Si hay algo que profundamente compartimos y que, creo, desde el principio, entre nosotr@s, ha estado presente, es la imposibilidad de encontrarnos a gusto del todo con las gentes que no intelectualizan sus vidas, con los seres amusicales. Me estoy refiriendo, naturalmente, a las gentes de nuestra generación y las que vengan. Los nombres que ocasionalmente se utilicen para dejar constancia de esa imposibilidad, pueden conducirnos hacia discusiones cuasi-lógicas, cosa que, en el fondo, y teniendo en cuenta los recursos existentivos que vienen en nuestro auxilio, los trajes que diseñamos para atravesar esta-tragedia-que-nos-ha-tocado-en-suerte, y que no es otra cosa que el arte y/o el pensiero, para hacernos un hueco en este caótico cosmos...; las herramientas de que nos servimos, ellas son mucho más fuertes, están mucho más vivas, a qué velocidad florecen, marchitan y fenecen... para volver a renacer. Digo: todo eso que produce el intelecto, ¡cómo me aleja de l@s que se divierten, sin más!- ¡¡Y cómo me aleja de vosotr@s!!
Cada un@ con sus miserias, a cada cual según sus fantasmas, las formas que tenga el otro, la otra, de leer el mundo, nos son inaccesibles.
¿Quiere esto decir que todo está permitido? Responder a esta cuestión no es asunto fácil. Mucho menos difícil: Podría evocar los microfascismos, los grandes movimientos de estratificación, criticar (¿todavía?) todos los prejuicios acerca de qué es mejor para el hombre (coff-coff), chapotear en la bañera tibia de las tibias lecturas de los aprioris, revolcarme como un cerdo más en la cloaca savateriana, meter los pies en el barreño inmundo del Foro de Ermua vs Kaputxarik Gabe -¡ah, qué extraña rostridad!- Independentziarik ez, pasar el rato explotando las pompas de jabón del pesimismo no ya schopenhaueriano, no ya adorniano, no ya lacaniano, sino del pesimismo sin más, del pesimismo que no sabe que lo es, el que brama piafa y aúúúúlla en actitud de consumidor de medios de masa, o en crítico impenitente de esos consumidores (i.e. el Verbenero de Zamora).
Sin percataros de que las estrellas excretan de felicidad, y de que esa felicidad no quiere decir nada, nada significa, a nada ni a nadie recurre ni recusa, sino que es felicidad porque sí, no para algo, sino porque no puede no ser felicidad, tod@s, incluso (no, más que nadie) la disidencia ontológica, esperáis la llegada del mesías y exigís que se vayan adecentando los pesebres-parlamentos, los pesebres-senados, los pesebres-portadas de diarios (sacrosanta objetividad, gran fiesta del jubileo, miserable celebración de todos los datos para PODER, lo peor, el más académico platonismo)... que se pongan fintas y campanillitas en las puertas del cielo, tilín-talán, que allí quiero estar yo cuando aquí estar ya no pueda. Estar estar estar, nada que ver con el balbuceo, espacio compartido (adyacencia) con el delirio. Cuestión de ritmos, jamás hubo otra cosa.
¡¡¡ME AXFISIO EN LA POLÍTICA DEL PREMIO Y EN LA TAZA BAUTISMAL DE UN MUNDO NUEVO PARA TOD@S!!!
ME ESCANDALIZA LA ACADEMIA.
Nuevas formas de producir se dan hoy cita lejos de museos, lejos de las facultades, lejos del cuadernillo, de la partitura, y lejísimos del libro como tal. La autopoiesis nada tiene que ver con las viejas escenas de producción estatal o, simplemente, institucional. El materialismo, la inmanencia más radical, todo ello se apodera de mi cuerpo cuando estoy en la pista de baile, al ritmo que me impone la vibración de los electrones, no siendo la pista sino un campo electromagnético entre otros: lienzo, página en blanco, sintetizador manipulado, cerebro recién levantado de la cama, reapropiación de un concepto escolástico para desplazarlo, día soleado, día lluvioso, cielo nublado, paraguas, abrir una casa, abrir una página web. Enamoramiento. Dulzura. Relaciones algorítmicas. O con otras palabras: a nuevas formas de bailar la catástrofe nuevos coqueteos, diferentes modos de tambalearse (tacones-apéndices, plataformas)-: otra geometría. Pues ocurre que cuando l@s de nuestra generación nacimos, algun@s nos encontramos con que había una línea trazada, línea que establecía un corte, corte que construía un plano, plano que derivaba en territorio... y tods ls moradors de ese lugar cantaban, Joder, qué bien, qué lejos queda el Estado. Que muchs se hayan asustado y se hayan replegado, eso hace parte de la fenomenología del horror, y el primer dato del que disponemos es del de la visión de un opinódromo. Os lo aseguro- ¡¡qué baile grosero!!
Mas apenas nos rozan esos gestos. A la derrota le decimos Sí (personalmente nunca he creído en esa idea, demasiado poco artística, demasiado alienante. Quiza porque me encuentre yo entre las vencedoras, esto es, entre quienes proponen nuevas estéticas, con la inevitable y consiguiente destrucción de las viejas, lo digo sin ningún pudor) y la reforzamos con un jubiloso Abajo la esperanza. Estamos preparad@s para vivir las mutaciones que se den, que se están dando, en el circuito integrado de lo biopolítico. Nuestros tímpanos vibran emocionados ante la audición de lo inaudito. Nuestras manos, al descubrir lo mucho que les cuesta garabatear una grafía legible, no se hacen cruces sino que se apresuran al teclado, sobre el que se vuelcan, con una mezcla de impaciencia y sobriedad, para hacer lo único que pueden hacer, lo que no pueden evitar hacer: Inventar, o al menos tratar de hacerlo.
Cuando nos preguntan, ¿Es eso suficiente?, nos interesamos por quienes así trazan, pues intuimos un interés, unas ganas de experimentar, un ponerse a producir, un dejar de estar. Nos resulta amable. Responderemos que Achtung, Quodlibet, Milagro, Devenir minoritario. Pero cuando se nos dice Sois un@s elitistas, nos vamos cantando la canción: "Flotar en los brazos de un deseo/ Abrir puertas y a ver qué pasa/ Y si no, amigo trapecista/ Siempre te queda la cama."
Y de la cama a la imperceptibilidad.
Hasta aquí
27 de mayo de 2000, en Lavapiex
Pero un poco más despacio, queda por redefinir eso que hemos llamado producción del intelecto. Y de ahí llegaremos a la idea de elegancia.
Oponéis artificio a Naturaleza. A casi cualquiera que pinte, a casi cualquiera que piense, que escriba, etcétera, rápidamente le incluís en el mundo del arte, en el mundo de la intelectualidad. Eso sí, tendrá que demostrar que ha sufrido y que no ha cedido un paso a la alegría.
Vuestra idea de la Naturaleza es vulgar, exactamente el calificativo que la atribuís. Pero yo estoy de acuerdo, la Naturaleza es vulgar, como vuestra idea de ella es natural, inelegante.
Cuando os contaba que durante mi estancia en París pude comprobar lo que más o menos sabía, que en el fondo entre una flor o un pájaro y yo no existe ninguna diferencia, pero que necesitaba explorarlo desde un territorio más apropiado, más abstracto, y no entre berracos españoles, quienes no permiten que las cosas crezcan por el medio, ¡como si ellos fueran quiénes para decidir, desde su tenebroso rencor, lo que puede crecer y por dónde; ellos, que sólo saben de la resignación y la obediencia al mando!, vosotr@s os escandalizabais y sacabais vuestras armas favoritas a favor del espíritu creativo: lo absurdo de la existencia (ah lo absurdo de la existencia), el dolor, la maldad del ser humano, la indiferencia de la naturaleza, su impiedad. Que cómo podía aceptar todo eso, plantarme en medio de todo ese horror con una especie de estoicismo prolongado por momentos beatíficos. Que cómo podía aceptar la muerte, que qué pasa con la conciencia.
Tenéis razón: la muerte es una infamia. Pero la de los demás, no la mía. Yo estoy en paz con el mundo, nada le debo ni él me adeuda cosa alguna. Tan solo temo a la bestia, pero no agota mi paciencia, es decir mis ganas. La muerte no espera a razón alguna, no espera a que las vidas terminen de agotarse, de expresarse, de producir más vida. La muerte de un ser querido es verdaderamente repugnante, pero cada cual tiene la posibilidad de hacer de su vida una especie de homenaje a sus muertos, pues aunque de muertos se trate, conocidos nuestros al fin y al cabo, y como tales nunca solos mientras vivieron, sino doquier huellas de su paso por el mundo de los conscientes, gestos que van y vienen, olores, trabajos inacabados... Hay una ligazón ineludible entre todos los seres de este posible, una ligazón, incluso en lo fáctico, o sobre todo en lo fáctico, no arrojemos sombras más allá de la influencia del sol, seamos aquí y desde aquí un poco kantianos, que se prolonga, como el poema, por encima de pueblos y asesinos (pero veis, ya no es fáctico, ni el poema ni quien lo escribe). Eso es también naturaleza, bondad y sentido repentino, pues "Los sitios que hemos conocido no pertenecen tampoco a ese mundo del espacio donde los situamos para mayor facilidad. Y no eran más que una delgada capa, entre otras muchas, de las impresiones que formaban nuestra vida de entonces; el recordar una determinada imagen no es sino echar de menos un determinado instante, y las casas, los caminos, los paseos, desgraciadamente, son tan fugitivos como los años". (Proust)
Vivimos a la sombra de las muchachas en flor, todo lo que crece en este sagrado mundo ha de ser objeto de nuestra veneración, constatar sus múltiples signos, traerlos a la página, al lienzo, a la web, grabarlos. Hacer ver y prolongar en nuevas línea los afectos que componen un rostro, aprehender lo excesivo de su edad. Lo excesivo de las penas y alegrías que los conforman, que les dan vida, que les azotan, que les traspasan-: efectuar el agenciamiento con lo inorgánico-: máquinas de narrar lo excesivo de tener un cuerpo.
Hemos de conquistar un nuevo territorio, una nueva narrativa, lejos del resentimiento. Necesitamos nuevos trajes. Todos los vientos, todos los soles y todas las
tormentas han erosionado y hecho jirones nuestros viejos ropajes. No, definitivamente el punk no puede ser una proposición, no podemos chapotear en la autosatisfacción de una derrota que jamás se quiso, por eso jamás se dio. Eso se lo dejamos a los hambrientos de Otro, malos poetas que esconden sus incapacidades de invención, sus impotencias amatorias, tras el misterio del límite. Porque, ¿hay cosa menos elegante que mostrar las llagas? Oh Sögen, pásame un cuarto gramo, de soltura de esteta, tío, hoy lo ncesito.- Pura paranoia.
Yo os propongo, os traigo, os ofrezco en mis manos la mónada artista: travesía de la estepa, fuga hacia el desierto, bioderiva metropolitana, lo que queráis, la página en blanco nos mira, nos aguarda con impaciencia, nos aterra, no lloraremos. Cada verso es un grito, y cuando me quedo afónico, exhausto con la pelea con la terrible historia de las palabras, entonces a los pinceles (alors à Zanzibar/ le ciel peut bien/ être haut et tranquille), interrogarme sobre el decir, pero también atento y abandonarme a lo que se va diciendo, no sobre el decir, sino sobre lo dicho.
Hay, en el poema, un nomadismo, un magnetismo, que nos desdibuja casi desde el pricipio. Comenzamos montados en domados potros que duermen en la cuadra de la historia de la cultura y, si no queremos sobresaltos, bastará con llevar azucarillos en el bolsillo para llegar al mismo sitio de ayer por el mismo camino, de ayer o de anteayer. Ha sido un buen paseo, diremos a papá-libro, magníficos paisajes, los árboles comienzan a florecer, llega la primavera. Pero qué tal una metodología para romper con la percepción, comenzar rompiendo no ya fotografías, sino guitarras, construir no museos ni salas de conciertos, sino laboratorios-sólo-para-gente-con-ganas-de-trabajar, para gente que busca una nueva mirada y una nueva escucha (ojo: no Heidegger, mucho menos Cacciari), y no para turistas (estos laboratorios son absolutamente necesarios para acabar con el gueto y las opiniones; en las puertas de estos laboratorios cuelga un@ el hábito de quoblibet). Qué tal dejarnos poblar por las tribus-versos que van apareciendo en el poema, borrachas y cantando himnos, felices, jinetes y caballos, de la copertenencia a una comunidad: a la comunidad de los últimos, probablemente proletas, siempre últimos, ayer, hoy y mañana, eternamente maldecidos por los sabios e iluminados de turno, indestructibles, siempre surgiendo de de repente, por el medio o la nada, como el poema, rostro indibujable, movimiento infinito (de la comunicación), eterno retornador, sub specie aeterni, afecto puro: la mónada-artista.
Qule tal el devenir subalterno, para acabar de una vez con los sollozos y con el ruido del esteticismo, con la misma y vieja cosa de l@s estetas. Finalmente nos quedará la tragedia de no esperar nada ni a nadie. Quedémonos, pues, así:
<<Cuando nos ponemos a esperar, presuponemos implícitamente entre nuestros deseos y su objeto una continuidad cuya naturaleza es incierta. No es seguro que esa pasión, que parece situar al hombre entre sus congéneres, nos permita sentir de otro modo que por el sesgo de una proyección en el futuro. Además, el principio de esperanza admite, forzosamente, aunque sea disimulado en un rincón del bosque, la necesidad del miedo.
<<Esperar requiere imaginación, hace falta gustar de representarse las cosas, el camino que a ellas conduce; para esperar correctamente es preciso prestar atención sin descanso, pues el signo puede brotar en cualquier parte (y por todas partes al mismo tiempo, pero curiosamente, los que esperen nunca parecen tener la experiencia de la saturación, como si hubiera una última triquiñuela que evitara en cada momento el corto-circuito, el verdadero desprendimiento, "ahora, súbitamente"). Como si, en todo el asunto, hubiera algo inconfesable; a saber, que todo individuo está compuesto de una longitud de onda de soledad, el punto ciego en el que no es nada para los otros, así como para sí mismos; no se trata de una cualidad del ser sino de una especie de frecuencia de radio: el momento episódico en el que se desvía de todo lo que es humano, en todo caso bajo la forma de relación de persona a persona. Quién no ha conocido esos instantes en los que seres disponen de la misma evidencia que las cosas y no son ni más ni menos que inmediatos desconocidos tirados al azar en torno a sí (sin que ello implique hostilidad, relaciones de dominación, sadismo... -la verdadera y asignificante separación entre reinos)>>. (François Rosset)
Ya me despido: dentro de no mucho los DJs que pongan música de guitarra serán apedreados por la multitud, y así estará bien. La pista de baile será de l@s amantes del tecno, de la música electrónica, es inevitable. No se trabaja para nada, sino para gozar de un producto, de un afecto. Para no tener que sacar de la pista a patadas a esos jipis y meros agregados que tan solo se animan a bailar con infamias como La Mode, Boni M(?) y toda esa basura típica de nochevieja, los Djs tendrán que devenir poetas: salvajes en la superficie, pero de una dulzura inaudita por dentro. Pensaremos y escribiremos desde un ordenador, y todas las injurias que nos caigan de los defensores del libro nos dejarán como ahora, sin absolutamente un átomo de compasión. La música clásica, incluso Webern, nos la suda, como las treinta y cinco horas nos la suda. No hay coraza que resista al contagio de esta llovizna de haecceidades. La muerte ha muerto. Así lo quiere la multitud. Y así está bien.
Un cariño inmenso para esas vidas que necesitan para levantarse gruas de puerto.
Lavapiex, 8 de septiembre de 2000
P.S. tres horas hace que ha amanecido conversé con las estrellas