BARRIO LATINO
Abrimos el Barrio Latino en julio de 1994, evidentemente como nuestro medio de vida, optando por el autoempleo, pero sin olvidar los diferentes movimientos sociales en los que participábamos en mayor o menor medida. Movimientos de los que nuestro negocio tampoco se podía desvincular al estar nosotros al frente, colaborando en todo aquello que estuvo en nuestra mano, principalmente con la distribución y venta de material alternativo de todo tipo y de diferentes colectivos, ofreciendo el Barrio como lugar para realizar fiestas y aquellas actividades que pudieran tener lugar en un espacio como un bar y así sacar dinero para alguna campaña y/o colectivo concreto, etc.
Todo esto nos marcó de una forma muy clara, tanto a nosotros (si no lo estábamos ya) como al bar. Con esto me refiero a que, del mismo modo que el Barrio era un lugar de ocio donde intentamos que la gente se sintiese lo más a gusto posible, también quisimos ser un espacio difusor de ideas y de diferentes luchas, lo que nos convirtió en objetivo de nuestros enemigos, con lo que supone, y lo vulnerable que te hace, tener un espacio abierto al público.
Antes de entrar en detalles, en situaciones concretas, positivas y negativas, me gustaría hablar del entorno en espacio y tiempo en el que se situaba el Barrio Latino. Como ya he dicho antes, abrimos en el 94. Los primeros años noventa fueron, para mí, los años de la insumisión y el antimilitarismo, la ocupación y el antifascismo. Movimientos en los que estaba involucrado y en los que participábamos. Recuerdo aquellos primeros meses del Barrio, marcados por un gran número de insumisos represaliados, tanto encarcelados como en busca y captura, el segundo desalojo del okupado colegio San Agustín y diferentes agresiones fascistas y policiales de las que, por desgracia, en alguna fuimos protagonistas.
Estábamos situados en la calle Supervía y, en un entorno más o menos pequeño, coincidíamos varios bares de una misma tendencia, bares de conocidos o amigos o en los que trabajaban personas implicadas en los mismos movimientos sociales. A la memoria, muy castigada a estas alturas, me vienen el Berlín, Beirut, Cráneo, La Tecla, Planta Baja, Utopía, El Valle y alguno más que, seguro, olvido. Desgraciadamente para nosotros, y para ellos, también estábamos muy cerca del bar donde se reunía el Ligallo Fondo Norte (LFN, grupo ultra del Real Zaragoza) y de otros con los que se tuvo diferentes enfrentamientos y problemas, siempre con la ideología como causa y fondo de los conflictos, contrariamente a lo que los medios de comunicación, en múltiples ocasiones, trataron de enmascarar como broncas entre “tribus urbanas”, concepto muy utilizado en los noventa que trataba de desideologizar estos conflictos y de asemejar colectivos de izquierda con la extrema derecha e intentando invisibilizar la existencia de grupos y agresiones fascistas.
Como a todo el mundo, las experiencias negativas y dolorosas dejan una huella y un recuerdo difícil de olvidar, y de éstas, por desgracia, en cuatro años que estuve al frente del Barrio tuvimos unas cuantas. Nombraré algunas sin entrar en muchos detalles simplemente para que la gente que no estuvo con nosotros en aquellos momentos se haga una idea de lo que tuvimos que afrontar en nuestro lugar de trabajo. Quede dicho por delante que, antes de abrir las puertas del Barrio por primera vez, teníamos asumido que esto podía pasar… y pasó.
La primera agresión, y la más grave, tuvo lugar el primer día de pilares del 95. Un ataque en dos tiempos por parte de una banda de motoristas machote-garrulo-fascistas llamados “Templarios”. Las sorpresas vinieron cuando la policía llegó al exterior del bar y comienzan los saludos fascistas y militares por parte de esta gentuza hacia los agentes. De entre los detenidos e identificados había algún militar profesional, guardia civil e, incluso, un miembro de la brigada de información que se identificó como tal y que andaba buscando objetos personales que sus coleguitas habían perdido en la bronca multitudinaria. Todo acabó con mi compañero en el Barrio hospitalizado con fractura de mandíbula, varios detenidos por parte de los agresores y posterior juicio en el que, por supuesto, salieron todos absueltos.
En otra ocasión, un 20-N para ser exactos, saliendo del bar de madrugada, fui perseguido por un grupo de nazis que me esperaban por los alrededores dentro de un coche. Me persiguieron con el coche y a pie, me salvé de una paliza, como mínimo, saltando a las orillas del Huerva y escapando como buenamente pude. Después de eso no volví a salir sólo del bar en una buena temporada.
Después de éstos tuvimos otros episodios más o menos graves de enfrentamientos con neonazis, pseudo fascistas, fascistas, garrulos, neogarrulos y futboleros, no siempre dentro del bar, pero sí en los alrededores y con gente que venía por el bar asiduamente como protagonistas. Estos enfrentamientos tuvieron su punto álgido con el ataque masivo al bar Beirut por parte del LFN. En este punto me gustaría detenerme un momento por lo sangrante de la situación, ya que, aunque no fue el Latino el bar implicado directamente en esta ocasión, sí lo fue uno muy cercano a nosotros (cincuenta metros escasos). La agresión fue repelida desde el interior por la gente que estaba en ese momento en el bar. La policía, tan eficiente en otras ocasiones, tardó lo indecible en aparecer, a pesar de que estos problemas se repetían cada domingo que el Zaragoza jugaba en La Romareda. Hubo una grabación en video, desde un domicilio cercano, de diecisiete minutos de duración y aún así sólo hubo un detenido y finalmente ningún inculpado. Para que luego digan que no hay permisividad con estos grupos.
Los cuerpos uniformados también tuvieron a bien hacernos varias visitas. Recuerdo varias redadas en busca de drogas y/o armas (¿?) identificaciones, registros varios e incluso la presencia de antidisturbios con sus cascos, escudos, porras y demás complementos, después de una manifestación por el centro de la ciudad. En esa ocasión había por lo menos siete u ocho insumisos en rebeldía dentro del Latino que, por obra y gracia de la eficacia policial, no fueron detenidos.
Por suerte hubo más buenos momentos que malos, ya que estos últimos fueron hechos puntuales y la tranquilidad era lo habitual.
La música que se ponía en el Latino era principalmente punk y HC (Hard Core), de todas las procedencias y orígenes, aunque también, disfrutando del buen humor y de la diversidad, tuvimos tiempo para hacer fiestas horteras y de apoyo a diferentes colectivos, audiciones musicales, teatro, dj’s e incluso, para uno de los aniversarios de apertura, un concierto de El Corazón del Sapo, banda ejeanozaragozana de HC fundamental en la escena alternativa de la ciudad y del Estado en aquellos años. Como todo el mundo podrá imaginar, de las grandes fiestas y celebraciones los recuerdos son un poco más débiles y borrosos.
Fueron años muy intensos -después de todo tenía veintitrés años cuando abrimos el Latino-, de mucha exposición personal, de mucha acción, pero también de mucha represión.
Estos bares, como tantos que hoy existen, sirvieron y sirven de primera toma de contacto con ideas, experiencias y movimientos sociales para mucha gente. Los bares siguen siendo un lugar de socialización muy importante y a muchas personas les es más fácil el acercamiento a colectivos, luchas etc. a través de unos espacios de ocio y relación como estos.
Afortunadamente y a pesar de las dificultades siempre ha habido, hay y habrá bares molestos en las ciudades, y no precisamente por el ruido…
Negro