MANIFIESTO CONTRA EL TAV
Otro
monstruo amenaza a Euskal Herria: el TAV o Tren de Alta Velocidad. Un
proyecto faraónico, costosísimo y de enorme impacto ambiental; uno más
a añadir a la inmensa red de infraestructuras en proyecto o ya realizadas
que atraviesan a lo largo y ancho el país: el superpuerto, autopistas,
etc. Va a significar una de las mayores agresiones habidas hasta ahora
contra la naturaleza, en toda la extensión del territorio, así como
un duro atentado contra los individuos y el conjunto de la sociedad
vasca. Supuestamente pieza importante para dar salida a la crisis económica
y, según sus promotores, para modernizar Euskal Herria, va a producir
en realidad un agravamiento de los ya acuciantes problemas económicos,
sociales y ecológicos dentro del diseño de un capitalismo neoliberal,
salvaje, tecnocrático, gigantista, nuclearizado, depredador, generador
de marginación y pobreza, desestructurador del tejido social, pero recubierto
de apariencias de progreso e incluso de respeto al Medio Ambiente.
EL TAV REPRESENTA
UNA ENORME AGRESION ECOLOGICA
Este
bárbaro proyecto tiene dentro de la reducida superficie de Euskal Herria
un trazado previsto de nada menos que 443 kilómetros.: 180 kms. corresponden
a la «Y» vascongada; 192 kms. al tramo navarro, que conecta con la «Y»
en Tolosa -conviertiéndola en «H»- y atraviesa Nafarroa para empalmar
en Aizón (Zaragoza) con el eje Madrid-Barcelona del TAV; y 71 kms. a
la línea del TGV Dax-Biriatu que afecta a Lapurdi. Los TAV alcanzarían
velocidades máximas de 250-400 kms/h para los viajeros y 120 kms/h para
el transporte de mercancías.
La
realización de las obras del propio trazado y las actuaciones que requiere
accesoriamente el funcionamiento del TAV traen consigo gravísimos efectos
en múltiples direcciones. para empezar, el proyecto del TAV amenaza
a los montes vascos del norte de Nafarroa, Gipuzkoa, y zonas limítrofes
de Bizkaia y Araba, con la perforación de más de 128 km. de túneles,
llegando a adquirir muchos de ellos grandes dimensiones, como el que
atraviesa la sierra de Aralar (túnel de 11, 2 kms.), los del monte Udalaitz
(dos de 4 km. y otro de 6,5 kms.), el de Arlaban (8,8 kms.), entre otros.
Aproximadamente otros 310 km. del trazado discurren por la superficie
del terreno, con más de 55 viaductos que se extienden a lo largo de
20 kms.
El
TAV requiere, en efecto, de la construcción de una infraestructura básica
gigantesca y que provoca sobre el entorno un impacto incluso peor que
el de las autopistas. Significa el socavamiento y el movimiento de impresionantes
masas de tierra, la proliferación de taludes, terraplenes, viaductos,
túneles, canteras y escombreras por todos los rincones de nuestra geografía,
y la desfiguración de numerosos montes y barrios de nuestros pueblos.
El impacto geológico e hidrológico será muy importante, provocará erosión
del suelo, y miles de especies animales y vegetales se verán afectadas.
Después se hará imprescindibles, por motivos de peligrosidad, su total
vallado y aislamiento, ocupando franjas de hasta 120 metros de anchura
que dividen profundamente el territorio. En cuanto a la proximidad de
otras infraestructuras, como autopistas, ferrocarriles ordinarios, gaseoductos,
etc. ello origina un fuerte aumento de la degradación ambiental y la
acumulación de riesgos, peligro de accidentes e incluso de catástrofes
por la gran velocidad del TAV. A su vez, el ruido y las vibraciones
que produce a su paso son enormes, y su infraestructura eléctrica con
una intensidad de 25.000 voltios produce campos electromagnéticos intensos
que repercuten seriamente en la salud.
Vienen
ocultando las vinculaciones del TAV con la energía nuclear puesto que
la utilización del TAV implica un crecimiento importantísimo del consumo
y del despilfarro de energía eléctrica y significa recurrir para producirla
a centrales nucleares. En menor medida, será también atendido por centrales
a gas natural, petróleo, fueloil, carbón y por grandes pantanos hidroeléctricos,
cuyos efectos en cualquiera de los casos, en distintos campos, son nefastos.
Igualmente, la masiva utilización de metales pesados, cementos, explosivos,
herbicidas, sistemas de refrigeración, etc. significan por su parte
un importante incremento de la contaminación tanto en Euskal Herria
como en aquellos lugares afectados a lo largo de la cadena productiva
de estos elementos, con impacto en el clima, la flora y la fauna.
Hasta
aquí algunos ejemplos que muestran las importantes consecuencias del
TAV, que no es sino una excelente muestra del desarrollismo que preside
nuestra sociedad, en la que el incremento de la producción se convierte
en objetivo sagrado de los estados y organismos internacionales. Resumiendo,
el TAV ejemplariza el modelo desarrollista actual que, en aras de un
«progreso» ilimitado, refuerza la propiedad estatal, privada y humana
de la tierra, acelerando los procesos de concentración de capital y
de destrucción de la naturaleza. Desarrollismo en la práctica significa
producir contaminando, agrediendo y destruyendo la naturaleza de la
que formamos parte, despilfarras los recurso naturales y energéticos,
alterar los equilibrios ecológicos y destruir nuestra necesaria armonía
con el entrono. El modelo que subyace al TAV consolida igualmente el
abismo entre el Norte desarrollado y el Sur pobre y explotado, continuando
con la expoliación de los recursos y bienes de Tercer Mundo sobre la
base del cambio desigual y de nuestro enriquecimiento a expensas de
su trabajo y de su riqueza. A su vez, las grandes potencias utilizan
la mundialización del problema mediambiental para reforzar su derecho
a decir lo que hay que hacer en el mundo, e intervenir cuando convenga
a sus intereses, achacando a los pueblos condenados de la tierra el
deterioro del planeta.
¿A QUE INTERESES
Y A QUE MODELO SOCIAL RESPONDE EL TAV?
El
Tren de Alta Velocidad, junto a las otras grandes infraestructuras,
forman parte del modelo que principalmente el PNV, PSOE y UPN se han
trazado para Euskal Herria con el supuesto propósito de salir de la
crisis, de acuerdo con los intereses económicos, sociales, ideológicos
y políticos que representan, y basado en lo que llaman la dinamización
de la economía, el impulso de la competitividad y la modernización,
el progreso, la tecnología punta y la construcción de grandes infraestructuras,
en concordancia con las pautas de reestructuración del capitalismo.
Desde esta perspectiva, el TAV permitiría mejorar las relaciones económicas
de las fuerzas impulsoras del proyecto con la Península, Europa y el
resto del mundo, a través del eje Madrid-Irún-París, del superpuerto
(pieza fundamental) y de la conexión por Nafarroa con el eje Madrid-Barcelona.
El coste económico del conjunto del proyecto será inmenso: se estima
actualmente en 700.000 millones de pesetas, cifra que posiblemente quede
al final multiplicada por tres o por cuatro, hasta llegar a los dos
billones, como siempre ha sucedido con los proyectos importantes de
obras públicas. Sin embargo, hay que ser conscientes de que la crisis
tiene dos lecturas: por una parte, la de quienes la han generado, es
decir, la de los empresarios y representantes del capital, que ven reducir
sus tasas de beneficio y adoptan medidas cuyo objetivo prioritario reside
primero en la recuperación y después en el incremento de ganancias,
y no precisamente en la creación de puestos de trabajo como proclaman.
Por otra parte, al otro lado de la barrera, la de la mayoría de la población,
que sufre sobre sus espaldas las consecuencias de aquellas medidas,
viendo como pierde su trabajo y se degradan aún más las condiciones
del entorno y de su propia existencia, y frente a la cual no cabe más
que una reestructuración total y absoluta del actual modelo de producción,
consumo y de sociedad.
El
TAV es una pieza más de esa estrategia capitalista que está conduciendo
a la flexibilización del mercado de trabajo, a la precarización generalizada,
a unas tasas crecientes de paro, al incremento de la pobreza y la miseria,
a la drástica reducción de lo que había para gastos sociales en la Sociedad
de Bienestar -si así se puede llamar- convertida en obstáculo para el
capital, a la reducción de salarios y al deterioro masivo de las condiciones
de vida y trabajo. El TAV no va a significar una salida a esta situación,
sino su agravamiento. Los recursos públicos disponibles se desvían hacia
el saco roto de los empresarios y hacia la creación de gigantescas y
costosísimas infraestructuras de transporte como el TAV, con la pretensión
de atraer, dentro de la más estricta filosofía neoliberal, la más salvajemente
capitalista, a quienes detentan capitales, principalmente al capital
internacional y a las transnacionales, confiando que inviertan en el
país y que generen un proceso de reactivación económica inducido, cuando
en realidad no existe ninguna garantía de que tal cosa suceda.
El
TAV hay que situarlo en el contexto de la nueva división internacional
del trabajo que se está produciendo a instancias principalmente de las
multinacionales, lo que va a suponer una mayor dependencia de Euskal
Herria respecto de aquellos verdaderos centros de poder, asignándosenos
tras el desmantelamiento industrial y agrario, un papel comercial y
subsidiario, un papel terciario, y siendo tributarios de la extrema
movilidad del capital que puede trastocar cualquier esfuerzo hecho a
nivel local. La maximización de la rentabilidad, la fabricación masiva
de productos y la competitividad han ido empujando a la concentración
de propiedades y capitales, al agrandamiento de plantas y al gigantismo
general, lo cual les conduce a dispersar y fraccionar, en distintos
lugares y países, las diversas fases de producción, distribución y almacenamiento
en función de la máxima rentabilidad y mínimo costo empresarial. De
forma que frente al necesario equilibrio sectorial y territorial, regional
y local, el nuevo modelo desarrollista representado por el TAV contemple
únicamente la interrelación y el desarrollo de núcleos grandes y especializados,
lo que trae como consecuencia una total desestructuración social y hace
que el trasporte adquiera en este modelo productivo y territorial una
tremenda dimensión, como está sucediendo dentro de Espacio Económico
Europeo.
Asamblea contra el TAV
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