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zaragoza rebelde – 1975, 2000 – movimientos sociales y antagonismos

MUJERES DE NEGRO PARA EXPULSAR LA GUERRA DE LA HISTORIA

Carmen Magallón, en su libro titulado Mujeres en pié de paz , me recuerda que Stasa Zajovic, fundadora de Mujeres de Negro de Belgrado, llegó a Zaragoza el 20 de abril de 1993. Ya había comenzado la guerra en la antigua Yugoslavia y las noticias sobre el conflicto armado nos desgarraban; no entendíamos qué había podido pasar para que en el centro de nuestro pequeño mundo se hubiera podido instalar el horror.

Aquel día cenamos con ella un numeroso grupo de mujeres. Recuerdo su cara, su fuerza, su firme voluntad, también la de Paz Cacho, del colectivo universitario Lisístrata. Esta última fue la que nos contactó y, gracias a ello, conocimos el movimiento de Mujeres de Negro; y nos dieron luz sobre el cómo, el porqué y qué hacer ante la salvajada de aquella guerra. Aquella misma noche constituimos el colectivo Mujeres de Negro de Zaragoza. Teníamos diferentes edades, proveníamos de distintas corrientes, (movimiento pacifista, vecinal, sindical, feminista…) pero vivimos un momento especial y supuso un salto cualitativo en el pensamiento de muchas de nosotras respecto a los conflictos armados y el papel de las mujeres en los mismos. No he olvidado caras, desde entonces me siento cercana a ellas, pero sí nombres; y como mi amiga Carmen tiene mejor memoria que yo, remito de nuevo a su libro. Tampoco recuerdo el lugar en el que cenamos pero -¿acaso importa mucho?- era aquí, en Zaragoza.

El Movimiento de Mujeres en Negro había nacido en Israel en 1988. Salen a la calle para manifestarse públicamente, vestidas de negro y en silencio, en protesta contra la ocupación de los territorios palestinos por parte de Israel. A finales de 1989, seis mil mujeres israelíes, palestinas, europeas y norteamericanas realizan una marcha de protesta atravesando Jerusalén y con el lema: «Mujeres caminan por la Paz». Su trabajo culmina en 1994 con el establecimiento del centro de Jerusalem Link formado por mujeres israelíes y palestinas.

A partir de entonces, nace el movimiento de las Mujeres de Negro y en 1991 se constituye el grupo de Belgrado. Estas surgen para protestar de forma no violenta contra la guerra, contra el régimen nacionalista-militarista de Serbia, contra la limpieza étnica y contra toda forma de discriminación en la ex Yugoslavia. Con un fuerte apoyo de Mujeres de Negro de Italia, logran convocar encuentros internacionales durante todos los años que dura la guerra y aún con posterioridad.

El lunes 26 de abril de 1993 hicimos nuestra primera concentración en las escalinatas del Palacio de la Diputación Provincial. Vestidas de negro y en silencio, «por amor a la vida, en solidaridad con otras mujeres que protestan contra la guerra en sus países, para manifestar nuestra propia repulsa contra la guerra…» , pretendíamos expulsar la guerra de la historia.

Stasa vino acompañada de su amiga Rose Marie, hija de exiliados republicanos que vivían en Albi (Francia) y pertenecía, al igual que todas las anteriores, a la Internacional de Resistentes a la Guerra (IRG) con sede en Londres. Se habían visto por última vez en la Conferencia de Mujeres convocada por esta organización en Bangkok (Tailandia) a finales de noviembre de 1992. Allí conocieron a Paz Cacho.

Rose Marie nos llevó a su ciudad, a un encuentro del movimiento objetor francés. Albi es preciosa, tiene una catedral amurallada impresionante, pero mis recuerdos de aquel encuentro poco tienen que ver con esto, con el contenido de las jornadas, o con la salida a una de las plazas de la ciudad, junto al grupo de Mujeres de Negro de Albi. Mis recuerdos están íntimamente ligados a la furgoneta verde en la que viajamos y al espacio de comunicación e intercambio que en ella se dio. Salimos de Zaragoza unas cuantas mujeres, pertenecientes a dos corrientes bien diferenciadas en aquel momento: Carmen Magallón, Maruxa Paz y yo que proveníamos del movimiento pacifista zaragozano y las «lisístratas» Amparo Bella, Marian Royo e Idoia Romano, procedentes del feminismo universitario. Teníamos en común ser mujeres y muy activas en los movimientos; a pesar de ello habíamos trabajado juntas en muy pocas ocasiones. Las muchas horas de viaje en aquella furgoneta nos permitieron hablar de todo, intercambiar conocimientos, vivencias, pensamiento… Nos descubrimos, y el sentimiento de contento era tal que las carcajadas se oían de lejos. Así lo recuerdo.

En agosto de ese mismo año, cuatro mujeres de esa furgoneta viajamos al II Encuentro de Mujeres de Negro contra la Guerra celebrado en Novi Sad, ex Yugoslavia. En esa ocasión lo hicimos en un corsa amarillo guiado durante muchos kilómetros por unas gafas rojas (eso era, por aquel entonces, lo primero que se veía en el rostro de Maruxa cuando ésta se acercaba). Partimos de la C/ La Paz, donde vivían Amparo Bella y Marian Royo; llevábamos ropa negra en nuestras pequeñas mochilas y todo fue extremadamente intenso y emocionante. Aún recuerdo el puente de Novi Sad sobre el Danubio que pocos años después fue bombardeado por las tropas de la OTAN y que me hizo padecer por gentes que conocimos en aquella ciudad. No queriendo la guerra, llegaron a generar y apoyar a un fuerte movimiento de desertores, algunos de los cuales terminaron acogidos por el Movimiento de Objeción de Conciencia de nuestro país y por ende, de esta ciudad. Los resultados de aquel encuentro fueron publicados en la revista En Pie de Paz del otoño de 1993.

Puede parecer banal, pero he de confesar que otro recuerdo intenso de los muchos que guardo de aquel viaje y encuentro, tiene que ver con la incomodidad producida por el olvido de calzado negro para las concentraciones. Grupos de mujeres de Italia, Francia, Croacia, Inglaterra, Alemania, Macedonia, Andalucía, Extremadura, Madrid… llegaron hasta la bella ciudad serbia, todas de negro, todas en silencio, y mis zapatillas eran blancas y rosas.

Volvimos a Zaragoza, a nuestras escalinatas que en unas ocasiones fueron las del Palacio de la Diputación Provincial y en otras las de la antigua Facultad de Medicina y Ciencias en la Plaza Paraíso. Tan solo en una ocasión cambiamos de sitio. Un día decidimos marcar los conflictos armados del momento en la gran bola del mundo instalada en la Plaza del Pilar. Esta bola es de piedra gris, quizás por ello pasa tan inadvertida y quizás por ello, ni siquiera para señalar guerras nos gustó. Era un día gris, frío y con viento, no recuerdo la fecha pero sí que los papelitos amarillos con los nombres de países en guerra volaban. Y regresamos a nuestras escalinatas. Nos concentramos, todas de negro, todas en silencio, desde la primavera de 1993 hasta el otoño de 1995.

Confluimos feministas, pacifistas, antimilitaristas… trabajamos en la defensa de los Derechos Humanos, especialmente los de las mujeres, y nos manifestamos públicamente contra la guerra y demás violencias con una imagen común a la del resto del movimiento: sólo mujeres, en silencio y de negro, para hacer visible nuestro duelo.

Utilizamos el silencio porque, como decíamos entonces y aún ahora, faltan palabras para poder explicar todos los horrores de las guerras, terrorismos, violencias…Porque el silencio es grito y denuncia también sobre la ausencia de voz de las mujeres en la historia.

Y éramos (y son) sólo mujeres porque afirmamos otra lógica distinta a la patriarcal, basada en vínculos tales como la sororidad, la ternura y el respeto mutuo, entendiendo la solidaridad entre mujeres como una política para la paz.

En estos momentos, el grupo como tal no existe en Zaragoza, pero algunas de sus integrantes nos reconocemos como mujeres de negro, seguimos conectadas a la gran red mundial que se fue generando a lo largo de los años. Creo no equivocarme si digo que todas seguimos queriendo expulsar la guerra de la historia.

Montse Reclusa Espelosín