PINTADAS O PINTURAS EN LA CALLE
La primera vez que se hizo en Zaragoza una pintura en la calle fue en el Barrio Oliver, en 1974. Yo por entonces trabajaba allí.
Hasta llegar a la actualidad en la que hay toda una industria dedicada al arte en la calle, en esa época las pintadas se hacían con brocha y cal en un bote sin tapa. “Pepe quiere a Mari”, “Abajo los pantanos” o “Represión fascista no”, se hacían con el morbo de encontrarte a un “social” de paisano que te mandaba al calabozo por cualquiera de ellas, por rojo.
Pero distingamos entre pintada, y pintura en la calle.
La pintura del Barrio Oliver se hizo en las tapias del campo de fútbol La Camisera y fue “patrocinada” no por la coca-cola, sino por la AV Barrio Oliver. José Antonio, Rosa, Reme, el Pescatero, Elena y su hermano pequeño que se metió en el Opus, Koldo y el otro médico, Carmen y Maria Jesús, las monjas rojas, y otros de los que no me acuerdo.
Vino Mari, como madre de cuatro chicos, al trabajo y me lo propuso. En aquel tiempo ya tenía claro que el dibujo infantil era un género dentro del arte no comercial: la posibilidad de sacarlo a la calle y que además tuviera una utilidad me enganchó.
Arropado por Piaget, Pestalozzi, Montessori, Freinet, ¿Qué había de malo en ello?
Ya en 1905 Kandinsky, junto a los expresionistas alemanes, había incluido dibujos infantiles en la famosa exposición de Múnich, en la que participaron los artistas de vanguardia además de arte africano e iconos rusos.
No fue fácil llegar a la conclusión de que no había nada de malo: estos autores estaban prohibidos o mal editados, y para llegar a ellos había que buscar a fondo. No había Internet, y las bibliotecas no los tenían. Educación por el arte, o Punto y línea sobre el plano, los compré bajo mano en la galería Libros, o eso te hacía creer la vendedora, que tenía un gran sentido comercial de la época.
Me acuerdo de haber copiado a Piaget y otros autores en un fotógrafo que además tenía una fotocopiadora; eran muy escasas afortunadamente, todavía no deforestábamos el planeta. ¿Para cuándo una campaña contra las impresoras y fotocopiadoras? ¡Abajo Canon, HP, Toshiba….! Y mientras él lo hacía en una eternidad, yo pensaba que en cualquier momento podía aparecer la pasma o que el fotógrafo se iba a ir de la lengua. Me da igual que me perdone o no la Sociedad de Autores, yo ya pasé lo mío.
La información era ya un derecho, pero resultaba muy difícil en nuestra cabeza y no digamos en la del vecino.
Sé ahora que de la información lo más difícil es digerirla, sea mucha o poca, pero el esfuerzo en una búsqueda tan complicada restaba dedicación al estudio con detenimiento, y sólo mucho más tarde te llegaban lucecitas de conclusiones elaboradas.
Los niños hicieron dibujos deliciosos de parques, ríos fértiles, calles, un edificio con gente contenta como son ellos; coches y camiones, por supuesto. Mientras estábamos pintando en los muros, niños incluidos, apareció el dueño del campo de fútbol y pidió explicaciones. Se le dijo que se trataba de engalanar el entorno, que el muro estaba muy sucio, que era una fiesta infantil. Cuando se fue rezongando, sobre los dibujos comenzaron los adultos a escribir: “Queremos un ambulatorio”, “Arreglo de calles”, “Represión fascista no”, “Abajo los pantanos”. No era político colocar lo más revolucionario: “Pepe quiere a Mari”, que entonces todavía era cierto.
Ahí tenía los referentes pero había que darles corpus político. Un grupo de pintores nos adscribimos al Cineclub Saracosta donde, clandestinamente, se iniciaron los primeros debates en libertad, y en el que se articularon las primeras acciones colectivas. Pero como era un grupo heterogéneo y muy numeroso, a partir de él se formó un pequeño núcleo de nueve personas más afines ideológicamente, que formaron el Colectivo Plástico de Zaragoza CPZ, para emprender una colaboración con los distintos colectivos sociales que surgían entonces.
El arte como medio de formación y participación colectiva, transformación y mejora del entorno, eran principios que se llevaban a cabo a través de pegatinas, carteles, folletos, murales, telones de conciertos y mítines, happening. O ranchos en los pueblos.
Las nubecillas de los Situacionistas belgas y de las Brigadas Violeta Parra flotaban sobre nosotros en la poca información que nos llegaba. Quizá la escasez de medios, el pedagogismo, la militancia ideológica o el apresuramiento, nos decantaron hacia unas obras de corte pop tardío, con trabajos muy interesantes por el módico precio de un bocadillo y una cerveza en el mejor de los casos.
Tenía gracia la práctica de los partidos de izquierda de aquí: era la misma que en la empresa capitalista, pedían las colaboraciones “para ayer”. Idiosincrasia zaragozana debía de ser.
Con las primeras elecciones democráticas Pepe dejó de querer a Mari, porque las cuentas no salían y había que empezar a prever.
Rubén Enciso