ANAIS Y NOSOTRAS. EL INCENDIO DE LA DISCOTECA FLYING
El 14 de enero de 1990 se cumplían trece años del fallecimiento de la descarada y transgresora Anais Nin. Y ese mismo día trece mujeres feministas, descaradas y transgresoras, salimos a habitar una noche mágica tras un día de actividades y debate político para analizar la violencia machista contra las mujeres.
Y con las manos de color violeta permanecimos unos minutos en la puerta de la discoteca Flying negociando con el portero entrada gratuita, porque éramos muchas y estábamos con ganas de bebernos la madrugada. Y ajenas al poder del fuego decidimos continuar la fiesta en otro sitio. Y también ajenas atendimos sorprendidas el teléfono cuando sonaba en nuestras casas al punto de la mañana para comprobar con ansiedad que estábamos todas bien. Mientras, la radio contaba la muerte de cuarenta y tres personas en el incendio originado en la discoteca Flying y nuestro re-nacer como mujeres y habitadoras de la noche. Y por eso unas horas después nos mantuvimos bien sujetas unas a otras durante el tiempo que duró la concentración que clausuraba el encuentro; abrazadas, llorando, y gritando no a la violencia machista y sí a la vida.
Pasaron por nuestra cabeza los dos últimos días compartiendo, creando propuestas rompedoras, aprendiendo técnicas de autodefensa, reivindicando nuestra sexualidad amplia y poderosa, disfrutando del hecho de estar juntas… Con la piel tibia de ideas, de cuestionamientos, de rebeldía, nos sentimos capaces de mover estructuras y eliminar bloques de piedra.
Éramos mujeres libertarias, pacifistas, antimilitaristas, ecologistas, anarquistas, republicanas, asamblearias, autónomas, simpatizantes con la causa… todas diferentes pero compartiendo ideas, sueños y lucha.
Ahora miro hacia atrás, y han pasado dieciocho años desde aquellas jornadas celebradas en Zaragoza. En ellas participamos mujeres de La Rioja, País Vasco, Navarra, Madrid y Aragón.
Era un momento álgido y todo se movía muy deprisa. Había un antes y un después en nuestra lucha, en nuestras relaciones personales. Íbamos creando poco a poco espacios para el debate, para la acción, para auto-descubrirnos, para vivir nuestra sexualidad, para la convivencia. Y fuimos también ocupando espacios sitiados por la cultura patriarcal, posicionadas desde la sabiduría y la feminidad en contra de la historia y los preceptos. Y cada palabra, cada movimiento era una pieza clave para darle forma a nuestro propio imaginario.
El pasado sábado, 8 de marzo de 2008, me pareció maravilloso, casi mágico, respirar de nuevo ese mismo espíritu, esa misma fuerza, esa misma lucha. Y me sentí emocionada ante la certeza de que Anais y nosotras fuimos y somos mujeres, descaradas, transgresoras.
Marian Royo Carceller