LA PSICOLOGÍA DESDE UN PRISMA ANTAGONISTA.
La idea de escribir este artículo parte del Grupo de Psicología Crítica Versus y del Boletín de contrapsicología y antipsiquiatría “El Rayo que no Cesa”, primero como contribución al proyecto del Molotov y, segundo, para hacer una reflexión sobre cómo el colectivo de los llamados “enfermos mentales” se encuentran en una situación de marginación que no suele ser visible por la población en general y por los grupos sociales en particular. Por otra parte creemos importante, ante la benevolente cara que muestran las disciplinas “psi” y las restantes “ciencias humanas”, introducir el debate sobre el papel que juegan en el cuerpo social como técnicas disciplinarias y de control.
LA SITUACION DE LOS “ENFERMOS MENTALES”.
Según datos de 1995
hay aproximadamente cincuenta mil personas ingresadas- internadas- en
instituciones psiquiátricas en el estado español. El número es similar al
de presos y presas en otra de las instituciones totales, la cárcel, y en ambos
casos ese numero ha crecido en los últimos años. Si sumamos ambas poblaciones encerradas, psiquiatrizados/as
y presos/as obtenemos un inquietante dato: de cada quinientos habitantes
en el estado español uno/a esta encerrado/a.
Si además le sumáramos los niños/as institucionalizados y ancianos/as
geriatrizados, el índice de los/as encerrados subiría convirtiéndose en
espeluznante y mostrando el fracaso
del sistema para impedir la miseria
y la exclusión y para, concretamente en el caso de la llamada locura, aceptar
la diferencia.
El internamiento psiquiátrico, (ya sea psiquiatrización temporal en lo que se llaman unidades de agudos o ya sea en muchos casos internamientos de por vida en manicomios, que siguen existiendo en el estado español a pesar de la reforma psiquiátrica) se produce en condiciones que nada tienen que ver con lo terapéutico y sí con un espíritu de castigo y carcelario: Pérdida del derecho al desplazamiento libre. Pérdida del derecho a la libre utilización del propio dinero. Pérdida del derecho a la libre comunicación con el exterior, regulada por normativas restrictivas del centro en cuestión. Prohibición de relaciones sexuales en el interior. Impedimento de organizar el propio tiempo y actividades. Siempre control y, en muchas ocasiones, registro de las propias pertenencias. Sometimiento a medicación neuroléptica obligatoria sin información del tipo de sustancia que se ingiere y de sus efectos secundarios y muchas veces administrada sin el conocimiento de la persona receptora, mezclada en la comida o en la bebida.
Ser
diagnosticado/a como enfermo mental a su vez
puede suponer ser incapacitado legalmente (pérdida de los derechos
civiles) a veces para toda la vida y la imposibilidad de acceso (aunque se haya
superado el llamado "brote de
la enfermedad" y se tenga una alta médica), a ciertos trabajos, por
ejemplo profesor/a de universidad.
Ya
no están de moda las “inyecciones de aguarrás o de insulina” ni el
“narcoanálisis”, pero técnicas
igualmente agresivas como el electroshock (ahora denominado T.E.C. terapia
electro-convulsiva), se practican
con profusión, y en nuestro país
la lobotomía -extirpación de una parte de masa cerebral para
"apaciguar" al paciente- es legal y se practica.
Pero es quizás el uso de técnicas menos brutales y mucho más sutiles
lo que hace, aparentemente, menos violenta y más humanizada a la psiquiatría
tradicional. Así, como comentábamos
con anterioridad, se practica indiscriminadamente la administración de psicofármacos
que, bajo la fácilmente rebatible hipótesis de que la locura es una
“enfermedad mental” con causa
orgánica, la terapia o ayuda no es
tan esencial como el cambio bioquímico, consiguiendo a la vez,
“casualmente”, el impresionante enriquecimiento de las empresas que imponen sus medicamentos
en las respectivas luchas corporativas.
Sólo en Barcelona -según los últimos
datos que poseemos que son de 1995- más
de tres mil cuatrocientas personas son ingresadas
contra su voluntad anualmente, sin que hayan cometido la mayoría de ellas ningún
delito de los tipificados en la legislación penal.
Ya no existe la “ley de peligrosidad social” pero con respecto a la
“enfermedad mental”, la ha
sustituido el articulado referente al tema
de la locura del Código Civil. Es
en efecto el Código Civil, reformado en 1983, el que regula el ingreso psiquiátrico
involuntario -es decir obligado judicialmente-, a través de su artículo 211.
Así, una persona puede ser
encerrada contra su voluntad en una psiquiátrico sin que haya cometido ningún
delito, sobre la base de la propuesta de un médico, pudiendo pasar veinticuatro
horas de internamiento sin ser reconocida por un médico forense judicial ni ser
vista por un juez. Las llamadas
causas médicas para el internamiento involuntario regulado por el Código Civil
lo son en efecto sobre previsiones de conducta del otro/a realizadas por parte
de los "especialistas", es decir previsiones subjetivas, siendo éstas:
posible empeoramiento de la enfermedad, posibles autoagresiones y posibles
agresiones.
Esta es pues la situación actual de pervivencia de las instituciones totales y de leyes especiales para la locura que hace que podamos y debamos empezar a pensar a los llamados “enfermos mentales” como un colectivo clara e injustamente marginado y oprimido.
El
papel de la Psicología en EL CUERPO social
En nuestra
opinión las formas de dominación social se transforman, y parece claro que a
partir del siglo XIX las tecnologías del poder se han sofisticado y extendido a
todo el cuerpo social. La puesta en marcha de las ciencias humanas y sus
respectivas prácticas (discursivas o no discursivas) son hoy en día formas
privilegiadas del poder en su objetivo de construcción de la subjetividad y el
control y regulación de las poblaciones. Es
decir el poder se ramifica recorriendo, configurando el cuerpo social
constituyendo de manera más fuerte y más sutil
que nunca los cuerpos, las vidas de los sujetos. Su objetivo es un
adiestramiento en la obediencia sin tener que recurrir a la exclusión o a la
tortura que hoy en día parecen ser “de mal gusto”, auque haya que
utilizarlas llegado el momento de “crisis”.
La Psicología, la ciencia de la conducta, tiene una gran importancia hoy en día por su versatilidad de aplicación, asemejándose, más que a un saber terapéutico, a unos mecanismos de control y normalización social bajo el amparo y legitimación de la “verdad científica, objetiva y neutra”. Uno de los efectos de las prácticas discursivas de esta “Psicología Científica” es la psicologización de la problemáticas sociales, entendiendo por esto la atribución de causas psicológicas cuando estas problemáticas son sociales, reducirlas a la fragilidad del individuo (ej. Una persona parada que mantiene una familia, que no tiene recursos para subsistir y que pasa por una mala racha, es fácilmente diagnosticable como depresivo); en fin una vieja historia, hacer culpable a las víctimas. Por otra parte los incipientes y arrogantes “descubrimientos” desde la psiquiatría biologica tratan de dar un estatuto exclusivamente biológico de la existencia humana, por lo que se naturaliza al sujeto fuera de cualquier consideración social. Con esta biologización de los comportamientos, ya tenemos un sujeto natural, que puede equipararse al normal. Todo lo que se desvíe de esta prefiguración sumamente artificial, puede ser tratado en términos de una patología, necesariamente curable, tutelable, controlable. Así podemos ver la gran cantidad de nuevas enfermedades a modificar por los psicólogos (o a medicar por los psiquiatras) que están surgiendo y que consisten en la ligera desviación de la “conducta normal”.
La labor de la psicología en los diferentes ámbitos es siempre del mismo corte pero con diferentes caras. Etiquetar, clasificar, diferenciar, separar, estigmatizar a través de los test y de las etiquetas diagnosticas que pretenden justificar situaciones de desigualdad social o ciertos racismos y prejuicios encubiertos. Todo ello sin atender a que los diagnósticos de la psicopatología son juicios morales de lo que es bueno y es malo. Se podría decir que en la clínica se ha formado un ejercito de burócratas del sufrimiento ajeno que siguen haciendo lo mismo de siempre; al fin y al cabo el otro siempre es inestable , incapaz, violento o impulsivo y hay que curarlo, siempre por su propio bien, para salvarlo de no se qué. Por otra parte se facilitan programas que reconcilian “milagrosamente” a trabajadores y a empresarios por el bien de ambos, se selecciona personal con el perfil más sumiso para nuestras queridas empresas de trabajo temporal o se diseñan campañas de publicidad para hacer más imprescindible un producto cualquiera. Por no hablar de la relación cada vez más idílica entre policías, jueces y psicólogos. Y esta es, resumidamente, la contribución que la Psicología institucional y dominante, en sus diferentes ramas o aplicaciones, de la que, claro está, no participamos.
LA GESTACIÓN DE LAS REDES ALTERNATIVAS Y ANTAGÓNICAS A LA PSICOLOGÍA INSTICUCIONAL Y DOMINANTE.
No queremos negar lo complejo del abordaje del sufrimiento humano, pero lo planteamos entendiendo que el sufrimiento no viene de la nada sino que se genera y organiza en las estructuras y en la producción social interiorizándose ( a veces) como un nudo existencial que hay abordar desde una labor social que debe tener prácticas basadas en la libertad , devolviendo el conflicto a lo social, aliándose con nosotros los de abajo.
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