1931: VOTO, 2031… ¿ABORTO LIBRE?
Corrían los años 1977, 1978, en plena transición democrática; años de grandes ilusiones por recuperar libertades y conquistar derechos, cuando yo me incorporo a las organizaciones de mujeres, partiendo de la asociación de vecinos de mi barrio, San José, de su comisión de jóvenes. Lo hago en la Unión de Mujeres por su Liberación, una de las organizaciones existentes en ese momento junto al Frente Feminista y otros colectivos de barrios y Universidad.
En un principio fue tomar contacto con el significado de la lucha por los derechos de la mujer, muy ligados entonces a reivindicaciones sociales como el urbanismo, la sanidad, el ocio de los jóvenes, las guarderías para facilitar el acceso de la mujer al trabajo. Pero, poco a poco con debates, con lecturas, nos vamos introduciendo en la problemática concreta que tenemos las mujeres, independientemente del resto de las luchas sociales.
Descubrimos entonces a Alejandra Kolontai, y su libro Autobiografía de una mujer sexualmente emancipada, que ya en 1917 hablaba de «una mujer nueva», autónoma, intentando seguir su propio camino, resistiendo a la claudicación del amor; a Simone de Beauvoir y su libro El Segundo Sexo, que analiza el rol que se impone a las mujeres en la sociedad, dando pautas para cambiarlo, y también sus maravillosas novelas.
Junto a todo esto, y al calor de las luchas sociales y políticas, la redacción de la Constitución y las primeras elecciones democráticas, nos vamos planteando introducir los derechos de las mujeres en todas y cada una de esas luchas, en todos los acontecimientos democráticos.
Pero el arranque de la pugna por la igualdad de las mujeres en esta ciudad, que comienza en los barrios y en la universidad a través de diferentes formas organizativas, había partido ya desde el juicio a una mujer de Zaragoza, acusada de adulterio, que es absuelta tras una magnifica defensa apoyada por la presión en la calle de muchas mujeres. A partir de aquí, el movimiento feminista va perdiendo el miedo a hacerse público, a estar en la calle. Más tarde vendrán las campañas por el derecho al divorcio en la Constitución, por el derecho al trabajo en igualdad de condiciones y, paso a paso y sin perder de vista todas las realidades de las mujeres, va tejiéndose el movimiento feminista reivindicativo. Entre esas realidades estaban las mujeres que morían al someterse a abortos sin garantías sanitarias y sin otra opción ante un embarazo no deseado. Surgen pues las campañas sobre sexualidad, anticoncepción, planificación familiar y aborto.
Eran años en los que en el Estado español los anticonceptivos estaban prohibidos; no existían tales derechos, ni siquiera a una sexualidad libremente decidida por las personas y mucho menos por las mujeres. Era un tabú que, sin embargo, empieza a dejar de serlo, y las mujeres empezamos también a hablar del «placer» y a reivindicarlo, a pensar en cómo era nuestra sexualidad, a qué y por quién estaba dirigida.
Esto da lugar a las campañas por el «derecho a decidir de las mujeres», o lo que es lo mismo, por el «derecho al aborto libre y gratuito». Y aparecen otros problemas a los que se tienen que enfrentar las mujeres que decidían abortar: que eran denunciadas, enjuiciadas y encarceladas.
La campaña más llamativa y contestada en todo el Estado español fueron los juicios de Bilbao. Varias mujeres fueron juzgadas y añadían penas de cárcel a las penitencias que ya suponían la forma en que tenían que ejercer el derecho a decidir sobre su maternidad. Esta campaña, centralizada por la Coordinadora de Organizaciones Feministas del Estado Español, fue de gran repercusión en todo el Estado. La solidaridad de muchas mujeres se plasmó en la campaña de autoinculpaciones, forma ésta de lucha de las mujeres que se mantendrá durante mucho tiempo en el movimiento, que consistía en rellenar instancias con nombres, apellidos y DNI que se entregaban en los Juzgados, Gobiernos Civiles o Audiencias, en las cuales se decía: «yo también he abortado», por lo tanto tengo que ser penalizada. Había que conseguir cuantas más mejor para colapsar y llamar la atención.
Es con esta campaña con la que se echa a andar en Zaragoza la reivindicación del derecho a decidir. Es una lucha dura, con una implicación personal tremenda, con unos enfrentamientos por parte de los sectores conservadores y de la Iglesia terribles, era un cara a cara, bien en charlas, bien en la calle, con acusaciones de asesinas, putas e inconscientes, con el falso debate del derecho a la vida que aún hoy perdura. Pero lo cierto es que se aguanta, porque se tiene muy claro que nadie mejor que las mujeres defendemos la vida, no solo por darla, sino por cuidarla. Los lemas eran muy variados, comienzan con «anticonceptivos para no abortar», «aborto para no morir», «nosotras parimos, nosotras decidimos».
Se hace un gran esfuerzo para que nos entiendan, para que se sepa que lo que queremos las mujeres es el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo, sobre nuestra vida; porque no estábamos resignadas a que fuera la sociedad patriarcal (novios, maridos, padres, médicos, jueces e iglesias) la que siguiera decidiendo por nosotras, y esto es lo que más molestaba (lo que sigue molestando), porque todo el mundo sabía que muchas mujeres abortaban porque así lo decidía «esa sociedad» cuando manchaba su honor. Era una lucha, también pues, por el reconocimiento de las mujeres como «sujetos», por la autoestima, por la igualdad.
En Zaragoza se dio un caso de una mujer que fue encarcelada por practicar abortos clandestinos, que también contó con el apoyo del movimiento feminista. Recuerdo varias concentraciones en la cárcel de Torrero para pedir su libertad.
En el pregón de las fiestas del Pilar del año 1981 celebramos el cincuenta aniversario del voto de las mujeres en España. Unas cuantas mujeres del movimiento feminista salimos vestidas de sufragistas con una banda en la que se leía «1931 voto – 1981 aborto».
Fue y lo es hoy en día, una lucha larga, se crearon muchas formas de llevarla a cabo: las autoinculpaciones, los debates, las manifestaciones, la información sobre los métodos de aborto. A la vez se creaban comisiones de apoyo a las mujeres que querían abortar en el extranjero con garantías sanitarias y sociales, se hacía un seguimiento, se contaba con personal sanitario para posibles problemas, gente de confianza que no denunciara. Todo esto fue muy importante, las mujeres se jugaban la vida. En estas comisiones de apoyo se podía constatar que las mujeres que acudían eran mujeres normales, de todas las clases sociales, con profesiones o no, solteras y casadas, y desde luego ninguna lo hacía por gusto, todas ellas presentaban un cuadro de ansiedad y depresión.
Actualmente, sigue vigente la misma ley que despenalizó el aborto en tres supuestos, pero esto no significa que las mujeres podamos ejercer el derecho al aborto libremente. Seguimos estando penalizadas y tuteladas, aunque el avance ha sido muy grande. Hoy existe información, aunque haya que pedirla, pero la hay. También hay una gran parte de la sociedad que va comprendiendo el porqué de este derecho, respetando las decisiones que las mujeres toman para resolver sus problemas, reconociendo su capacidad; Hay muchas mujeres que no llevan a cabo un embarazo, porque no lo desean, pero llevan adelante otros dos o tres, es decir, «deciden». Y es de esperar que en este tema no pasen cien años, entre votar y decidir.
Zoya Górriz