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             Contra 
              el castigo como destino 
               Algunas personas de la Eskalera Karakola, 
              CSOA el Laboratorio, TrabajoZero, 
              VallekasZonaRoja, Maldeojo  
              y Contra(el)Poder 
           
            Es 
              evidente que vivimos tiempos revueltos y no solo por alusiones directas, 
              aunque deberíamos decir ataques: algunos Centros Sociales 
              Okupados y colectivos sociales, parte activa en diversos movimientos 
              sociales antirracistas, feministas, de resistencia a la globalización 
              económica neoliberal, antifascistas, vecinales, okupas, de 
              defensa de los derechos de los presos y de los menores, nos vemos 
              forzadas y autoforzadas a impulsar un movimiento de disociación/desvinculación. 
              Un éxodo activo y que queremos masivo, nada que ver con una 
              neutralidad inocente o desinteresada. Dar impulso a esa intuición 
              silenciada que se cuela entre los discursos, que se alimentan y 
              se regodean en el nosotros o ellos, en el conmigo o contra mí. 
              Pareciera que lo político, al estilo estadounidense es una 
              cuestión cerrada y empobrecida de adscripciones absolutas, 
              algo así como ser de un equipo de fútbol, algo así 
              tan dramático como ser serbia o musulmana a los ojos de las 
              tropas del régimen de Milosevic. Ya no es que irriten, que 
              ataquen con mentiras, censuras y manipulaciones sino que, además, 
              por la centralidad que están tomando, nos parecen irreponsables 
              y peligrosamente interesados. 
             Por 
              supuesto que las incompatibilidades existen pero nuestras intenciones 
              no arrancan de un relativismo imparcial y cínico. 
             Hace 
              tiempo que especialmente okupas y movimientos de defensa de los 
              derechos de los presos somos víctimas indefensas de una corriente 
              mediática que trata de vincularnos con grupos armados. El 
              último hecho lo protagoniza el periódico La Razón, 
              que fundándose (afirma) en fuentes policiales y sin contrastar 
              con las afectadas nos acusa de apoyar a tales grupos. Si decimos 
              indefensas es porque nos hemos visto obligadas a paralizar una querella 
              por calumnias debido al alto coste económico de tales procedimientos 
              de defensa de los (no) derechos de información. 
             La 
              publicación de tales acusaciones, sin que descartemos un 
              intento consciente de criminalización y descrédito 
              social, pensamos que tiene que ver con un fantasma que nos salpica 
              a todas las que apostamos por transformar la realidad, por participar 
              en la construcción de realidades comunes. Ese fantasma, o 
              más bien metáfora, basada en historias recientes sobre 
              las dinámicas de las luchas sociales, nos relata que toda 
              emergencia colectiva conduce inevitablemente al puro enfrentamiento 
              militar-policial, y a la derrota. Las consecuencias de la circulación 
              de esta metáfora constituyen la realidad de nuestros horizontes. 
              Aquellos que temen más los cambios se arman y preparan para 
              la defensa, aquellas que los impulsan reducen el compromiso político 
              a una cuestión de capacidad de sufrir y resistir la represión. 
              
             Quienes 
              firmamos este comunicado, sin ser los únicos (solo por mencionar: 
              el movimiento de desobediencia civil en Italia, las acciones de 
              las mujeres de negro en Yugoslavia y la red internacional de mujeres 
              por la paz, la campaña europea "ningún ser humano 
              es ilegal") no nos separamos de grupos armados como un simple 
              desacuerdo táctico o de métodos, sino que los vinculamos 
              con la emergencia de una identidad agresiva de la que algunas pensadoras 
              europeas ya nos advierten. Identidades agresivas que son incapaces 
              de afrontar creativa y constructivamente el espacio europeo (des)político 
              que habitamos. Nuestras prácticas son antagonistas con aquellas 
              que se empeñan en llevarnos a todas a un terreno de enfrentamiento 
              policial-militar. 
             Un 
              escenario paranoico de alarma y terror al que nos resistimos y que 
              además no vemos desinteresado. Afrontar los conflictos en 
              términos como los de España o Euskadi polariza y capitaliza 
              los posibles debates y está relacionado con la falta de argumentos 
              políticos para afrontarlos. La pérdida de derechos 
              sociales de autoorganización o expresión; la violación 
              sistemática de los derechos de los 53.000 presos del estado 
              español; la precariedad laboral; el desarrollo de nuevas 
              tecnologías en manos de intereses de grandes empresas que 
              de lo último que se preocupan es de la investigación 
              hacia una producción más ecológica o del reparto 
              de los escandalosos beneficios entre todas las que participamos 
              en su producción consumiendo, reproduciendo nuestra fuerza 
              laboral cuidadando gratuitamente de las que se quedan fuera, formándonos 
              en universidades cada vez más caras y constantemente según 
              los intereses del mercado, trabajando sin papeles en relaciones 
              de esclavitud o con ellos en contratos precarios...; la reimplantación 
              de valores y modelos sociales que son un atentado hacia la representación 
              social de las mujeres y de todas la que no participamos en el orden 
              cerril heterosexual anoréxico agresivo y racista...; son 
              una pequeña muestra de todas las cosas que tenemos urgentemente 
              que afrontar. Y en esto deben estar pensando los dirigentes del 
              Estado español cuando se esfuerzan en ocultarlos un mes antes 
              de que se celebre en Niza la Cumbre Europea para redactar la Carta 
              de Derechos sociales de la Unión Europea. 
             Apostamos 
              precisamente por las capacidades autoorganizativas y cooperativas 
              de las protagonistas de estas realidades. No nos movemos en un terreno 
              de enemigos fantasmas. Aunque a veces, como ahora, nos veamos constituidas 
              desde fuera en un "nosotros", nuestras realidades son 
              multiples y lejos de ser armónicas: si están estrechamente 
              interconectadas es precisamente porque ninguna lucha social puede 
              llamarse así si no se arriesga a entrar en diálogo 
              y componerse con el resto de realidades que constituyen lo social. 
              
             Acusar 
              a okupas (como si existiera una identidad o una forma determinada 
              de vida okupa), al movimiento de resistencia global y a las Madres 
              contra la Droga de apoyar y alegrarse de los atentados de ETA es 
              el colmo de la ignorancia y de la mala fe. Sería como acusar 
              a un instituto público de apoyo a banda armada por organizar 
              una charla informativa sobre el derecho de autodeterminación 
              de los pueblos. ¿Acaso es ETA quién habla por todas 
              aquellas que exigimos el acercamiento de todos los presos a sus 
              casas y que denuncian las torturas en las cárceles y fronteras 
              del Estado Español? 
             Con 
              este escrito no pretendemos convertirnos en una fuerza social, sino 
              que invitamos a dar fuerza, a que se constituyan y proliferen espacios 
              de diálogo, abiertos a iniciativas conscientes y responsables 
              de sus propias posiciones pero dispuestas a desplazarse y dejar 
              contaminarse por lo otro, a mirarse desde lo otro. El papel de los 
              medios de comunicación para crear esta atmósfera pacífica 
              y constructiva es fundamental. Algunos intentos, aunque no disfruten 
              del suficiente apoyo mediático ya se están dando, 
              como el movimiento de dedobediencia civil en Euskadi. No es una 
              invitación para aquellas que ya están afincadas en 
              un bando y necesitan de otro enfrente, más bien nos gustaría 
              aislarlas, que la complejidad de las diversas realidades y análisis 
              de lo que vivimos las hicieran revelarse tan dramáticamente 
              ridículas como verdaderamente son. La radicalidad no está 
              reñida con el pensamiento sino que más bien lo constituye.
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