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nº
41 diciembre 03
Los
Siete de Tesalónica, en libertad provisional tras más de 50
días de huelga de hambre
IJANA CABARGA
Después
de más de 50 días de ayuno, el estado de los cinco presos
de las movilizaciones contra la cumbre de Tesalónica en huelga de
hambre era sumamente crítico. Carlos Martín, secretario de
la CNT de Aranjuez (Madrid), de 25 años, había perdido casi
20 kilos y Fernando Pérez, anarquista de Burgos de 21 años,
unos 14. Ambos se encontraban bajo vigilancia hospitalaria dado el deterioro
físico provocado por 53 días de ayuno continuado, lo que no
impidió que se levantaran, junto con sus compañeros, el sirio
Soleiman Dakdouk (67 días de ayuno), el británico Simon Chapman
(53 días) y el griego Spiros Tsitsas (50 días) para celebrar
la noticia de su excarcelación, una liberación que sonaba
a victoria.
El 26 de noviembre, por fin, la Junta de Jueces responsable de dirimir el
último recurso presentado por el abogado de los Siete de Tesalónica,
Haris Ladis, ordenó la libertad sin fianza de todos ellos por
razones humanitarias, haciendo caso omiso al fiscal del Pireo, que
unas horas antes había solicitado que se les alimente con suero
o lo que sea. Los médicos del hospital se negaron a ejecutar
la alimentación forzosa y los magistrados decretaron la excarcelación
de los presos hasta la resolución del juicio, que se realizará
probablemente en enero o febrero. Hasta entonces, los cuatro acusados que
carecen de nacionalidad griega están obligados a permanecer en el
país. Los jueces deben delimitar aún los cargos delictivos
de los siete, que hasta el momento han sido acusados por la fiscalía
de los delitos de posesión y uso de explosivos, daños, resistencia
a la autoridad, desórdenes y alteración de la paz pública
y posesión y uso de armas, lo que conlleva peticiones de 5 a 20 años
de cárcel.
En el cierre de esta edición, todos acababan de dejar el hospital
y se recuperaban lentamente en los domicilios de compañeros en Atenas,
ingiriendo caldos y alimentos ligeros para adaptar sus castigados cuerpos
a una nutrición normal. Los padres de Carlos Martín han denunciado
la desatención sufrida por su hijo durante los últimos días
en el hospital, donde un médico, manifiestamente hostil a los huelguistas,
poco después de acabar la huelga, trató de hacerle comer una
hamburguesa, algo que podría haber tenido consecuencias graves en
su salud. Como consecuencia del prolongado ayuno, Carlos ha visto disminuido
ligeramente el tamaño de sus riñones, Spiros Tsitsas padece
una inflamación hepática, Simon Chapman tiene algunos problemas
en los pulmones y el hígado y Suleiman Dakdouk, Kastro,
ha desarrollado una fístula intestinal, y tendrá que operarse
del colon. A pesar de estas dolencias, ninguno presenta daños irreversibles
de gravedad y todos evolucionan positivamente.
La
lucha continua
La liberación provisional de los presos supone el final de una
batalla no de la guerra que dio comienzo el pasado 21 de septiembre,
cuando el sirio Kastro inició una huelga de hambre para impedir
que fuera extraditado a su país, donde tiene pendiente una pena
de cadena perpetua. Quince días más tarde, Carlos, Fernando
y Simon se sumaban al ayuno indefinido y tres días después
hacía lo mismo Spiros. Todos se encontraban en la cárcel
de Tesalónica, mientras los otros dos detenidos de este caso, los
griegos Michalis Trikapis y Dimitris Friouras se hallaban en la cárcel
para menores de Avlona, Atenas. El inicio del ayuno de protesta cogió
a los grupos de apoyo absolutamente desengrasados, por lo que durante
el primer mes la protesta apenas tuvo repercusión social y mediática,
a pesar de que en ningún momento se han dejado de organizar manifestaciones
y otras acciones de protesta, tanto dentro como fuera de Grecia. El 11
de noviembre, sin previo aviso, los huelguistas fueron trasladados de
Tesalónica a una cárcel ateniense con hospital, lo que perjudicó
enormemente el seguimiento judicial del caso, pues los abogados de Carlos
y Fernando residen en la primera ciudad. Por entonces, varios signos exteriores
indicaban que las cosas empezaban a cambiar: los medios de comunicación
griegos, que en un primer momento habían tildado incluso de terroristas
a los siete presos, mostraron cierta comprensión con la protesta,
cuando no la apoyaron abiertamente, mientras que el gobierno de Papandreu
se vio obligado a salir a la palestra para dar explicaciones por la situación
de los presos, que denunciaron torturas y malos tratos, tanto en la cárcel
como en el hospital y durante los traslados.
Paralelamente, las acciones de protesta recorrían la geografía
helena y las calles de las principales ciudades se llenaron de manifestaciones
y concentraciones para exigir la libertad de los Siete. Por poner solo
un par de ejemplos, el 21 de noviembre decenas de personas ocuparon con
carácter indefinido un edificio de la Universidad de Atenas y tres
días después sucedía lo mismo en Creta, donde se
ocupó la Oficina de Servicios públicos del Ayuntamiento.
Fuera de Grecia, las iniciativas en solidaridad con los huelguistas durante
este último mes se sucedieron a lo largo y ancho del planeta, teniendo
como blanco esencial los establecimientos de intereses helenos. En el
Estado español, gracias al trabajo constante de los grupos de apoyo
a Carlos y Fernando y de sus familiares, que desplegaron todas las vías
de presión posibles, tuvo lugar un cambio similar al sucedido en
Grecia. Del absoluto silencio de los grandes medios, el caso pasó
al recabar el interés de periodistas específicos y de allí
a ser noticia permanente de las principales cabeceras, radios y televisiones.
En el plano de la alta política, Izquierda Unida se
entrevistó con el embajador griego en Madrid y realizó varias
preguntas al Gobierno en el Congreso, donde una parlamentaria del PSOE,
el mismo día de la resolución de la Junta de Jueces de Atenas,
llegó a recoger la firma de todos los parlamentarios exigiendo
la liberación de Carlos y Fernando, excepto los del PP. Unas firmas
que se unen a las de miles de ciudadanos anónimos que estamparon
su rúbrica en alguna de las decenas de manifestaciones, concentraciones
y acciones que se han desarrollado desde el inicio de la campaña
de solidaridad.
Como botón de muestra, sólo en el mes de noviembre, en Madrid
se celebraron dos manifestaciones (de unas 1500 personas), dos concentraciones
ante la embajada griega y cuatro frente al Ministerio de Asuntos Exteriores,
donde se organizó, de manera permanente, una huelga de hambre solidaria
de carácter rotativo que finalizó el día de la excarcelación
de los Siete de Tesalónica. En Aranjuez, la CNT, que se ha volcado
con su preso, desarrolló también un ayuno rotativo de más
de 20 días, y el colectivo Oveja Negra de Galiza hizo lo propio
durante siete días frente al Consulado griego en A Coruña.
En Bilbo, el 8 de noviembre tuvo lugar una manifestación y los
días 14,15 y 16 una acampada-ayuno. En Barcelona, cerca de 700
personas se manifestaron el día 21 y dos libertarios fueron detenidos
el 3 de noviembre como presuntos responsables del cierre de 70 bocas del
Metro de Barcelona con silicona y clavos en protesta por el encarcelamiento
de los presos de Tesalónica.
Los Siete están ahora en la calle, pero tanto los padres de Carlos
y Fernando como los grupos de apoyo, han dejado bien claro que la lucha
aún no ha terminado y no terminará hasta que estén
todos en casa.
Extracto
del relato de Carlos sobre las torturas sufridas en su primer traslado
al hospital, en el día 30 de su huelga de hambre
Pasé toda la noche fuertemente esposado con las manos a la
espalda, sentado y obligado a no poder dormir
Aproximadamente
a las 5 de la tarde, y debido al malestar producido por la huelga de hambre
(30 días) salgo al exterior de la prisión, conducido por
ocho agentes, y en dos coches 4x4 grandes a un hospital pequeño
no muy lejano de la prisión. Pasados pocos minutos vuelvo a ser
conducido a la prisión. Tres horas después (
), cuando
por fin me sacan un despliegue policial inimaginable de unos 20 policías
de diferentes cuerpos apostados en la entrada de la prisión, y
en lugar de una ambulancia me encuentro un gran coche celular-policial
para traslado de personas peligrosas, y otros cuantos coches
más escoltándome. Soy trasladado en el citado coche y metido
en una jaula con las muñecas esposadas fuertemente amarradas a
mi espalda. Entre los diferentes cuerpos policiales había uno de
élite llamado EKAM (los GEOS en España) con
las caras tapadas con pasamontañas, cargados de armamento. Con
gran alboroto y con todo el contingente de diferentes coches policiales,
soy conducido a un hospital que se llama San Pablo, y durante el transcurso
soy tratado de muy malas maneras.
Una vez en este hospital descubro que la presencia policial se duplica
y además con otros cuerpos policiales diferentes. Una vez dentro
soy llevado a una pequeña habitación plagada de policías
y carceleros de todos los colores (¡casi ni cabía!) Al cabo
de un rato, el médico se presenta y acepto que me haga un reconocimiento
y una radiografía, esta última a regañadientes (la
radiografía con esposas), pero de las demás pruebas que
exigían intervención intravenosa me negué rotundamente
si antes no conseguía hablar con mi abogado, por miedo a que me
intentaran administrar suero o algún tipo de alimento aprovechando
la confusión (
).
Tuve que pasar toda la noche fuertemente esposado con las manos
a la espalda, sentado en la camilla sin poder tumbarme ni moverme y obligado
a no poder dormir. Si por algún motivo no cumplía sus ordenes,
era empujado, insultado y en algún caso golpeado con alguna patada
(tres o cuatro), provenientes de los EKAM, enfocado con los
láser y linternas de sus ametralladoras, con las luces dadas y
las ventanas abiertas. Durante el tiempo que pasé en esa habitación
los policías y carceleros estuvieron fumando constantemente. A
la mañana siguiente en lugar de presentarse el médico soy
trasladado a otro hospital. Durante el traslado sigo siendo maltratado
y conducido a empujones y sigo teniendo todo el séquito policial
entorno a mi vigilancia. Una vez dentro del hospital, me introducen en
una habitación con rejas y demás dispositivos previstos
para pacientes presos. Allí los médicos se preocupan más
por mí y me repiten el reconocimiento médico, pero me sigo
negando a los análisis si no me dejan hablar con mi abogado. Al
final, médicos, policías y carceleros acceden a que se presente
mi abogado y viendo mi empeoramiento me dejan tumbarme y descansar unas
tres horas, siempre en custodia constante de la presencia desmesurada
de los agentes. Al cabo de estas horas se presenta mi abogado y accedo
a que me practiquen las pruebas de sangre en el hospital (
). Llegué
de nuevo a la prisión de Diabata sobre las 15:30 horas.
Carlos
Martín Martínez. Diabata,
10 de noviembre del 2003
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