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TEXTOS | PORNOLAB
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*/ La amenza Pornográfica
Se trata de la “amenaza pornográfica”, toda la larguísima lista de posibles perjuicios y dislates causados por la pornografía en su difusión inmoderada y generalizada. Estos van, como veremos, desde la alegre disolución del matrimonio en la más desatada y orgiástica promiscuidad a la impotencia física o espiritual y la degradación de la especie...
No es posible pensar la pornografía sin dedicar aunque no sea más que una mínima atención a la que ha sido una constante compañía en toda su historia, sobre todo, en la medida en que mediante la imprenta primero y los medios de comunicación audiovisuales después, la pornografía ha tenido una difusión amplia entre todo tipo de población y no sólo entre los varones dominantes. Se trata de la “amenaza pornográfica”, toda la larguísima lista de posibles perjuicios y dislates causados por la pornografía en su difusión inmoderada y generalizada. Estos van, como veremos, desde la alegre disolución del matrimonio en la más desatada y orgiástica promiscuidad a la impotencia física o espiritual y la degradación de la especie. Y no estamos hablando de documentos compuestos por timoratos clérigos de la era victoriana.
Eminentes prohombres y lúcidos hombres de negocios como Henry Ford desatarían complejas campañas internacionales basadas en la convicción de que turbios grupos sionistas, sin ir más lejos, controlaban la producción y distribución de pornografía dirigida a debilitar las energías de los jóvenes arios, que comprensiblemente desgastados tras una vida muelle y llena de excesos sensuales y nerviosos resultarían incapaces de defenderse del ejército sionista lanzado a la conquista del mundo ...
Uno de los documentos a la vez más recientes y más serios respecto de esta “amenaza pornográfica” fue el informe Longford, surgido de una comisión de investigación organizada a instancias de la británica Cámara de los Lores y presidida por Lord Longford a principios de los años 70. De las quinientas páginas de este sesudo y británicamente ponderado informe se desprenden una serie de frentes en los que se concreta la amenaza pornográfica:
* Según uno de los ponentes de esta comisión, el reverendo Trevor Huddleston, obispo de Stepney, la pornografía equivale a “la trivialización o la comercialización o la explotación de la sexualidad humana” y en cuanto tal supone un abuso del cuerpo, aquello precisamente que está hecho a la imagen y semejanza de Dios. Por ello es una afrenta directa a Dios, puesto que en su día Dios mismo compartió la naturaleza humana. No nos sentimos capacitados de considerar el valor teológico, tal cual, de las afirmaciones del Padre Huddleston, pero sí que parece interesante tomar nota, en esta sección dedicada a concretar la amenaza de la pornografía, de esa ecuación que él establece entre trivialización, comercialización y explotación, puesto que de alguna medida está señalando los elementos necesarios para cualquier proceso de cosificación: nada que no se trivialice, respecto de lo cual omitamos aspectos esenciales, se puede propiamente comercializar ni mucho menos explotar, eso es bien cierto. Por ello es obvio que las preguntas inmediatamente pertinentes son ¿hasta qué punto ese proceso de cosificación sólo sucede en la pornografía? Por supuesto que en otros campos asumimos que este proceso de trivialización, necesario para cualquier transacción, es sencillamente útil y pensamos que podemos revertirlo una vez ya adquirido el objeto hasta dotarlo de unas características tan auráticas como queramos. ¿acaso no es ese proceso reversible en el campo de lo erótico? Es más, quizás lo que esté en juego es un modelo de sexualidad autónoma que no pretende considerar más aspectos de la persona amada que los propiamente eróticos, y allá cada cual con su definición de tales aspectos. Diríase que lo que se cuestiona es propiamente la existencia misma de una relación erótica no condicionada socialmente por las instituciones que han venido regulando la sexualidad convencionalmente, sean los matrimonios o las convenciones asumidas igualmente entre las parejas de hecho.
* Si según el Obispo de Stepney la pornografía en su proceso de trivialización de la sexualidad y el amor impide nuestro encuentro con Dios, esta imposibilidad del “encuentro” es generalizada hasta convertirse en imposibilidad de cualquier “encuentro”, por otro ponente de la comisión Longford, David Holbrook, que sostiene que la pornografía acaba por cercenar nuestra capacidad misma de “encuentro” y por tanto nuestra capacidad de encontrar sentido a la vida, nada menos. Según Holbrook “las necesidades primarias del hombre no son satisfacer el principio del placer ni la voluntad de poder, sino encontrarle sentido a la vida” y la fuente primaria de este sentido no es otra que la capacidad de encuentro y plena relación con otra persona. La pornografía separa el sexo de la vida personal y reduce al objeto de atención sexual al estatuto de cosa, con ello consigue eliminar el amor sexual como fuente de sentido y de paso amenazar seriamente nuestra libertad esencial basada en la mencionada capacidad de encuentro intersubjetiva. Es por ello que Holbrook sostiene que la pornografía genera una especie de impotencia espiritual, del mismo modo que, según él, genera impotencia fisiológica en los actores y actrices pornográficos. Holbrook cita a Merleau-Ponty para quien cualquier persona “puede ser reducida al estatus de objeto bajo la mirada de otra persona, de modo que para este observador se pierda el carácter de persona del sujeto observado y ya no sea tenido en cuenta como tal” El ejemplo que el mismo Holbrook pone de este proceso, de nuevo, de cosificación es el de las chicas semidesnudas que posan en las ferias del automóvil para ayudar a llamar la atención sobre las llantas o el sistema de frenado –o marcha atrás- de este o el otro modelo de utilitario. Por supuesto que con este ejemplo nos situamos muy cerca del otro frente de amenaza que veíamos más arriba y más que la pornografía parecería que estuviéramos describiendo toda una economía objetual y sígnica presente en los procedimientos de la sociedad mercantil. Pero Holbrook va un tanto más lejos al atribuir estos procesos de cosificación a lo que él denomina el “carácter esquizoide” que “busca objetificación porque él mismo no puede ser una persona completa...por tanto el otro debe ser reducido a un objeto que no pueda dañarle al pedirle o darle amor” . Por eso la muñeca hinchable o la vagina de plástico automática con dos velocidades es, según Holbrook, el tipo de objeto de relación preferido por cualquier esquizoide: ambas son inhumanas y del todo sometidas a la voluntad del esquizoide. Este objeto sexual deshumanizado, aunque sea en menor medida, asegura Holbrook, “halla su correlato en la prostituta, la corista, la actriz en un sex-show y las chicas (y los chicos?) en la pornografía”. La pornografía vendría pues a ser, para Holbrook, una suerte de vanguardia en el proceso de deshumanización de las relaciones, aunque para nada establece el comisionado Holbrook la medida en que la pornografía sea una causa, o incluso la causa, de semejantes procesos o si apenas sería una humilde muestra de los mismos. Por supuesto produce sorpresa observar la poca agencialidad que Holbrook otorga a las personas que finalmente vienen a corporeizar toda esa objetificación y deshumanización: la prostituta, la corista, la actriz en un sex-show y las chicas (y los chicos?) en la pornografía parece que asumen pasivamente su papel y que no tienen posibilidad alguna de resistencia incluso desde dentro del régimen mismo de producción de signos pornográficos. Es obvio que la obra de Annie Sprinkle o de Cristal Wilder, por ejemplo, constituiría una impugnación de semejante imposibilidad. Pero por otro lado habría que cuestionarse si del mero hecho de tomar parte en algún tipo de relación social en la que se abstrae provisionalmente la compleja y entera humanidad y personalidad de uno o más de los sujetos, por ejemplo cuando se es atendido por un camarero en un restaurante (sin preguntarle antes por la salud de su anciana madre y ofrecernos para acompañarle en el hospital) o cuando requerimos los servicios de un fontanero para que nos repare un sumidero (sin invitarle previamente a comer y cerciorarnos de su intensa y compleja vida interior), habría que cuestionarse, decimos, si la mera participación en cualquiera de estas relaciones en las que, efectivamente, se tiende a cosificar al otro, identificándole con determinada función social y eventualmente remunerándole por ello, nos convierte en peligrosos esquizoides encaminados a perder nuestra humanidad. Parecería que la compleja argumentación de Holbrook sobre la personalidad esquizofrénica y sus necesidades de cosificación, a no ser que estemos dispuestos a convenir en una esquizofrenia generalizada en Occidente, sólo puede aplicarse en el terreno de la sexualidad, que por alguna razón que él no hace explícita, no es susceptible de vivirse con la claridad profesional que sí es respetable en otros ámbitos de nuestra existencia como la hostelería, la fontanería o el psicoanálisis, sin por ello mermar seriamente nuestra condición humana y la de los/las profesionales del ramo. Acaso la razón por la que Holbrook es incapaz de asumir esta profesionalización del sexo, y de paso la especificación de su representación audiovisual, sin atribuirle todos los males de la cosificación esquizoide, es porque no quiere admitir el proceso de autonomización de la sexualidad respecto de los valores morales y religiosos que la habían mantenido en el ámbito de la familia establecida. Ese es otro frente de la amenaza pornográfica.
* “La pornografía es la perversión del amor” sostiene el comisionado Peter Grosvenor, ensalza la promiscuidad y al hacerlo consigue minar una de las “raíces básicas de la civilización: la vida en familia” . Grosvenor entrevista a Richard Neville, director de la revista Oz, y constata los planes que desde gentes afines a esta publicación se sostienen de utilizar la pornografía como medio de “forjar una sociedad alternativa basada en una moralidad alternativa” . Al cabo los comisionados manejan obras como las de J.D. Unwin en las que se trasiegan tesis tan incontestables como la que afirma que la “ampliación de oportunidades sexuales fuera del matrimonio van de la mano con un declive de la energía y la vitalidad de la civilización en las generaciones posteriores”. Esta es quizá una de las amenazas pornográficas más respetables y de mayor antigüedad cuya efectividad se pretende hacer remontar a la decadencia de las civilizaciones griega y romana. |
"QUE NO SE DIGA QUE TENEMOS PROBLEMAS PARA METERLA."
Luis Aragonés
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