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Nuria Vila y Xabier Barandiaran
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Cuestionándose las atrofiadas categorías que giran en torno a la “propiedad” intelectual y las patentes se abre paso el COPYLEFT: un maremoto de prácticas sociales que promueven la libre circulación de los saberes y el disfrute colectivo de los bienes inmateriales
Algo raro parece estar pasando cuando las televisiones se afanan en mostrar apisonadoras destruyendo copias no autorizadas de cd's al tiempo que famosos cantantes tratan de equiparar el negocio del “pirateo” a la práctica extremadamente común de descargarse música por internet para uso privado. En Europa, la primera sentencia de este tipo condena a un jubilado a tres meses de prisión y una multa de 4.000 euros por ver y compartir los últimos estrenos hollywoodienses desde el ordenador de su casa.
En realidad, este proceso de criminalización social, entre la pataleta económica y la acusación desesperada, no supone sino un intento de contener el profundo cambio que las nuevas tecnologías están imprimiendo en las pautas de creación y consumo culturales y su efecto más inmediato: el desbordamiento de las categorías tradicionales de propiedad y valor que se forjaron en la época industrial.
Estamos asistiendo a un cambio fundamental. Hoy día, las tecnologías permiten una manipulación, transmisión y almacenamiento de la información sin precedentes y a muy bajo coste en una sociedad donde la producción de valor se realiza, cada vez más, a partir de bienes inmateriales. Pero estos bienes (y todo lo digitalizable deviene ahora inmaterial) no son mercancías a la antigua usanza. Primero porque su valor depende de una comunidad y una serie de relaciones que le dan sentido. Pero sobre todo, porque las ideas no son bienes limitados y su “cotización” no está en relación directa con la escasez, como en los objetos físicos: cuando damos una manzana la perdemos, pero cuando damos una idea la seguimos poseyendo y además contribuimos a formar el núcleo de toda comunidad humana. Esta es la base de las tierras comunales de la inteligencia colectiva, que se extienden ahora de forma casi ilimitada en forma de ciberespacio.
No obstante, la industria de la copia y la distribución (editoriales, discográficas y cinematográficas) y sus agentes (sociedades de gestión de los derechos de autor como la SGAE) se resisten a perder los privilegios monopolísticos que detentan como intermediarios entre creadores y público. Para ello, tratan de convertir en escaso lo que es potencialmente infinito, a costa de redefinir el marco jurídico y de deformar los mecanismos tecnológico-comunicativos que permiten el libre flujo de la creación. De esta batalla, cuya trascendencia real está pasando desapercibida, depende el modelo de sociedad del conocimiento que se avecina. En el punto de mira: los derechos de toda la sociedad pisoteados bajo una de las peores formas de proteccionismo económico.
Por ahora, las corporaciones están imponiendo sus intereses gracias a la maquinaria mediática de producción de sentido puesta a trabajar contra el conjunto de la sociedad y los fuertes lobbys en torno a ellas que presionan a las instituciones democráticas. No es fortuito que la nueva directiva europea sobre la materia que permite el registro de domicilios y el bloqueo de cuentas bancarias a los infractores del copyright, fuese propuesta por Janelly Fourtou, esposa de Jean-Rene Fourtou, capo deVivendi Universal, la mayor discográfica mundial. De todas formas, éste no es más que el principio de un envite comunicativo y legal que se irá acrecentando a medida que el intento de proteger las nuevas formas de propiedad con viejos métodos se demuestren más vanos y por tanto, más arbitrarios y despiadados.
Sin embargo, se está abriendo un nuevo horizonte que reconoce los contornos del cambio y propone herramientas con las que definir y proteger un espacio inmaterial común: se trata del COPYLEFT. El copyleft usa las leyes sobre copyright pero les da la vuelta para que cumplan una finalidad contraria a la original: en lugar de ser un medio para privatizar el conocimiento, se convierten en una forma de mantenerlo libre. Es decir, se “protege” la obra con la legislación ordinaria sobre “propiedad” intelectual y desde ahí se “abre” para que cualquiera pueda usarla. Se trata de especificar en la licencia copyright la libertad del usuario de copiar y/o modificar la obra libremente siempre y cuando la copia o modificación sea también libre (sirva de ejemplo la licencia que acompaña a este artículo). De este modo, el copyleft permite la existencia (en un contexto económico, jurídico e institucional hostil) de un nuevo modo de producción que libera la cooperación social, sin que ésta pueda ser privatizada.
Pero el copyleft va más allá de la maniobra jurídica y se empieza a articular como movimiento y comunidad. Sus comienzos se remontan a las comunidades de desarrollo del software libre (http://fsf.org) que han logrado una de las victorias más visibles del movimiento copyleft: el sistema operativo GNU/Linux, que está amenazando la primacía del gigante Microsoft. Hoy, sin embargo, el copyleft abarca un amplio espectro de la producción inmaterial desde la ciencia hasta la literatura, pasando por los libros de texto, la música o la información genética de los bancos de semillas comunitarios en la India. A pesar del desconocimiento generalizado, el copyleft no es una práctica anecdótica o una simple declaración de intenciones. En literatura, por ejemplo, el colectivo Wu Ming (http://www.wumingfoundation.com) ha conseguido desmontar todos los mitos respecto a la mejor manera para “proteger” al autor publicando sus obras bajo copyleft. Cualquiera puede fotocopiarlas o bajárselas desde su página web y simultáneamente o quizás por ello, venden cientos de miles de ejemplares. En otros ámbitos de paulatino proceso de privatización (como el educativo) resalta la valiente iniciativa del MIT (Instituto Tecnológico de Massachussetts) que ha decidido publicar en web todo el material educativo que genera (http://ocw.mit.edu).
Desde el ámbito artístico hay todo un conjunto de prácticas “sociales” del arte donde las consideraciones respecto a la distribución de las obras ocupan un papel central y donde la libertad de circulación de las creaciones es una condición imprescindible de su afirmación política. Así, la pareja germano-española que componen Platonic han comisariado recientemente en Suiza “Aire Incondicional”, un proyecto expositivo en el que los contenidos se distribuían de forma libre, de modo que el público podía copiar en la propia sala del museo los vídeos de la exhibición.
Mientras estas iniciativas proliferen por doquier y la gente siga utilizando sin culpabilidad las posibilidades de la tecnología, el copyright únicamente podrá sitiar la cultura e imponer su modelo de “propiedad” intelectual intentando reprimir nuestros gestos comunicativos y creativos cotidianos. Para desplegar la maquinaria de control y violencia necesarias, al copyright sólo le resta catapultarse sobre los dispositivos de terror orweliano que se están desplegando bajo el estandarte de las cruzadas antiterroristas. Al copyleft, sin embargo, le queda una tarea mucho menos desesperada y delirante, aunque igual de urgente: más cultura, más creación, más sociedad libres.
Frente al despliegue de la maquinaria mediática al servicio de las corporaciones que viven de mercantilizar las expresiones del pensamiento humano, el movimiento Copyleft trata de impulsar encuentros capaces de generar autónomamente el necesario debate social. En el Estado Español varias son las iniciativas visibles, como la lista de discusión copyleft de sindominio, desde la que se está impulsando la realización de jornadas públicas descentralizadas.
Este año, durante el pasado mes de abril tuvieron lugar en Barcelona unos encuentros con pensadores como Toni Negri o Vandana Shiva (http://copyleft.sin-dominio.net). Se promovieron siguiendo un modelo de colaboración institucional y movimentista, o sea, patrocinio de instituciones (en este caso de la Universidad Internacional de Andalucía y Arteleku-Diputación Foral de Gipuzkoa) gestionados por la sociedad civil. La intención es poder llevar esta iniciativa a otras ciudades como Málaga durante o Donostia, cuyas fechas están por confirmar.
Otra iniciativa interesante es la distribución de X-Evian (http://www.x-evian.org), un sistema operativo completo de software libre, Debian GNU/Linux, en euskera, castellano e inglés que se instala automáticamente desde un CD sin interferir con otros sistemas operativos. La idea de sus creadores, Metabolik, un colectivo de hackers de Bilbao, es simplificar al máximo el uso y la instalación del software libre para uso social y difundir contenidos copyleft (textos, imágenes, vídeos, etc.). Una tirada de 5000 unidades ha sido financiada por la Fundación Rodriguez, en el contexto del proyecto E-tester (http://www.e-tester.net).