, nos da igual 
        Como se decía en la primera parte de este artículo, las 
        numerosas iniciativas locales que están teniendo lugar en diferentes 
        puntos de nuestra ciudad no fueron capaces durante el momento álgido 
        de las movilizaciones contra la guerra de articular un espacio de coordinación 
        que les constituyera como polo de referencia del movimiento. Decíamos 
        también que posiblemente ni siquiera se hubiesen interesado por 
        esa posibilidad. La experiencia del Foro Social Europeo en París, 
        al que acudimos cientos de personas de nuestra ciudad, podría reforzar 
        la percepción de que es necesario constituir el referente político 
        del movimiento de movimientos, el espacio que nos permitiera 
        superar la dimensión local y la concepción localista 
        de muchos de los proyectos que forman parte del día a día 
        más cotidiano y discreto del movimiento. 
         
        Podríamos encontrarnos incluso con que esa necesidad respondiera 
        a la apuesta por dar ese salto de la dimensión simbólica 
        en la que se desarrollan los eventos del movimiento antiglobalización 
        a la dimensión más concreta, material y cotidiana que podrían 
        representar estas iniciativas de carácter local donde se cruzan 
        y toman cuerpo muchas de las temáticas punteras del movimiento 
        de movimientos: libertad de circulación de saberes y personas, 
        conquista de nuevos derechos, lucha contra la guerra, experimentación 
        de formas de vida alternativas... 
         
        La construcción de un cuerpo político del movimiento, 
        no debería partir tanto de un abstractopensar global, actual 
        local, de una jerarquización ente lo local y lo global, como 
        del encuentro de realidades que viven su experiencia y sus territorios 
        de existencia como forma concreta de la existencia del mundo, 
        no asumiendo lo global como punto de partida abstracto desde 
        el cual bajar línea, sino viviendo lo local y los proyectos 
        que en ese ámbito cobran vida como lugar concreto a partir del 
        cual reconstruimos el mundo. Parafraseando al colectivo Situaciones: no 
        pensar la parte desde el todo para poder reconocer al todo en la parte. 
         
        Construir espacios de encuentro es necesario. Para hacerlo, resultaría 
        desde luego imprescindible, si queremos que sean auténticos espacios 
        de encuentro y de diálogo abiertos a la participación de 
        la ciudadanía, desterrar derivas identitarias cerradas y dinámicas 
        hegemonistas, no conceder centralidad al hecho ideológico, no temer 
        abordar alianzas y mediaciones imprevisibles tal y como se decía 
        también en estas páginas. 
         
        Para que el encuentro sea tal, debería producirse entre proyectos 
        concretos, entre prácticas cotidianas que comparten inquietudes, 
        necesidades, limitaciones, deseos y ritmos que les sitúan en un 
        plano que hace posible la cooperación efectiva de igual a igual. 
        Para que las propuestas sean respetuosas y no parezca que pudieran 
        responder a cuestiones de hegemonía pura y dura con las dinámicas 
        que ya están en marcha en este sentido y desde hace no poco 
        tiempo, deberían, al menos, explicar las razones por las 
        cuales éstas deben ajustar sus agendas a la novedad que se propone, 
        deberían poner en cuestión la validez de los espacios comunes 
        que han sido capaces de ir articulando, interesarse por ellas, proponer 
        el debate y los cambios precisos, explicar porqué se considera 
        que debemos empezar a caminar y no que ya estamos caminando. 
         
         
        Nadie debería pretender monopolizar ningún aspecto de la 
        acción política, no es cuestión de hegemonías. 
        Pero cuando se busca el encuentro y si la apuesta merece la pena 
        sí estamos obligados a poner las cartas sobre la mesa, sin miedo 
        a ser cuestionados o a tener que confrontar ideas. 
         
        *Del Centro Social Seco. 
        
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