El texto pretende solo introducir algunas cuestiones
entorno a la situación del psicoanálisis
en las facultades de
psicología. Para ello vamos a utilizar dos pequeñas obras de Freud (‘Una
dificultad del psicoanálisis’ 1917 y ‘Resistencias contra el psicoanálisis’
1924) y otros trabajos sobre la cuestión de la cientificidad del propio psicoanálisis.
Parece paradójico y
un tanto extraño la práctica inexistencia, la escasa influencia del psicoanálisis
y de las enseñanzas de Freud en
las facultades de psicología del estado español. Dichas enseñanzas quedan
reducidas a una asignatura cuatrimestral, con lo imprudente que es esto, por la
manifiesta complejidad del psicoanálisis condenándolo por tanto a
simplificaciones cuando menos tendenciosas. Además, las propias características
de este saber escurridizo y prolijo son limitadas en la facultad a unas formas y
tiempos en los que es imposible tener una compresión razonable del conjunto de
la teoría psicoanalítica. Un cúmulo de factores parecen haber llevado a un
rechazo del psicoanálisis de características muy particulares tanto por
los planes de estudio como por los docentes y en consecuencia por la gran
mayoría de los alumnos. Voy a intentar mostrar algunas ‘razones’ de dicho
rechazo.
Las críticas al psicoanálisis son de muy
diferente tipo, pero suelen tener algo común, un especial aire hostil y
emotivo, algo que parece mostrar cierto malestar de quién expresa dichas críticas.
Los autores de estos rechazos van desde ciertos grupos sociales (colectivos
feministas, activistas políticos, etc.), que ven en el psicoanálisis una
especulación sin ningún tipo de fundamento y lleno de tintes sexistas y
oscurantistas, a lo que podíamos llamar disciplinas recubiertas de cientificidad, en especial los
relacionados a la psicología y a la medicina dominante; curiosamente las más
emotivas y feroces críticas vienen de estos últimos sectores.
Las criticas de los científicos al psicoanálisis
dicen hacerse porque este no podría estar dentro de los parámetros del
paradigma científico dominante –positivismo- , por lo que no puede conseguir
el tan ‘deseado’ estatuto -status- de cientificidad. Así el psicoanálisis
no puede luchar por el reparto del pastel ya que su smoking no le da para entrar en la fiesta privada del Saber. Es cierto
que el psicoanálisis no tiene los requisitos que imponen la concepción
positivista de la Ciencia, ¿pero eso lo invalida?, ¿eso hace que no sea útil
para paliar y conocer el sufrimiento humano?.
Alguna de las
consideraciones que muestran que el
psicoanálisis no es una ciencia natural, es
que desde Aristóteles no hay más ciencia que de lo que se repite, cosa que es imposible en el psicoanálisis
ya que cada sesión es diferente a otra, al igual que la historia personal y psíquica
de cada sujeto es inimitable e irrepetible. Por otra parte el psicoanálisis no
es una Ciencia, ya que se postula que no hay más Ciencia que la de lo
Universal, donde es imprescindible el criterio de cientificidad como medida -lo
cuantificable, lo observable directamente, solo lo visible-.
El psicoanálisis no es una ciencia de lo
universal, sino más bien de lo particular, aunque esto no impide el estudio de
casos, el ‘avance’ en la comprensión de la experiencia humana, etc. El
hecho de que lo que se estudia no sea cuantificable, medible, observable... no
es razón suficiente para
invalidarlo. Hay que escapar del absolutista y reduccionista pensamiento de que
o es Ciencia o es charlatanearía, oscurantismo o buenas intenciones. Si se
partiera de que todo lo que puede ser estudiado debe ser cuantificable se estaría
sugiriendo que todo lo que
no es mensurable, observable o cuantificable no existe o hay que despreciarlo.
Entonces ¿cómo medir el deseo, la angustia y el síntoma?, ¿cómo observar lo
que esta más allá de lo aparente, de la conducta manifiesta? y una pregunta
que no suele hacerse –si se me permite- ¿para que hacerlo?
El
psicoanálisis impugna (no solo él) el modelo de cientificidad imperante, el
modelo de ciencias naturales y la maniquea división entre ciencia naturales,
donde la objetividad esta asegurada, y las ciencias humanas que son
descalificadas por su subjetividad manifiesta, donde se quiere encuadrar
al psicoanálisis.
Por
otra parte, aclarar que el objeto de estudio del psicoanálisis no es la
conducta, ni la conciencia sino el inconsciente. Ya que se parte de que no
existe una equiparación del aparato psíquico y la conciencia. En la práctica
analítica tenemos solo el sujeto que habla, que es efecto de la palabra, de los
significantes y la interpretación del código inconsciente. Los sujetos
(objetos) por tanto del psicoanálisis y de la psicología son diferentes, así
como sus objetivos y métodos, por eso es
sorprende como los famosos estudios hechos por el paradigma científico actual
tratan de comparar eficacias; la ignorancia o la torpeza es extrema.
En
la Ciencia es muy común el comportamiento autoconservador que ha producido el
rechazo o resistencia a aceptar importantes innovaciones. Pero el rechazo
desmedido e irresponsable de gran parte de los docentes, parece tener en muchas
ocasiones un carácter que atiende más a ‘las famosas resistencias’ que a
diferencias de criterio real; ya que en su mayoría el desconocimiento de la
teoría es manifiesto. Aunque la ignorancia sobre el psicoanálisis
es disimulada frente a los novicios e ingenuos alumnos que atontados por
el bombardeo de información, que no de conocimiento, el agobio por los exámenes
y las recurrentes descalificaciones de los profesores hacia el psicoanálisis,
terminan castrando una de las corrientes que pueden enseñarnos más sobre la
experiencia humana y desterrándola al reservorio de lo ‘superado’.
En
sus inicios el psicoanálisis fue ya rechazado por atentar contra la moral burguesa reinante, por la importancia
concebida a la sexualidad, por la invención del complejo de edipo, por acabar
con la fábula de la inexistencia de sexualidad en la infancia, por el
inconsciente que disolvía al sujeto pleno y Uno, consciente de sí, etc. Hoy en
día esos motivos continúan aunque se han atenuado pero las resistencias y el
rechazo al psicoanálisis prosiguen.
Lo curioso de este rechazo es
las formas abruptas e irascibles en las que se hace
en la mayoría de las ocasiones, lo que confirman
lo demostrado por el psicoanálisis, a saber, que el pensamiento está
vinculado inexorablemente a los afectos, y estos se activan sobre todo si se
cuestiona al propio sujeto que oye, que se piensa a sí mismo. La dificultad del
psicoanálisis no es tanto intelectual (que también) como anímica o afectiva
ya que puede o suele producir efectos emocionales en el oyente o lector, ya que
nos afecta en lo mas intimo de nuestro ser, porque este queda cuestionado, en
entredicho. Suele producirse un rechazo anímico disfrazado de palabras, una
venda neurótica ya que el sujeto
no quiere saber nada sobre ciertas cosas de las que él es el único que sabe ;
es una elección en la que el narcisismo está en juego. De todas maneras hay
que tener precaución con la noción de resistencia ya que con una utilización
inadecuada puede tentar explicar todas las discrepancias reales, teóricas,
epistemológicas, prácticas o políticas que puede generar el conjunto
psicoanalítico.
Los
grandes descubrimientos del psicoanálisis que por no van a ser expuesto en este
modesto espacio, son de incalculable valor para entender –a mi entender- la
existencia humana. Solo haré una breve mención a los que para mi son sus dos
fundamentales aportaciones; el deseo y el inconsciente. La necesidad de dar una
importancia extrema al deseo como efecto que
nos causa, parece imprescindible para salir del mecanismo del estimulo y
respuesta, para entender como el sujeto tiene una relación vital (problemática
y controvertida) con lo que desea, que se aleja como efecto del lenguaje y de la
vida anímica de las necesidades biológicas a través de la vida pulsional.
Aceptar la banal equiparación del psiquismo a la conciencia es no dar
cuenta de gran parte de fenómenos de la vida psíquica del sujeto. Por eso
Freud introduce la hipótesis del inconsciente, para mostrarnos como en la vida
psíquica del sujeto suceden cosas de otro orden, que no son tan racionales o
por lo menos tienen otra racionalidad, que tienen que ver con la vida de los
afectos, de la sexualidad, de lo vivido, de traumático, etc. El inconsciente
esta ‘ahí’ solo hay que ‘querer’ ‘abrir los ojos’,
‘escucharlo’. Ya que algo pasa ahí ‘dentro’; algo que tiene otra forma, algo
que nos hacer repetir situaciones, decisiones, que no sabemos explicar pero que
nos configuran en lo más profundo, que marca nuestra forma de sentir, de
existir que no puede ser atrapada con la lógica de la conciencia, ni dominada
con la fuerza de voluntad. Supongo que sabéis
(sentís) de lo que os hablo. ¿como explicar entonces sin la hipótesis del
inconsciente que las personas no puedan controlar ciertos actos, que hagan o
desean cosas que rechazan explícitamente?
¿como explicar ciertas sumisiones de los explotados a los explotadores?
¿como explicar el síntoma, las somatizaciones? , etc.
Lo que nos muestra Freud es que
el amor propio de la Humanidad ha sufrido tres grandes ofensas, ultrajes,
golpes contra el gran narcisismo del Hombre;
-La cosmológica por Copérnico:
“ la tierra no es el centro de universo”.
-La biológica por Darwin: “el hombre no es
el rey de la creación” Rompiendo así con la supuesta elección divina del
hombre y su desligación del mundo animal. Ambas ofensas fueron de inestimables
ayuda a Nietzsche para que este proclamara la muerte de Dios.
-La
ofensa de Freud: “no eres dueño
ni de tu propia alma”, es ”el
yo no es dueño ni en su propia casa”. Esta es la mayor ofensa ya que conlleva
la aniquilación del sujeto cartesiano, uno de los pilares fundamentales del
proyecto racionalista occidental. Un Yo considerado dueño de sí mismo,
intencional, que es vivido como una unidad y con plenitud que sería el sujeto
de la conciencia o de la conducta. Frente a esta ingenua concepción, el psicoanálisis propone el yo invadido por los poderes ajenos
e incontrolables de la pulsión, que no el instinto, del inconsciente que no de
la conciencia. Estamos ante la escisión del sujeto, la ruptura freudiana, la
lucha entre las instancias psíquicas, la escisión del aparato psíquico. No
somos Uno ni totalidad, sino contrariedades, relaciones de fuerza. Freud, nos
pone con menos tragedia, menos
ideales y moralina y nos acerca más a de nuestras propias debilidades, nuestros miedos y deseos más inconscientes. Fuera de los
Mitos, justificaciones que nos
hemos inventado para sentirnos menos perdidos e inseguros. Es un canto a la
renuncia a la ilusión vana y complaciente en la búsqueda de una “salud”
que nazca de las heridas más profundas del espíritu, “la totalidad más
vital es aquella que se restablece a partir de la escisión más profunda, la
escisión del sujeto”. Freud nos lleva directamente a plantearnos una nueva
concepción del ser parlante que escapa de esa imagen del
Gran Hombre del que parece encargarse la Ciencia. Es un intento para
poder comprender, con otra ‘razón’ menos grandilocuente y ciega, nuestra
contradictoria y compleja vida anímica que se debate eternamente entre: la razón
y la sinrazón, el superyo, el yo y el ello, la conciencia y el inconsciente,
las satisfacción pulsional y las exigencias del mundo exterior.
Que
el psicoanálisis sea víctima del la ignorancia o la neuras de la Ciencia no
quita que en psicoanálisis haya
cosas que no marchan, o que no funcionan desde el principio o desde algún
momento. Las críticas ‘respetables’ que parten de un conocimiento real y
profundo de los trayectos psicoanalíticos son necesarias para su propia
‘evolución’. Dichas criticas han surgido más cerca de la filosofía que
tiene herramientas para ello, con autores como Deleuze y Guattari con el ’Antiedipo’,
Derrida en ‘resistencias del psicoanálisis’, Castel ‘el psicoanalismo’,
Foucault ‘historia de la sexualidad’ Rodrigañez-Cachafeiro ‘la represión
del deseo materno y génesis del estado de sumisión inconsciente’, Fromm
‘la crisis del psicoanalisis’, Reich ‘la revolución sexual’ y
gente desde el mismo psicoanálisis como Lacan, Klein,
Bion etc.
De
todas maneras las aventuras a través del psicoanálisis para todo aquel que
tenga la intención de hacer un viaje en busca de cierta compresión de lo
‘psicológico’ (sea eso lo que sea) es imprescindible, pero sobre todo
apasionante.