zgz rebelde

zaragoza rebelde – 1975, 2000 – movimientos sociales y antagonismos

MEDOFOSA

Éramos unos críos. Pero ya entonces nos gustaba el monte con locura, los pájaros, los bosques, los paisajes de Aragón… En diciembre del año 1986 se formó el embrión de lo que sería un grupo de amigos de Zaragoza que poco a poco decidimos juntarnos para defender la naturaleza. La revista Quercus, con su manual “Cómo crear un grupo ecologista”, significó un antes y un después. Bajo el nombre difícil y siempre objeto de pregunta de la Sociedad Naturalista Medofosa, emprendimos una joven e intensa lucha ecologista. Nuestra corta edad –en torno a los 16 ó 18 años- no nos impedía emprender muchas acciones: presentar denuncias, escribir comunicados de prensa, organizar charlas, ciclos y exposiciones fotográficas, ofertar excursiones… e incluso hacer encierros en los despachos de la administración o encadenarnos como señal de protesta a las máquinas que destrozaban los montes. Ahí estaban Fernando, Luis, Miguel, Alfonso, Pedro, Enrique, Manolito, César, Jesús… y mucha otra gente que ha ido y ha venido por nuestras verdes vidas. Teníamos toda la vida por delante, poco que perder… y, sobre todo, muchas ganar de hacer cosas.

Todo empezó sencillamente poniendo cajas nido en el Moncayo para aves insectívoras y recogiendo basura en los merenderos del Parque Natural. Luego vinieron otras campañas más comprometidas, así como numerosas escapadas al Pirineo, a los Mallos de Riglos… o en el tren a la laguna de Sariñena para ver patos: había una oferta de 2×1, viajabas dos y pagaba uno. Zaragoza, la ciudad que tanto detestábamos por aquel entonces por su ruido, el estrés, la papelera y el humo de los coches, era “el campo base” de nuestras salidas y campañas ecologistas. Aunque la sede social de Medofosa -inscrita como asociación juvenil dos años después de su arranque- estaba en casa de mis padres, el primer local oficial que tuvimos fue en el Instituto “El Portillo” o Mixto 4, en San Vicente de Paúl, donde hoy está una de las sedes del Gobierno de Aragón. Conseguimos que el director del centro nos apoyara con una pequeña ayuda para comprar un catalejo, plantar encinas y robles en botellas de plástico recicladas y fotocopiar nuestro boletín de estudio y defensa de la naturaleza: la revista que pasaría a denominarse Latrodectus –sacado del nombre de una araña mortal, la viuda negra- pues podría ser de picadura fatal para muchos agresores del medio natural, que por aquellos años actuaban aún con mucha impunidad. En el Mixto 4 teníamos un cuarto donde nos reuníamos todos los viernes, y allí cerca, en la sala de alumnos, estaba la emisora de Radio Medias, desde donde cada semana ondeábamos nuestra opinión crítica a la ciudadanía a través del programa ambientalista “Bichos salvajes”.

Nuestro segundo local fue la Casa de la Paz, un edificio modernista abandonado y okupado en el paseo de Sagasta de Zaragoza. Allí estaban otros grupos afines como Black Zulú o el Comité Antitaurino, con quienes colaborábamos repartiendo octavillas en las fiestas del Pilar contra la crueldad con los pobres animales. A la Casa de la Paz llevamos nuestra biblioteca naturalista, algunos escondites, pancartas… y hasta tuvimos allí “alojados” durante un tiempo un mochuelo herido y un zorro que había caído en un aljibe y estaba desnutrido. Llegó un momento en que el raposo se asilvestró de tal manera que tuvieron que venir a ayudarnos de la Protectora de Animales para cogerlo y poder liberarlo en el medio natural. Cuando nos desalojaron por orden política de esa bonita casa okupada nos fuimos con los trastos a otra parte, a la Casa de Juventud de las Delicias, donde permanecimos largo tiempo organizando salidas naturalistas, ciclos de cine, conferencias… y sobre todo desde donde denunciábamos “sin pelos en la lengua” todo atisbo de destrucción de la naturaleza aragonesa. Cada jueves nos reuníamos, repasábamos la prensa, echábamos sobre la mesa las amenazas detectadas y temas de interés… y acto seguido repartíamos faena entre los presentes: tú escribe esta carta al alcalde en señal de protesta, tú consigue un megáfono para tal movida, tú diseña y fotocopia las octavillas, tú haz una nota de prensa para los periódicos denunciando la tala en aquel bosque… Y a la semana siguiente, antes de emprender la nueva faena, repasábamos los trabajos pendientes. Quien se hubiera dormido, tirón de orejas. Era un trabajo altruista, en equipo y todos nos responsabilizábamos del curro que habíamos adquirido.

Medofosa formó parte de otras plataformas o coordinadoras donde forjamos alianzas con otros variados ecologistas. Con ADN (Asociación en Defensa de la Naturaleza Aragonesa) tuvimos mucho contacto -con los que más- y en muchos temas formamos un tandem “terrible”. Jesús Vallés, alma pirenaica indómita, nos guiaba por las sendas y montañas del Pirineo: tan pronto montábamos una acampada naturalista anual –con gran éxito en toda España- como denunciábamos a Europa la apertura de pistas forestales en el hábitat de los últimos osos. Estuvimos en el Comité Anti Jaca’98, en la Coordinadora Ecologista de Aragón (CEA), en la Coordinadora para la Defensa del Sobrepuerto frente a la carretera de Yebra de Basa a Fiscal, en la Coordinadora para la Defensa de las Aves (CODA), etc. Frente a la construcción del túnel del Somport creamos una agrupación de organizaciones llamada O Zapo (El Sapo, en aragonés), simbolizando la lucha en este animal que, en las noches lluviosas de primavera, sale a la carretera a plantar cara a los coches, aunque en ello le vaya la vida. Eran años difíciles para el medio ambiente: aún no estaba de moda ni el desarrollo sostenible, ni el cambio climático, ni términos tan “chic” como la biodiversidad… pero nosotros hace quince ó veinte años ya organizábamos bicifestaciones espontáneas, pedíamos la reintroducción del oso y el lobo en Aragón, apostábamos por la creación de un Parque Internacional en los Pirineos, o hablábamos de tomar medidas contra la contaminación lumínica en la ciudad.

En una carpeta todavía guardo muchos de los artículos y reportajes publicados, fruto de aquella época. Todo ello forma parte del “libro de mi vida” y del que aún siguen siendo mis amigos. En otra carpeta guardo los originales de la revista Latrodectus de la Sociedad Naturalista Medofosa.

En la década de los noventa, Medofosa se fundió con Ecofontaneros, Adepa, Otus y otros grupos en lo que es hoy Ecologistas en Acción, una confederación de más de trescientos grupos ecologistas distribuidos por pueblos y ciudades, y que forma parte del llamado ecologismo social que entiende que los problemas medioambientales tienen su origen en un modelo de producción y consumo cada vez más globalizado, del que derivan también otros problemas sociales, y que hay que transformar, si se quiere evitar la crisis ecológica. Empezaba, a partir de entonces, otra etapa en nuestro empeño por defender la naturaleza y proteger el medio ambiente.

Eduardo Viñuales Cobos